Anquela es ese huracán capaz de montar una reprimenda enorme en pleno entrenamiento e instantes después arreglar las cosas con un comentario ingenioso. "¡Diegui! ¡El día que no corras vas a ser tan malo como era yo!", le soltó al lateral en un entrenamiento en el que estaba insistiendo sobre sus movimientos defensivos. Esa capacidad para pasar de la bronca al cariño, el palo y la zanahoria, es la que hizo que se ganara al vestuario; o al menos, al grueso del mismo, porque como en toda caseta siempre hay insatisfechos. El modelo Anquela, ese estilo tan peculiar, termina su primer capítulo en el Oviedo con la agridulce sensación del trabajo que se queda a las puertas del objetivo. Habrá segundo capítulo a partir del 9 de julio.

Solución a los problemas. La mano izquierda para evitar los problemas fue lo que le facilitó una mejor entrada en el vestuario. Ese carácter se vio, por ejemplo, en cómo solucionó un incidente con Valentini en octubre. El técnico corrigió al central de forma vehemente en un entrenamiento. El argentino le contestó en alto, sus compañeros pudieron escucharlo, y Anquela decidió mandarlo al vestuario. Valentini abandonó el campo con gestos de desaprobación. Lo que podría haber sido un incendio, se solventó con las consecuentes dosis de mano izquierda. Anquela fue hábil, supo relativizar el asunto, se dirigió al futbolista, ya en frío, y le explicó que esos enfados eran "cosas del fútbol" y que, para él, todos eran como "hijos".

Esa relación paternal con el vestuario es la que destacan los futbolistas cuando se le pregunta por la labor del técnico. Y eso que también hubo broncas. Muy sonadas. Una importante fue el día antes de jugar en El Molinón. El Oviedo se había ejercitado en el Tartiere ante 2.500 seguidores. Había cánticos, ruido, aplausos. Parecía un partido. Anquela se pasa media sesión mirando a la grada con gesto de asombro. Pero lo que estaban haciendo sus jugadores no le había gustado tanto. Al llegar al vestuario, la tormenta: les suelta a los jugadores, contrariado, que si no llega a haber aficionados suspende el entrenamiento. Al día siguiente, el equipo da la cara en El Molinón. Jugada redonda.

Las situaciones difíciles. Evidentemente, la labor de Anquela, como cualquier entrenador, también presenta aristas. Además de la propuesta futbolística, que chirrió en varias fases de la temporada, también su gestión del vestuario enseña algunas debilidades. Los críticos le achacan no haber sabido exprimir mejor sus recursos. El jienense se ha defendido en varias ocasiones aduciendo que todos habían tenido su momento. Pero ha habido jugadores con una evidente falta de continuidad, la única forma de mostrar su potencial. El caso de Hidi es claro. Al húngaro lo alabó públicamente pero nunca llegó a acumular tres partidos seguidos. Dentro de la caseta, Anquela puso muchas veces como ejemplo a Pucko. Sin embargo, el esloveno no jugó ningún minuto desde la 15.ª jornada. Algunos compañeros vieron un comportamiento contradictorio con Pucko. Tampoco gustaron en exceso a algunos jugadores las referencias al nivel de la plantilla de las últimas semanas. Esa idea de que el nivel de los futbolistas no daba para más. Mantiene, alguno de los más críticos con el técnico que el discurso de puertas hacia adentro no era el mismo. Pero la situación nunca fue a más.

Apoyo mayoritario. En todo caso, el "sector crítico" con Anquela siempre fue menor. El entrenador contaba con el apoyo expreso de pesos pesados del vestuario. Esa defensa tan visible nunca la había tenido Hierro, Generelo o Egea, por citar a los tres últimos técnicos. En el caso de Hierro, por ejemplo, la mayoría de futbolistas estaban cómodos con él, pero la sensación es que no había una defensa tan vigorosa. De cara al público, Saúl Berjón y Christian Fernández (que lo conocían de antes) han sido los más claros al respecto, mostrando su apoyo públicamente en todo momento al entrenador. De puertas hacia dentro, Anquela ha contado con suficientes apoyos como para completar una temporada tranquila.