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El Oviedo de la campaña 1954-1955. De pie, y de izquierda a derecha, Argila, Falín, Toni, Pacheco, José Luis, Valentín y Pita. Agachados, Parajón, en el círculo, Duro, Aloy, Salaberry y Castro.

Segunda División

Parajón, el dandi del Oviedo

Delantero azul en los años cincuenta, paseaba por la calle Uría en traje y madreñas "Era un bromista total, un personaje", rememora un amigo

Por el Oviedo, que cumple el próximo mes de marzo 94 años, han pasado oficialmente 860 jugadores, según contabilizan en el museo del club, a cargo del expresidente Juan Mesa, estudioso de la historia azul. Cada jugador tiene su relato. Desde los que coparon las grandes hazañas del Oviedo triunfal antes de la guerra civil hasta el regreso al fútbol profesional en 2015. Los hay que dejaron huella, especialmente en las épocas doradas: la delantera eléctrica de los años 30 y los Carlos, Lacatus y compañía de los dorados noventa.

También existen otros futbolistas azules que, aunque con historias menos corrientes, figurarán para siempre en el recuerdo de los aficionados más veteranos. Es el caso del delantero azul Luis Alberto Rojo Parajón (Oviedo, 1931-1961), que jugó cinco temporadas en el Oviedo en dos épocas diferentes. La historia de Parajón -no confundir con Cesáreo Parajón, jugador azul que falleció en un accidente de tráfico en 1980 con veinte años, aunque también era de Lieres, en Siero, como el Parajón de este reportaje- es singular.

La figura del primer Parajón se parte en dos prismas; la futbolística y la personal. Con el balón, un delantero rematador, que quizá prometía más en sus inicios. Estuvo en el Vetusta y con el primer equipo del Oviedo debutó en un partido contra el Athletic de Bilbao. En dos etapas (1950-1952; 1954-1956) se enfundó la camiseta azul en 53 partidos, 43 de ellos en Segunda, dos en la Copa del Generalísimo y cinco en promoción. Ariete diestro, marcó veinte goles. Además de en el Oviedo, jugó en Las Palmas (1951-1953), en el Caudal (1953-1954), en la Felguera (1956-1957), en el Córdoba (1957-1958) y se retiró en el Siero (1958-1959), en Tercera División. "Era un buen jugador, delantero centro, lo recuerdo perfectamente, de la época. Tuvo una muerte prematura y fue una pena. Estaba ya retirado. Lo recuerdo como un buen ariete", dice Santos Muñoz (Oviedo, 1921), que es socio azul desde 1932. Pero la vida de Parajón no se puede repasar sin rescatar sus historias fuera del verde. Las anécdotas vuelan. "Tuve mucho trato con él porque mi madre era de Lieres y la suya también. Iba mucho a El Cristo, jugaba a los bolos con Herrerita y otros jugadores. Como delantero era tremendo, pero como personaje no tenía definición, un bromista, un personaje inclasificable del que se podrían estar contando anécdotas una semana", explica José Luis Díaz Puente, que trató mucho con el futbolista en su juventud. Parajón era un dandi, no había un día que no saliese por Oviedo luciendo un traje inmaculado. Ironía por bandera -en una época de pocas bromas, en pleno franquismo- fue un asiduo a la noche ovetense de la época.

Acostumbraba a mezclar su look elegante con toques populares, todo para llamar la atención. Provocaba hilaridad: "Un día podías verlo paseando por la calle Uría con madreñas y traje, todo para dar la nota. Era un vacilón, parecía como de otra época", explica Díaz. También hay quien le recuerda paseando por el centro de la ciudad vestido de cazador, con una escopeta de juguete y acompañado por un perro. "Un viva la virgen, de los que merecía la pena conocer. Hay cosas que no se pueden contar", prosigue el que fue su amigo. Del Oviedo se fue a Las Palmas, en 1952, en Segunda División. En Canarias las tuvo de todos los colores. En un partido contra el Plus Ultra de Madrid fue a abrazar al árbitro después de que un jugador del equipo rival fallase un penalti que el colegiado había mandado repetir. El árbitro le expulsó, pensando que le iba a agredir, y a Parajón le cayeron varios partidos.

Díaz también sabe a ciencia cierta otra de las andanzas de Parajón en una noche en Las Palmas con Manolo Díaz, un joven asturiano que iba para boxeador y que competía en un torneo amateur en Canarias. "Parajón se enteró de que había un chaval asturiano en Canarias y quiso ir a conocerlo al hotel. Se cayeron muy bien y pasaron juntos la noche antes del combate. Manolo se durmió, no boxeó, y la Federación le sancionó. Después de eso siempre decía que Parajón le había fastidiado la carrera", finaliza. Parajón fue un hombre feliz, según la gente que lo recuerda, y tuvo un trágico final antes de tiempo. Tenía 31 años, estaba retirado, cuando en 1961 falleció ahogado en la piscina de El Cristo, en Oviedo, tras un corte de digestión. "Un tipo singular que acabó muy pronto. Único", finaliza Díaz.

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