Opinión
El patólogo como director de orquesta científica
La vital importancia de crear unidades de enfermedades endocrinas a las cuales deben pertenecer todas las especialidades involucradas en la evaluación de los casos
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El patólogo como director de orquesta científica
Severino Rey Nodar es Médico Patólogo del HUCA y Presidente de la Fundación FORESC-FEBIP
La analogía del patólogo como "director de una orquesta de científicos" es una metáfora interesante que sugiere el papel de coordinar y liderar un equipo multidisciplinario de científicos en el campo de la medicina. Al igual que un director de orquesta, el patólogo endocrino, el que se dedica al diagnóstico de las enfermedades endocrinas, tiene la responsabilidad de reunir a diferentes especialistas, cada uno con su experiencia y conocimientos únicos, para trabajar en armonía hacia un objetivo común: comprender la naturaleza de las enfermedades y mejorar el diagnóstico y tratamiento de los pacientes.
El patólogo especializado en las enfermedades endocrinas, y aquellas que se originan en otros órganos pero cuyo diagnóstico y tratamiento implica el uso de hormonas, necesita comprender profunda y ampliamente el panorama general, así como poseer la habilidad para comunicarse eficazmente con cada miembro del equipo, al igual que lo necesita un director de orquesta, siendo capaz de coordinar las contribuciones de los investigadores, científicos de laboratorio, clínicos y otros expertos, asegurando que todos trabajen en sintonía conjuntamente hacia soluciones innovadoras y precisas.
Como un director de orquesta guía a sus músicos para interpretar una composición de manera cohesiva y expresiva, el patólogo dirige al equipo de científicos para analizar muestras provenientes de punciones, biopsias y órganos extraídos por cirujanos, interpretar resultados y llegar a conclusiones que puedan tener un impacto significativo en la medicina y la salud pública.
La patología endocrina es una subespecialidad dentro de la anatomía patológica que se ocupa del diagnóstico de las enfermedades del sistema endocrino, que incluye no solo a las glándulas reconocidas por todos (tiroides, paratiroides, hipófisis, el páncreas endocrino productor de insulina y otras hormonas, las glándulas suprarrenales, entre otras), sino también las células neuroendocrinas que se localizan en diferentes órganos de nuestro cuerpo, tales como pulmones, aparato gastrointestinal, mamas, próstata, entre otros.
El patólogo, para emitir su informe final tras examinar las muestras obtenidas de un paciente, debe contar con toda la información clínica (síntomas y signos), historia familiar, hábitos (tabaco, medicación crónica, alcoholismo, entre otros), actividad laboral a la que se dedica el paciente (existe una relación muy directa entre algunas actividades y el cáncer) y, además, los aspectos más específicos de la lesión (tamaño, forma, vascularización, presencia de calcificaciones, si está delimitado a una glándula o compromete tejidos adyacentes).
El informe anatomopatológico debe contar con el resultado de las técnicas auxiliares de diagnóstico, pronóstico y moleculares de gran impacto en el manejo global de un paciente. El patólogo, adicionalmente, puede sugerir que la lesión estudiada forma parte de un síndrome genético o familiar.
Como en muchas otras enfermedades, en las de tipo endocrino debe haber un abordaje ineludiblemente multidisciplinar, en el que desempeñan un papel decisivo los patólogos a los que se debe exigir un riguroso y específico entrenamiento en la interpretación de las alteraciones observadas en los tejidos estudiados, siendo capaces de reconocer su significado y situarlo en el debido contexto clínico-patológico. Para esto, resulta de vital importancia la creación de unidades de enfermedades endocrinas a las cuales deben pertenecer todas las especialidades involucradas en la evaluación de los casos y donde se preconice la discusión colectiva –pre y posoperatoria– de cada paciente en particular.
Por otra parte, es responsabilidad del patólogo velar por la correcta y más óptima preservación y utilización de los tejidos para la aplicación de las técnicas auxiliares disponibles para diagnóstico, y la creación y debida custodia y adecuada conservación de muestras en bancos de tumores para investigaciones posteriores que conduzcan al descubrimiento de nuevos marcadores y novedosos y más específicos tratamientos.
Resulta absolutamente imperioso reconocer la complejidad de la patología endocrina en la era de la medicina traslacional, abarrotada de nuevos conceptos, interrelaciones, integraciones y desafíos; que cada órgano con implicaciones endocrinas en nuestro organismo sea estudiado y considerado como tal y abordado por un comité especializado en estos temas; que cada especialidad ejerza su rol definitorio en el manejo de estas lesiones.
En fin, que se entienda que para un buen abordaje de las enfermedades del sistema endocrino se requiere un conjunto de músicos expertos que conforman una exquisita orquesta. Seamos cada día mejores directores.
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