Cuentan las crónicas de la época, que cuando los jugadores del Oviedo pisaron, aún vestidos de calle, el césped del Luis Sitjar, se fijaron inmediatamente en el marcador. Un 1-2 sonriente para los intereses azules lucía en lo alto del estadio. Sería un gesto premonitorio, un guiño al futuro inmediato. Aquel 13 de marzo de 1975 el Oviedo visitaba al Mallorca, como hará mañana, con la necesidad de ganar para seguir metido en la pelea por el ascenso a Primera División. Y, en las horas previas, un asunto de suma importancia ocupaba la mente de Vicente Miera: ¿Cómo suplir las bajas de los dos delanteros titulares? Galán y Marianín no habían viajado y el técnico tuvo una ocurrencia.
No eran dos bajas cualquiera, eran los dos jugadores que marcaban las diferencias en el área. Dos delanteros de enjundia. Tan distintos y tan eficaces ante las metas rivales. Galán fue el máximo goleador de Segunda en la temporada 71-72, que acabó con ascenso del Oviedo. Marianín se había proclamado "Pichichi" en Primera en su primera campaña con la zamarra azul, la 72-73. Perder a los dos de golpe suponía un duro reto para cualquier entrenador. Al cántabro se le ocurrió una fórmula que, por entonces, no estaba muy en boga: situar a Javier, interior, en el área.
Aunque el papel del centrocampista fue muy diferente a la de un nueve clásico. Javier apenas pisó el área. Partía como jugador más adelantado para, explica la crónica de LA NUEVA ESPAÑA de José M. Vaquero, tirar diagonales o ayudar entre los centrocampistas. La zaga del Mallorca no terminó de ubicarse. Cuando Javier abandonaba su zona, su compañero Alarcón aparecía en la escena por sorpresa. La táctica del "falso nueve", la que Guardiola puso de moda con Messi y que Del Bosque abrazó con Fábregas como comodín en la Eurocopa de 2012 tuvo un precedente a mediados de los 70.
Aquella tarde, Miera formó con Dujkovic; Carrete, Tensi, Vicente; Chema, Iriarte; Maxi, Jacquet, Cortés, Javier y Alarcón. El Mallorca, por su parte, apostó por Campos; Mariano, Sans, Frígols; Garay, Almagro; Jenaro, Tinín, Nebot, Urruchurtu y Bartolí. Sumar en el Luis Sitjar, donde los favoritos al ascenso ya habían pinchado, suponía un paso adelante importante en la carrera por regresar a Primera.
El Oviedo dominó desde el primer impulso, ayudado por el novedoso sistema introducido por Miera, pero la primera parte se desarrolló sin incidencias en las áreas. El juego en el centro del campo se llevó el protagonismo. Todo cambió tras el descanso. El Mallorca, que acabaría descendiendo, apretó hasta frecuentar el área carbayona. Los bermellones pidieron varios penaltis, pero el colegiado Ausocúa Sanz se mantuvo imperturbable. El 0-1 allanó el camino de los asturianos. Javier, indetectable para los zagueros baleares, recibió y filtró un gran pase a la derecha, donde apareció Carrete. El defensa batió a Campos en su salida. Apenas cuatro minutos después llegó la sentencia. La jugada resume el hambre de aquel Oviedo. Jenaro avanzaba con la pelota cuando Iriarte, especialista en el robo de balón, le birló la pelota y batió a Campos para aumentar la renta.
El 0-2 finiquitó el partido, aunque el Mallorca peleó hasta el final, apoyado por un tanto de Mariano en un lanzamiento de falta, en el que Dujkovic pudo haber hecho más, a tres minutos del final. Los de Miera supieron cerrar todas las vías a los bermellones para regresar a casa con una importante victoria.
Aquel fue el único triunfo del Oviedo en Mallorca en toda su historia, en un desplazamiento con claro sabor agrio para los azules: a ese triunfo le acompañan 8 empates y 14 derrotas. También fue un punto de apoyo decisivo para los de Miera, que acabaron la 74-75 ascendiendo como campeones de Segunda.