Opinión | Crítica / Teatro

Humor y escatología a raudales

Martita de Graná (Marta Martínez) es un fenómeno de masas digno de estudio, la cómica "granaína" cautiva a sus fans y estos se multiplican por miles, entre seguidores en las redes sociales y espectadores en sus giras por los escenarios de toda España. Más de 1.400 personas abarrotaron el Auditorio Príncipe Felipe para disfrutar de esta ceremonia de empoderamiento, música y humor reivindicativo. Un público mayoritariamente femenino y más joven de lo que es habitual en los teatros participó entusiasmado (en el sentido etimológico del término) de esta "experiencia religiosa", en la que no faltan música, luces discotequeras, confesiones, chistes y canciones interpretadas por la propia influencer acompañada del guitarrista David Segura, con el que manifiesta muy buena química. El espectáculo "Martita sea" gira en torno a cómo le cambió la vida desde que es famosa (más de millón y medio de seguidores en Instagram) y en concreto cómo le afectó a su vida sexual, de la que habla sin tapujos, reivindicando su promiscuidad con mucha gracia y desparpajo. El humor escatológico de "caca, culo, pedo, pis", un clásico ya desde el teatro grecolatino, se convierte aquí en "vengo a hablar de pollas, coños y peos, que es lo que más me gusta". Martita sale al escenario con una camiseta y playeros, bebiendo cerveza, haciendo gala de su naturalidad y encantada de ser la cómica que más entradas vende en España. El secreto de esta mujer sin pelos en la lengua, que sabe reírse de sí misma, es quizás su verdad, un punto de ternura dentro del recital de procacidades con el que el espectador (o más bien la espectadora) logra empatizar gracias a sus divertidas anécdotas, como la visita al ginecólogo, el patético episodio en un váter público, sus borracheras épicas, sus encuentros con fans que la llaman "monóloga" y le dicen "eres mi fan" o el hastío ante los subnormales que le envían "fotopollas". También hay espacio para un elogio de la amistad verdadera, con un momento más dramático dedicado a su amiga Ana, recientemente fallecida. A pesar de tener sólo 34 años, Marta Martínez ya se da cuenta de que se hace mayor y relata con mucha gracia los rasgos "viejunos" que se van apoderando de su vida. Pero el mensaje que prevalece es su reivindicación de la soltería y el derecho a no ser madre, para finalizar con su canción "Soltera" pidiendo respeto a toda orientación sexual, género y raza, con la felicidad como bandera. Un triunfo absoluto ante la numerosa audiencia que interactúa, corea, baila y ríe en este show de casi dos horas que supo mantener el ritmo y el ambiente festivo de principio a fin.

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