El Oviedo menos reconocible: las razones de la derrota en Valladolid

Imprecisos con el balón y blandos sin él, los azules deben ahora aprender de una derrota que duele

Bastón despeja un balón de cabeza en un córner a favor del Valladolid. | Área 11

Bastón despeja un balón de cabeza en un córner a favor del Valladolid. | Área 11 / Nacho Azparren

Nacho Azparren

Nacho Azparren

Se centró Luis Carrión en los -múltiples- defectos de su equipo con la pelota en el duelo de Zorrilla, un guantazo directo al autoestima de un equipo que se estaba creyendo. Le dolió al técnico porque se pasó toda la semana repitiendo con sus hombres los conceptos básicos en la salida de balón. "Sabíamos que el Valladolid es el equipo que más alto presiona…", se lamentó el entrenador en la sala de prensa de Zorrilla, aún con el cabreo en el cuerpo. Era consciente de la oportunidad perdida. Todo empezó por esa batalla entre la presión local y el toque visitante, decantada de forma clara del lado pucelano. Pero no fue la única pelea en la que el Oviedo salió perdiendo.

Sin agresividad en una cita clave. El 1-0 anotado por el Valladolid supone una perfecta síntesis de lo que supuso el choque para los de Carrión. Una pérdida y un repliegue algo desordenado precedieron a la acción del gol de Monchu. En ella, Meseguer juega para Amtah, este para Luis Pérez, que devuelve a Amath, para que este cede de cara al centro del lateral. No es lo que lo hagan a un ritmo elevado, ni mucho menos, pero los defensas azules persiguen sombras, facilitando el trabajo pucelano. El centro le cae a Monchu, solo, para sumar más errores a una jugada con consecuencias catastróficas para el Oviedo.

Es un ejemplo, uno doloroso, de la diferencia de activación de los dos equipos en el partido. Así pareció a simple vista y así lo confirman los datos. Hay uno que llama la atención: el Valladolid cometió 20 faltas por tan solo 9 del Oviedo. ¿Distintas intensidades a la hora de presionar? Ahí va otro dato: los de Pezzolano recuperaron 73 balones, por 55 de los azules.

No era el día con el balón. Quizás haya que partir de esa idea de falta de agresividad sin el balón pero para Carrión, así lo ha demostrado varias veces, lo que le molesta de verdad es que el equipo no muestre su potencial cuando tiene que proponer. Con la pelota, el Oviedo fue directamente el menos reconocible de la etapa Carrión.

Todo lo ensayado durante la semana, esa presión bien arriba del rival y la forma de salir de la cueva a través de los laterales, nunca llegó a plasmarse sobre el césped de Zorrilla. Tampoco Colombatto estuvo fino en la construcción, ni Moyano supo aparecer entre líneas. Le quedó un recurso a los azules: buscar en largo a Alemão, que inició el choque ganando un par de disputas esperanzadoras para pasar a continuación al mismo ritmo de malas decisiones que sus compañeros sobre el terreno de juego. “Mi peor día”, resumió Carrión, dándole vueltas aún a la cabeza a la incapacidad del equipo para construir una jugada digna.

Sin suerte en los momentos puntuales. Carrión mencionó de pasada las ocasiones malogradas, subrayando que tampoco era una visión relista lamentarse por ellas. Pero lo cierto es que el Oviedo, en esa versión tan gris, gozó de dos balones importantísimos para igualar la contienda. Y en esto del fútbol, dibujar un nuevo guion totalmente impredecible.

Pero tampoco esta vez se pudo contar con la fortuna. Se chocó Alemão con el poste justo antes del descanso. Erró Moyano con todo a favor a la vuelta de vestuarios. Cuando el Oviedo aún lamentaba la definición del extremo, llegó el doble mazazo local. Y con él, la sentencia por adelantado en un día en el que todo lo pudo salir mal salió peor. Toca reflexión y aprendizaje. Y una reacción con ficha y rival: el sábado que viene, ante el Levante.

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