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Luchar contra tu espejo

Luchar contra tu espejo

El Albacete fue el Oviedo de tantas tardes: incómodo, pegajoso

Uno de los grandes méritos del Oviedo es haberse convertido en un equipo pegajoso. Es uno de esos conjuntos incómodos para cualquier rival. Equipos veteranos, curtidos en mil batallas, que saben llevar el tempo del partido, que defienden con orden y que siempre se las arreglan para encontrar el boleto premiado en el área rival. Un equipo al que no le importa hacer de malo de la película. El Getafe de Bordalás es un buen ejemplo. Esas características que definen al Oviedo de Anquela fueron las que puso ayer en liza el Albacete.

La imitación manchega empieza por el banquillo. Enrique Martín iguala en carisma y kilómetros en la categoría a Anquela. Dos viejos rockeros. La defensa también coincidía a los dos lados del campo. El Alba cerraba con tres centrales, con el argentino Saveljich haciendo de Forlín, mismo acento; dos guerreros a su lado; y dos carriles que buscaban profundidad (y bombardeaban con saques de banda).

El choque ante su espejo impresionó al Oviedo, incapaz de hacerse con los balones sin dueño. Ahí estuvo la clave. El Alba se fue imponiendo en cada pequeña batalla. A los azules les resultó imposible llegar al área, tenía ante sí un campo minado.

Los de Anquela solo gozaron de cierto peso en el tramo final, con Fabbrini reclamando el foco. Pidió el italiano al balón al pie y continuó Berjón su repertorio en su zona. Pero todo se apagó en el área, donde imperó la ley de los manchegos, un equipo incómodo, protestón, pesado de digerir. Como el Oviedo en tantos encuentros.

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