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Santiago Llorente, secretario técnico del Oviedo en 1989 y entre 1995 y 1998: "El fichaje del que me siento más orgulloso fue el de Paulo Bento, un jugador de época"

"Aposté por Cantatore como sucesor de Miera pero el acuerdo previo se rompió y fuimos a por Irureta"

Santiago Llorente, en Valladolid. | S. LL.

Diseñó el Tenerife más exitoso de su historia y fue partícipe de un Oviedo que buceaba en el mercado global para fichar talento internacional. Santiago Llorente, exsecretario técnico de los dos equipos que hoy se enfrentan en el Rodríguez López, repasa para LA NUEVA ESPAÑA desde Valladolid, su actual residencia, su etapa en los noventa como encargado de diseñar las plantillas del Real Oviedo.

Su etapa azul.

"He sido muy feliz allí, tanto en lo profesional como en lo deportivo. Estaba en un piso en la calle Paraíso, cerca del Oviedo antiguo, me tomaba alguna copa en la Regenta. Fue una época preciosa, con el Oviedo en Primera y fichando jugadores muy interesantes. Una ‘década prodigiosa’ de la que pude ser parte".

El sucesor de Miera.

"Mi primera etapa se inicia con la 89/90 ya iniciada. Enrique Casas era el secretario técnico, pero renuncia y Eugenio Prieto me llama. Miera era el entrenador. Nos dijo que no seguía y Eugenio me encomendó encontrarle sustituto. Mi apuesta fue Vicente Cantatore, con el que había estado de segundo en el Valladolid. Llegamos a un acuerdo, en secreto, pero se hizo público y hubo una reacción negativa de la gente. Cantatore rompió el acuerdo y fue entonces cuando propuse a Irureta, al que ya seguía en el Valladolid porque lo estaba haciendo genial en Sestao. También logramos la vuelta de Carlos, que fue una gestión brillante de Eugenio con el Atleti. A cambio, le dábamos opción preferente por Bango y Luis Manuel".

Eugenio Prieto.

"Teníamos una magnífica relación. Él tenía mucho tiempo libre y como ya el primer año estaba allí sin mi mujer íbamos mucho a comer. Era un presidente intervencionista, pero sabía de fútbol. Muy diferente a los de ahora. Estoy seguro que al presidente actual del Oviedo le preguntas por Paquito e Iguarán y no los conoce, igual que Ronaldo (presidente del Valladolid) no sabe quién es Gerardo Coque".

Salida y regreso.

"Casas había dimitido, pero seguía por el club, eso me incomodaba. Al acabar la 89/90 le dije a Eugenio que lo mejor era salir. Y me fui al Tenerife. Vuelvo en octubre del 95, con la temporada iniciada. Estaba Brzic, un entrenador sui generis, alejado de las tendencias de entonces. Era trabajador y se llevaba muy bien con la plantilla, pero sus métodos chocaban con mi mentalidad. A mitad de temporada empezamos la búsqueda de su sustituto. Me gustaba Marcelo Bielsa, le fui a ver a Argentina, pero tenía dudas de si la gente aguantaría su ritmo. Era muy especial. Lo valoramos pero no lo vi claro. Aposté por Lillo, me parecía un revulsivo para el banquillo".

El fracaso de Lillo.

"Es la espina que me queda de aquella época. Teníamos un buen equipo, habíamos fichado a Bento, Abel Xavier, Gamboa, Iván, Gay y Velamazán, y Lillo tenía una propuesta muy atractiva. Debutamos con el Barça de Ronaldo y jugamos genial, aunque perdimos. Había una sensación generalizada de que ese sería un año muy bonito. Y la verdad es que no sé qué pasó, no se dieron las circunstancias, pero hubo un momento que no le ganábamos a nadie y se creó una brecha con la afición. Tuvimos que despedirlo".

Tabárez.

"Queríamos un entrenador contrastado. Era serio y tenía las cosas claras. Fiché a Dely, Pompei y Joyce Moreno. Fue parecido a lo de Lillo: empezamos muy fuerte y nos desinflamos. Salvamos la papeleta en la promoción contra Las Palmas. Tabárez dejó el legado de profesionalizar al club en los métodos, aunque la mejora de instalaciones, como el gimnasio, fue cosa de Eugenio".

¿Cómo se fichaba entonces?

"Lo más importante, entonces y ahora, es tener información. Y que sea útil. No tenía sentido que fuera a ver un Milán-Ajax, porque no era nuestro mercado, pero sí las ligas francesa y portuguesa por ejemplo. No había programas para ver los partidos, te llegaban vídeos con 3 días de retraso pero contabas con gente de confianza en todos lados y viajabas mucho. Lo que más me gusta era el mercado de Sudamérica, era muy accesible. De allí me traje a Gamboa, Pompei o Juan González. También me gustaba el portugués, que por entonces estaba un escalón por debajo".

Su mejor fichaje.

"Del que me siento más orgullos fue del de Paulo Bento. Le seguía, me llegó que quería salir y que el Benfica estaba por la labor. Pagamos bastante, creo que 200 millones de pesetas, pero mereció la pena. Fue un jugador de época, a la altura por ejemplo de Sánchez Lage en la historia del Oviedo".

La incorporación más difícil.

"La de Borrelli. Llegamos a un acuerdo con él, porque quedaba libre, pero luego el Panathinaikos le quiso renovar. Nosotros teníamos su firma y tuvo que intervenir la FIFA, que nos dio la razón. Recuerdo ir con Eugenio y Celso a Atenas, aterrizar, cerrar el acuerdo y volver a las dos horas a España. No queríamos estar más de lo necesario allí".

El fichaje imposible.

"Barajamos la opción de Puyol, cedido del Barça, pero era muy complicado. Jugaba de volante o lateral, no de central, pero apostaban fuerte por él. Nos lo recomendó Martínez Vilaseca, que trabajaba en la cantera culé, y le había visto con el filial. No se dieron las condiciones".

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