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Váyanse a molestar a otro sitio

Contra los políticos que entorpecen el avance de la ciudad

Y yo que pensaba que este verano vería resueltos anhelos culturales con un viaje minuciosamente programado en detalles, pero va a ser que no. Verán, desde hace un tiempo barrunto que un lugar se revela como epicentro para la adquisición de conocimientos y no me refiero a esos que colman necesidades del saber artístico o histórico, sino a esos otros que abarcan singulares idiosincrasias de especímenes que forman parte de la raza humana.

Y está aquí, a un kilómetro escaso de mi casa. ¡En el salón de plenos del Ayuntamiento de la ciudad que me vio nacer!

Esta nueva emoción que ocupa mis días me lleva a solicitar una visita privada e íntima, porque ¿acaso como ciudadano no tendré derecho al mismo placer y goce de aquellos que semanalmente se concilian entre sus paredes? Se preguntarán qué espero disfrutar allí. Pues ni ornamentos varios ni orfebrerías finas. Mi única aspiración es hundir las posaderas en los sillones, sillas o bancos corridos de aquellos que calcan sus traseros en mañanas plenarias. El gustirrinín será mayor si se acompañan de mórbidos cojines que ayuden a conectar con las mentes de los munícipes y ¿por qué no? con lo que sus corazones atesoran; solo así comprenderé el porqué de lo que sale de sus bocas.

Y solo así sabré qué se siente al ser un político tóxico repanchingado en actitudes impulsivas, comportamientos destructivos y una total ausencia de remordimientos y todo por alcanzar la gloria personal y no el bien común.

Al lado de este desarreglo mental que enloquece ante su excesiva necesidad de atención y admiración, seguro que hay una localidad destinada al politiquillo del tres al cuarto envuelto en el halo de misterio del ¿de dónde ha venido? y el ¿hacia dónde se dirige? Ahí también plantaré mi pandero, que absorba la sin consciencia de lo que se es! Y quiero sentirme "hater" también. Ya saben, fundirme con esa clase de persona que sistemáticamente muestra actitudes negativas u hostiles ante cualquier asunto. Por minutos, aborrecer, odiar, abominar con energía y poderío al resto de compañeros indistintamente si son de los míos o de los otros.

Y por último, quiero percibir a la quejumbrosa plañidera encantada de tener un sueldazo a costa de llorar cadáveres inexistentes o inventados la mayor parte de las veces. Quejarse y lamentarse de su propia inconsistencia moral e intelectual, de su incapacidad propositiva que se vuelve vómito permanente y ataques insultantes a los que sí se toman las cosas en serio.Sí, señoras y señores, eso y mucho más me gustaría ser para mi disfrute, o tal vez para cambiar algunas cosas. Evocar el salón de plenos municipales y los asientos de aquellos que contribuyen, jornada tras jornada y con empeño, a que mi ciudad sea un poco peor y que la convivencia sea más difícil. ¿Y saben qué? Allí sentado me gustaría poder gritar: "Las moscas cojoneras no merecen estar ni vivir de la política. ¡Váyanse a molestar a otra ciudad!".

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