Entrevista | Pablo Argüelles García Médico cardiólogo, abogado y escritor gijonés

"No curaré mejor por ser abogado, pero me manejo mejor con la burocracia"

"No se me hizo raro empezar Medicina con 27 años porque cuando competía al ajedrez de niño lo hacía con gente mucho mayor; la mayoría de mis primeros amigos del ajedrez ya se han muerto"

Pablo Argüelles, en el entorno de Poniente

Pablo Argüelles, en el entorno de Poniente / Marcos León

Pablo Argüelles García (Oviedo, 1984), tras pasar sus primeros años de vida en La Felguera, lleva toda su vida en Gijón. Formado en Derecho tras elegir la carrera un poco más por descarte que por vocación, se metió a estudiar Medicina con 27 años y hace un año terminó su residencia como cardiólogo en el Hospital de Cabueñes. Desde entonces, trabaja en la Clínica Asturias y ultima la apertura de su propia clínica en Gijón, en la zona de Poniente, mientras trabaja en el que será su segundo libro, un manual sobre cardiología adaptado para pacientes. Excampeón de ajedrez cuando era apenas un niño, Argüelles es también un apasionado de la biología molecular, cuyos detalles aprendió acudiendo por su cuenta a clases en la Facultad de Biología, y que motivó la redacción de su primer libro, que destinó a causas benéficas.

¿Cómo acaba un abogado ejerciendo como médico?

Hice el bachillerato internacional de ciencias de la salud en el Real Instituto Jovellanos, aquí en Gijón. Estudiaba Matemáticas, Física, asignaturas que serían más o menos de ciencias, pero no Biología, así que la carrera de Medicina sabía que no podía hacerla. En aquella época, no tenía muy claro qué quería hacer. De hecho, me acuerdo que de pequeño me habían hecho una entrevista por jugar al ajedrez y había dicho que lo que me interesaban eran los ordenadores, la informática (ríe). Para cuando llegué a Selectividad, la informática ya no me llamaba la atención y Derecho surgió un poco como un comodín. Es una carrera que en las familias se ve bien, parecía una opción muy segura.

No era una vocación de familia.

Ni mucho menos. Y ya estudiando la carrera tenía la idea de hacer Medicina. De hecho, y aunque mis padres lo veían bien, mi abuela no entendía que estuviese en Derecho; me decía que yo iba para médico.

¿Por qué?

No sé, ella estaba mala del corazón y me decía que si yo me hacía médico igual descubría algo que la pudiese curar (ríe). A ella, esa carrera le gustaba más, y cuando acabé Derecho vi que era un poco ahora o nunca. Pude acceder a Medicina, incluso sin haber estudiado nada sobre biología, por tener una licenciatura. Había alguna plaza reservada para ello.

¿Cuándo empieza Medicina?

Si no recuerdo mal, con 27 años.

Sería uno de los mayores de su promoción.

Sí, pero no se me hizo raro. En la carrera de Derecho también había visto a gente más mayor. Te encuentras a gente de 18, pero también de 50, o incluso a alumnos que se meten a hacer la carrera después de jubilados. Además, yo siempre he jugado al ajedrez y tiene esa misma peculiaridad. No es como el fútbol, que juegan entre alevines o benjamines y no es habitual que alguien de 12 años juegue con uno de 45. En ajedrez sí ocurre: puedes jugar con tus 12 años con alguien de 70. Creo que estaba acostumbrado por eso. Algunos de mis primeros amigos del mundo del ajedrez ya se han muerto.

¿Cómo apareció el ajedrez en su vida?

Siempre ha estado. Empecé a jugar en casa, con tres o cuatro años, porque me enseñó mi padre. Era un poco como quien aprende a jugar a las cartas. Siendo algo más mayor, con 11 o 12 años, empecé a jugar en campeonatos.

Llegó a ganar alguno

Sí, alguno (ríe). Pero jugué poquito tiempo, durante cinco años o así.

Descubrí la biología por una charla de López Otín; pedí poder ir a clases a la facultad

Y las dos carreras las hizo en Oviedo.

Sí. Además, las facultades están a poca distancia una de otra, separadas por una rampa, y yo también estudié, esto ya sin matricularme, Biología, cuya facultad está justo en medio. Estuve yendo varios años a aquellas clases y con Margarita Salas por el verano en la UIMP, en Santander.

Ese tema de la biología centró la temática de su primer libro. ¿De dónde surgió el interés?

Volviendo a mi abuela, ella me contaba que si yo estudiaba Medicina quizás podría descubrir algo para ayudar a la gente. "Como el doctor Ochoa y el doctor Fleming", decía (ríe). Bien, pues cuando yo empiezo Medicina, me doy cuenta de que no tengo ni idea de nada relacionado con la biología. Pero nada, eh. Yo pensaba que la biología era, no sé, estudiar las plantas y los animales, la botánica y la zoología. Para mí el ADN era... No sé, como una cosa que busca la policía en las películas, ¿no? Como las huellas dactilares. Me tuve que poner al día a la fuerza en el primer curso de la carrera, empezando desde cero. Hay una novela que me gusta mucho, "Estudio en escarlata", donde Watson se sorprende mucho de que Sherlock no supiese del modelo copernicano del sistema solar. Me sentí un poco así. Después, un día, de repente, fui de casualidad a una conferencia de Carlos López Otín que me fascinó, y semanas después fui a otra que dio en el Niemeyer. Me fascinó tanto que pensé: ¿Dónde da clase este hombre? Y me fui a la Facultad de Biología y les expliqué mi situación para que me dejasen ir a las clases. Mi sorpresa fue que aquello que me decía mi abuela, aquello de poder descubrir algo, ya no dependía tanto de los médicos, en general más centrados en la clínica, sino de otras carreras como aquélla.

Y salió el libro.

"La biología molecular en 7 metáforas". Surgió porque me sorprendió tanto ese mundo que empecé a hablarle de este tema a mi familia y, bueno, una cosa me llevó a la otra. A mí me gusta mucho explicar cosas, quizás soy un poco un profesor frustrado (ríe). Empecé a hacer hasta powerpoints para explicar este tema a mi familia y a sus amigos con diapositivas. Luego coincidió que apareció la pandemia y a un amigo de la familia, que se llama Juan Carlos, le diagnosticaron de repente ELA. Fue tremendo: él era una persona deportista y esto ocurrió de golpe. Él, además, siempre se interesó mucho por otros enfermos, y así surgió la idea de que la primera edición de ese libro fuese benéfica para la asociación. Después, por una rotación que hice en el Gregorio Marañón en la Unidad de Cardiología Pediátrica, estuve en contacto con este mundo de las cardiopatías congénitas, que son durísimas. Imagino que es como la oncología pediátrica, pero en este otro caso, cuando el niño se cura, se cura. Una cardiopatía congénita, sin embargo, es para toda la vida. Y así conocí que existía en Asturias una asociación para estos niños, APACI. Me pasó otra vez lo mismo: no me podía creer que no hubiese escuchado antes nada de esto. Y hubo otra coincidencia: descubrí que la hija de un amigo muy cercano formaba parte de la asociación. La segunda edición del libro, por eso, se hizo con APACI.

Volvamos atrás: ¿Cómo compaginaba la carrera de Medicina con las clases de Biología que tomaba por su cuenta?

Hice coincidir los horarios. Entre clase y clase se daban cinco minutos de cortesía y en la Facultad de Biología solían repetir la misma clase tres veces, porque había tres grupos. Siempre podía ir a alguna de ellas. Como iba variando, acabé conociendo a gente de esa carrera y de los tres grupos pese a no estar matriculado como tal.

¿Y por qué eligió la especialidad de cardiología? ¿Por lo que le decía su abuela?

A mi abuela le hubiese encantado, seguro. Pero falleció antes. Ni siquiera pudo ver que yo hacía Medicina. Mis dos abuelas, la materna y la paterna, fallecieron en un espacio muy corto de tiempo y eso sí me hizo resituar un poco las cosas. También influyó el doctor Reguero, un cardiólogo muy amigo de la familia. Elegí la plaza en Cabueñes, que ahora hay dos, pero de aquella solo había una, y tuve suerte: me cogieron. Me gustó mucho poder hacer la especialidad al lado de casa.

¿Y ahora?

Desde hace un año estoy en la Clínica Asturias. Una radióloga de Cabueñes que había acabado el año anterior, compañera mía de promoción, empezó a trabajar allí y le preguntaron si conocía a algún cardiólogo y les dio mi teléfono. Fue algo totalmente inesperado, pero estoy muy contento.

¿Se había planteado antes ejercer en la privada?

Sí, yo ya tenía pensado montar una clínica y pensaba en buscar algo que hacer de por medio hasta entonces. Tuve suerte. También me había interesado mucho la hemodinámica, que aprendí con Íñigo Lozano (jefe del servicio de Cardiología) en Cabueñes y me llegué a plantear hacer esa especialidad, pero serían otros dos años más de estudios y si no podía hacerla en Oviedo me hubiese tenido que ir fuera. Y yo soy muy... Me cuesta mucho salir fuera. Soy muy de ocho apellidos asturianos (ríe). Acabé descartando esa especialidad un poco por eso. Y después vi que me gustaba mucho el mundo de la rehabilitación cardiaca, muchísimo, aunque casi no se hace en Asturias. Sólo en Oviedo hay una unidad y ven muy poquitos pacientes. Estuve aprendiendo sobre este tema en Madrid y ya pensé en montar una clínica para hacerlo yo.

Quizá soy un poco un profesor frustrado; trabajo en un nuevo libro porque me gusta explicar

La que abrirá ahora en Poniente.

Sí, quizás en verano o justo después. No tengo mucha prisa. Es más bien un proyecto, que he llamado Cardialis, y que abordará la rehabilitación cardiaca, pero también otras cosas. Es un mundo, también, muy interesante.

¿Por qué?

En la cardiología pasa algo curioso. En otras ramas de la medicina, el reto actual todavía es descubrir tratamientos nuevos, ¿no? Pero en la cardiología las herramientas prácticamente ya las tenemos todas y lo que falta es ponerse manos a la obra. Que no hay que fumar lo tenemos claro, pero a la gente le cuesta. Que hay que tener controlado el colesterol, también, y lo mismo que el deporte sirve tanto para prevención como para tratamiento. Me está dando mucha satisfacción ver cómo funciona esto en consulta: recibo a un paciente con una analítica desastrosa, le doy pautas y tratamiento y, cuando regresa, se sorprende al ver que ha funcionado, que está mejor. En mi clínica quiero hacer eso y mi idea es imaginarme a los monitores de gimnasio que se han puesto ahora de moda. Porque que te tienes que subir a la cinta y correr ya lo sabes, ¿no? No te lo tiene que decir el monitor. Pero que alguien esté ahí dándote pautas ayuda mucho. Con Cardialis quiero implantar esa misma idea centrándome en conductas saludables y con especialistas de distintos ámbitos, también de la nutrición y de la psicología. Más que clínica, será un local; también tendrá gimnasios y vestuarios.

¿Y esa idea de investigar y descubrir algo como el doctor Ochoa la abandona?

Bueno, veremos a ver cómo encaja. Yo soy médico y, como decía antes, nuestra labor hoy es muy asistencial. A mí ya me tranquiliza tener, al menos, una idea general de cómo es ese mundo de la biología. Y se pueden hacer muchos tipos de investigación, no sólo en laboratorio, así que todo se verá. Por ahora estoy muy centrado en la clínica y ahora empezaré a trabajar también en Avilés. Con Cardialis intentaré hacer otras cosas, he pensado incluso actividades al aire libre en la playa.

Y está trabajando en otro libro.

Sí. Me hace muchísima ilusión. Decía antes que me gustaba mucho explicar cosas, y es cierto. Y el problema es que los médicos nunca tenemos tiempo suficiente con los pacientes. Si tenemos un cuarto de hora, nos gustaría tener 20 minutos. Si tenemos tres cuartos de hora, nos gustaría tener la hora entera. Y el tiempo de resolver dudas siempre se deja para el final. Entonces, estoy escribiendo un manual sobre cardiología, ya no para profesionales ni estudiantes, sino para pacientes. También de vez en cuando escribo en LA NUEVA ESPAÑA algunos artículos y el libro tendrá un poco ese mismo enfoque. Quiero que sea muy didáctico. Intentaré que salga adelante a lo largo de este año.

¿Le ha servido de algo ser abogado para ejercer como médico?

No voy a curar mejor a un paciente por haber estudiado Derecho, pero tener formación jurídica sí ayuda a desenvolverte mejor en determinados ambientes. Sé de la importancia del consentimiento informado y de la privacidad de las historias clínicas, por ejemplo, y me siento quizás un poco más cómodo en el mundo burocrático que todos los médicos vemos de una u otra manera.

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