Opinión | Canta y no llores

El problema de ir crecido

El Oviedo se plantó en Valladolid borracho de felicidad y se fue tiritando tras un manotazo pucelano que, bien gestionado, puede ser positivo

El problema de ir crecido

El problema de ir crecido / Xuan Fernández

No podía pintar mejor. Superado el mal trago del derbi con una goleada redonda, el Oviedo visitaba Valladolid contento, alegre. Para qué negarlo: un poco hinchado tras una semana buena en la que hubo alguna que otra merecida fiesta por el Antiguo. Sí, llegaba el equipo algo crecido. Con la sonrisa puesta de oreja a oreja. ¿Cómo no iba a estar borracho de felicidad? Muchas veces es inevitable levitar unos días en tan largo desafío. Por mucho que la Segunda ya tal, por mucho que la igualdad sea máxima, por mucho de lo que todo el mundo sabe. Un 5-0 bien vale un poco de relax. Por todo eso, el guantazo del hermano pucelano del viernes en Valladolid fue de los que dejan la cara roja durante días. A mano abierta y sin opción a contestar. Zas. Un trompazo de los buenos para volver a la tierra. De los que escuecen y humillan. El (esperemos que solo) traspié en Valladolid viene a dar la razón a los directivos azules de las más altas instancias del Oviedo, que en épocas de subidón insisten en intentar bajar el suflé por miedo a un exceso de euforia que provoque un cataclismo.

Lo cierto es que en una industria en la que a menudo se pasa del blanco a negro en segundos, sin tiempo para grises, conviene desdramatizar. El Oviedo fue un espectáculo ante el Burgos y fue una calamidad ante el Valladolid. Ambas cosas son compatibles en esto del balón. Eran los mismos protagonistas, pero salieron diferentes. Suena a tópico, pero no por eso deja de ser verdad: en Pucela faltó coraje desde el principio. Colombatto no pudo ser más claro tras el partido.

Sin ganar una disputa da igual que Cazorla se ponga a teledirigir pases. ¿Cura de humildad? Puede ser. Sobre todo, para los que juegan, ya que Carrión y los directivos, como cuentan las fuentes mejores informadas de El Requexón, llevaban toda la semana advirtiendo sobre el peligro de un exceso de relajación de los jugadores.

En realidad, es inevitable ser futbolista del Oviedo y caer en cierta autocomplacencia en algún momento puntual. Un jugador azul es hoy y ahora un ‘semidios’ en la capital. Así se lo hacen creer dentro y fuera. El propio club lleva fomentando el exceso de halagos años, especialmente en la etapa de Carso, lo que ahora se intenta reconducir. Como si jugar en Segunda en el Oviedo diese acceso al Olimpo. Por eso, el toque de Valladolid, bien gestionado, puede ser incluso positivo. El Oviedo está a tiempo de todo y tiene madera para que en junio quede una gran obra, pero todavía no ha hecho absolutamente nada. Conviene tenerlo muy presente para evitar disgustos. Ahora se entiende, por ejemplo, alguna bronca que otra de Carrión en El Requexón, de las que molestan a más de uno cuando salen a la luz.

Valladolid debe dejar una lección: se puede caer por falta de pericia, pero nunca por indolencia. Y conviene intentar sacar el carácter. Porque lo de Valladolid puede ser anecdótico, sí, pero no es la primera vez este curso que al Oviedo le falta una marcha de personalidad. Sucedió en el derbi, sin ir más lejos, aunque el partido quedase luego marcado por lo que no se pitó en el área. Al equipo, se ha dicho, le hace falta ‘espabilina’ fuera de casa y también talento arriba. ¡Qué falta hace Paulino! Al igual que el mejor Luismi, que es insustituible, así como Lucas, por mucho que Viti haya respondido como lateral. Otra cosa es la baja de Costas, supurada cómo se puede. Veremos Millán, que está con ganas; y también se echa de menos la otrora aportación decisiva de Borja Sánchez, que busca su mejor forma física. Los hay que torpemente ya apuntan al "10"… No aprenden.

Suscríbete para seguir leyendo