La crónica de cómo se construyó el triunfo del Oviedo ante el Elche: la victoria más gritada se cocinó en el medio

El trabajo oscuro de Colombatto, Luismi y Seoane, clave en un triunfo en Elche con el 30% de la posesión

Nacho Azparren

Nacho Azparren

Un dicho muy repetido en las maratones es que son 30 kilómetros de piernas, 10 de cabeza y 2 de corazón. Si hubiera que adaptar la teoría a la maratoniana Segunda División, podría resumirse en que durante 30 jornadas es juego (piernas y cabeza) y a partir de entonces hay que agarrarse a cualquier cosa (corazón). Los equipos alcanzan abril en reserva por un calendario extenuante y solo los que saben reforzar sus virtudes y navegar con pericia entre sus defectos triunfan. Al Oviedo, se vio en Elche, tiene motivos para soñar con un final feliz: le sobra corazón.

Era el día D. Y el equipo triunfó. Fue el Oviedo menos Carrión de la etapa del catalán en el banquillo. Lo que lleva a una serie de conclusiones. La más directa: que si el equipo logra ampliar registros será aún más peligroso.

Fue el Oviedo menos Carrión porque prescindió deliberadamente de su habitual juego asociativo. ¿Mérito del Elche? Puede ser, pero en realidad así había entrenado por la semana el técnico y así lo plasmó sobre el campo. Los azules solo gozaron del 30% de la posesión, una cifra llamativa en un conjunto que promedia un 54,6% de dominio de la pelota, uno de los más altos en la categoría. La victoria se explica con algunos nombres propios. Como Alemão, vencedor ante los centrales rivales, a los que se impuso en seis duelos. Como Leo Román, seis intervenciones, cifra más alta de la temporada. Pero hubo un trabajo más oscuro, menos visible para el aficionado, que sirvió para cimentar el triunfo.

Si el Oviedo quería salir sonriente de Elche, debía aplicarse en el medio. Cederle el balón al Elche conllevaba muchos riesgos, sobre todo si los de Beccacece encontraban hombres libres por dentro. Ahí sobresalió el trabajo de Luismi y Colombatto, pero también de un Seoane que dejó el esmoquin en el armario para lucir el mono de trabajo.

Los tres lideraron -junto a Bretones- al Oviedo en recuperaciones: 8 Colombatto, 7 Luismi y 6 Seoane. Y en el cuerpo a cuerpo: El del casco ganó 7 duelos, el argentino y el madrileño, 5. Pero por encima de la fría estadística, el hecho de que los hombres interiores del Elche no lucieron y los de fuera raras veces recibieron balones francos. Fue un Oviedo diferente, así lo reconocen los mismos protagonistas. Ajeno a su estilo más habitual, aunque tremendamente competitivo. De hecho, es el partido con menos balón con Carrión en el banquillo y el segundo con una cifra más baja de la temporada, solo superado por el 27% de posesión mostrado ante el Levante en la primera vuelta, aún con Cervera a los mandos.

La efectividad de la propuesta se percibe en otros detalles. Por ejemplo, fue el segundo partido con menos pases completados en el último tercio del campo en todo el curso. Y a pesar de que las cosas se rodaron lejos del área de Dituro, el Oviedo probó al argentino en cuatro ocasiones, algunas tan claras como el mano a mano salvado ante Alemão o un remate en semifallo de Masca. La pelota fue del Elche, los sustos de los de Carrión.

El Oviedo, empujado por un centro del campo gremial, añade nuevas armas a un final que se presume apasionante. Ahora que cada detalle cuenta, el equipo de Carrión quiere dar un paso más. La victoria de Elche enseña nuevos caminos.

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