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Los mordiscos del Tiburón

l El hostelero Ramón Gamonal le prepara todos los días un menú según las reglas del nutricionista: solo se saltó la dieta un día, ayer, para probar el cachopo

Leschuk, en El Requexón.

Como un día es un día y ayer tocaba celebrar, Gustavo Blanco Leschuk festejó ayer con un grupo reducido de sus cercanos el triunfo de Zaragoza y su estreno anotador. El premio, una paella y un cachopo. Una concesión excepcional en la disciplina espartana que el argentino sigue con la comida. “Es una obsesión para él”, cuentan sus próximos. Blanco Leschuk, el delantero que dio el triunfo al Oviedo en La Romareda se siente cada vez más cómodo en el campo. Influye su adaptación a la ciudad, al vestuario, a los métodos de Ziganda y un óptimo estado de forma. Desde que aterrizó en Oviedo, el ariete ha adelgazado cerca de 2,5 kilos, un pellizco básico para que encuentre su mejor momento de forma.

En esa puesta a punto hay dos factores decisivos. De una parte, el doctor Jesús Bernardo, nutricionista del Oviedo que elabora semanalmente un menú personal para el futbolista. En ese documento establece todas las comidas del día y muestra el seguimiento en el estado del jugador, que adelgazó un kilo en su primera semana en Asturias y que, después, ha logrado afinar perdiendo cerca de otro kilo y medio.

Bernardo marca las pautas y Ramón Gamonal y Lola González ejecutan. Son los propietarios del Café de la Tierra y del Pichote, negocios de hostelería ubicados en La Florida. Ellos dan de comer diariamente a cinco jugadores del Unión Financiera Base Oviedo de balonmano tras un convenio con el club. Y también sirven todos los días la comida a Blanco Leschuk.

“Mi mujer es la que trata más con él; ha encontrado una segunda madre en Oviedo”, relata Ramón, que es el que se encierra en la cocina para, según las directrices del doctor Bernardo, elaborar el menú. Y los límites son infranqueables. “No por nosotros, sino por él. Gustavo tiene las ideas claras y no se salta nunca la dieta”, señala, antes de matizar lo sucedido ayer, la única excepción vista hasta la fecha: “Lleva 5 semanas con nosotros y hasta hoy -por ayer- no había probado el cachopo. Y mira que los ve pasar por delante cuando viene a recoger su comida”.

El Tiburón desayuna por su cuenta (café, pan integral con aceite y fruta marca la dieta) y Ramón le prepara comida y cena, y la merienda cuando se permite algo especial. “No tiene peticiones muy extrañas, se ciñe a lo que le pide el nutricionista. Fíjese si va por el libro que algún sábado aún no ha recibido el menú y puede comer a la carta. Y nos pide salmón y calabaza cocida. ¡Ese es su máximo lujo!”, señala Ramón con tono jocoso.

El menú contiene varias dosis de pollo (2 o 3 días), pescado (el deseado salmón, además de merluza o dorada), muchas verduras salteadas como cena (y brócoli, acelgas y coliflor) y las hamburguesas como concesión a la carne. Aquí, una sorpresa: “Ya nos pasó con Egea, un buen amigo que comía mucho aquí. Los dos son argentinos y les gusta la carne muy hecha”.

Los esfuerzos ven ahora su recompensa. Blanco Leschuk es el nueve de Ziganda que, tras el triunfo en La Romareda, le cubrió de piropos: “Que siga con esa mirada de querer aprender”. Hombre querido en el vestuario, reservado y humilde, el gol en La Romareda es, en parte, una liberación en lo personal: al delantero siempre se le acaba evaluando por los aciertos en el área. Y aunque no sea su especialidad, el gol refrenda la confianza que el club ha depositado en él. Es el jugador mejor pagado.

El viernes, cuando anotó con un certero derechazo un centro de Tejera, el delantero situó los dedos de una mano sobre otra, formando una “T”. Era la dedicatoria pendiente a Tomás, un amigo ovetense al que llama cariñosamente Tomasito. Blanco Leschuk, el Tiburón, ha afinado su figura al límite y los efectos de los esfuerzos ya se traducen en el campo. El Oviedo tiene al delantero que tanto ansiaba.

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