La coraza forjada por Anquela se quebró mínimamente a los 75 minutos y por esa rendija se coló Álvaro Vázquez para destruir el muro. El Oviedo había resistido hasta entonces a un alegre Zaragoza, mente ofensiva, pero el partido se le hizo demasiado largo. Los planes de Anquela hubieran salido planchados si Cristian, meta local, no hubiera desviado un penalti de Alanís. Ese era el guiño que necesitaba la hasta entonces pulcra defensa azul para seguir respirando. Pero el fútbol, juego de detalles, le dio en esta ocasión la espalda al Oviedo, que dejó su racha inmaculada de 2019 en La Romareda.

Los equipos habían entrado con prisa, como si quisieran quitarse de en medio rápido la incomodidad del horario. El Zaragoza mostró sus cartas desde el principio, mérito incuestionable viendo sus problemas clasificatorios. Es el conjunto maño un equipo que ataca con mucha gente cerca de la pelota. Y que concede numerosas lagunas atrás. Consciente de las dos caras de su propuesta, prefirió acentuar su dominio cerca del área de Champagne. Hasta ocho futbolistas maños merodeaban los últimos metros, con Delmás y Lassure como laterales-extremos. A pesar de los riesgos que eso dejaba a su espalda. Un estilo a contracorriente en Segunda.

El meta argentino fue el primero en presentar credenciales. Fue al tercer minuto. Un rechace dejó el balón manso en el área. Delmás definió, pero Champagne tapó cualquier vía a la red. Respondió el Oviedo como acto reflejo. Sacó Tejera raudo para Bárcenas, que chutó abajo.

El susto no inquietó al Zaragoza que mantuvo sus piezas en el campo del rival. El primer impulso del Oviedo al robar la pelota fue la de echar a correr, buscar la contra. Durante los primeros 25 minutos, el centro del campo se convirtió en una zona de paso, un carril de aceleración en el que las cosas sucedían a toda mecha. El nudo se desarrollaba en las áreas, algo inusual en la tantas veces rígida Segunda División.

A los 19 minutos, Bárcenas encontró a Johannesson en el vértice del área y el asturiano centró. Allí emergió Mossa para cabecear, pero Cristian despejó sobre la línea. Contestó el Zaragoza dos minutos después: James ganó la línea de fondo y la puso. Champagne punteó un balón que se cerraba peligrosamente.

A los 25 minutos, novedad, el Oviedo montó su primera jugada elaborada. Una acción de seis-siete pases seguidos. Un mensaje tranquilizador al partido. Como influido por el hechizo, el choque bajó automáticamente de revoluciones. Lógico por otra parte, parecía imposible mantener ese ritmo. En este punto, los de Anquela parecieron dudar. Las pérdidas del Zaragoza invitaban a la contra. Y los azules asustaron desde la izquierda, sin llegar a hacer sangre. Pero la posesión también le concedía a los de Anquela minutos de respiro. El equipo se movía entre dos aguas.

Pero la tregua duró poco. Los últimos cinco minutos volvieron a sacudir La Romareda. Primero, Folch encontró a Johannesson en el área en posición franca, pero el control le hizo perder la ventaja. Después, el Zaragoza mostró un ejemplo de alma ofensiva. Centró Delmás, lateral derecho, y remató Lassure, el zurdo. La defensa bloqueó el chut. Álvaro Vázquez tuvo la última antes de que el árbitro señalara el final de una animada primera parte.

El descanso fue un parpadeo que apenas alteró el guión. Salió de los vestuarios a por más el Zaragoza. Papu aprovechó el primer desajuste azul para pisar área enemiga, pero se precipitó en la ejecución. Un tembleque similar le entró a Zapater a los 56 minutos: la pelota, franca en el área, se fue a la grada. Como en la primera mitad, el mérito de los azules fue refugiarse ante la tormenta y esperar a que amainara. Sabían que llegaría su oportunidad.

Y se dio a los 61 minutos. Bárcenas improvisó un recorte en una baldosa, justo la que delimitaba el área, y un defensor maño le barrió. Penalti. Alanís presentó credenciales como lanzador, pero Cristian adivinó la trayectoria, centrada, para despejar la mejor opción carbayona en el choque. La acción, jaleada por la grada, sonó a punto de inflexión. La defensa azul había aguantado cada acometida maña, pero aún quedaba mucho argumento por delante. La acción de Alanís condicionaba el resto del partido.

Porque al Oviedo le pesaron las piernas y al Zaragoza le crecieron las alas. El fútbol como estado de ánimo. Álvaro Vázquez, superado en cada duelo individual hasta entonces, se puso el disfraz de aguafiestas para recordarle a los azules que en 2019 la Segunda sigue siendo tan traicionera como el año anterior.

Su primer zarpazo llegó en una jugada confusa. Con la defensa adelantada, Johannesson quiso despejar apurado por un atacante maño. El envío salió directo a Vázquez, en posición adelantada pero que pareció habilitado por el despeje azul. El ariete no falló ante Champagne.

Intentó reaccionar el Oviedo, con más pólvora en el campo. Acabó con tres delanteros y, sin embargo, nunca dio la impresión de inquietar a Cristian. Como si las opciones se hubieran desvanecido entre el penalti de Alanís y el acierto de Álvaro. Al 9 maño le quedaría una última acción, la rúbrica al choque con un excelente remate de tacón que puso el 2-0 y acabó con la racha del Oviedo en este 2019. Al Oviedo, enérgico durante 75 minutos, le sobró el cuarto de hora final. Demasiadas concesiones en la exigente Segunda.