-Si no tienes nada, no echas nada de menos.

Abel Mañana, también conocido como Abel "Marconi", nació varios meses antes de que comenzase la Guerra Civil en Carbayín Bajo. El tercero de siete hermanos, su padre Ramón, jefe del servicio eléctrico del Pozo de la Muerte, en Pumarabule, nunca se "implicó" políticamente. Les pilló la posguerra, y sobrevivieron como pudieron, buscando siempre formas de mermar el hambre. "Yo primero ejecuto la idea y luego busco el dinero", cuenta el "chaval de Carbayín", que terminó como presidente de la Federación de Comerciantes de Asturias (Fecoas), además de la Asociación de comerciantes de Siero. Se jubiló de su tienda de la Pola con ochenta años, hace "dos o tres años", dice.

Cuando tuvo su primer "negocio" apenas había cumplido diez años, jugaba al "cascayu" y a la "peonza" e iba a la Escuela Pública de Carbayín. Se trataba de un criadero de gusanos de seda, cuyas larvas mandaba por carta a una empresa de Barcelona. Luego, siguió vendiendo pites y conejos en el mercado de la Pola, hasta que creció y se cambió al colegio de La Salle, en La Felguera. Todas las mañanas, cogía uno de los trenes que salían de al lado de su casa con sus hermanos, y se cruzaba con los trabajadores de la mina. Llevaban de su casa un cazo de cocido que les preparaba su madre el día antes, y "a veces estaba ácido, pero lo comíamos igual".

La "obsesión" de su padre era que todos los hermanos estudiasen una carrera, porque como responsable del servicio eléctrico no se ganaba mucho. Pero cuando Abel estaba en tercero de bachiller (de los siete cursos que había en aquel entonces) cogió una pleuritis que le impidió continuar en la escuela. La única forma que había de curarse era con sobrealimentación (que tampoco había mucha comida) y descanso. Tuvo que dejar el colegio y buscar un oficio. Entonces, decidió montar un garaje para bicicletas para los trabajadores de la mina en Carbayín, pues era muy frecuente que utilizaran ese tipo de transporte.

Poco a poco fue creciendo e incluyó en su negocio navajas, espejos y todo tipo de objetos para que los mineros pudieran acicalarse después de salir de trabajar. Lo siguiente fue perfume y brillantina, que se vendía a granel. Y poco a poco, el "Garaje moderno", que era como lo llamaban, fue ganando fama y clientes. Empezó a ser el representante de varias marcas, incluyendo algunas de motos. "Trabajé sin dinero, por encima de los medios que tenía. Hacía de todo, y hasta me aficioné al ciclismo. El día 10, que era el de paga, venían los obreros a pagar lo que se debía. Así estuve varios años", cuenta. También fue locutor en el campeonato de España de Montaña, que se hizo en Carbayín.

Y, siendo aún menor de edad, montó una pequeña armería en Carbayín. Luego, compaginó el "Garaje moderno" con el servicio militar voluntario, un tipo de vida que no le hubiera importado tener. El punto de inflexión llegó con la empresa "Marconi", una vez ya licenciado en el ejército. Lo eligieron como representante, pero le exigieron que tuviera la tienda en Pola de Siero. La abrió en la calle San Antonio. "Dependíamos de León. Pero en invierno, cuando nevaba, no podían llegar los camiones y Asturias se quedaba sin gas. Por eso promoví que se pusiera un almacén aquí", recuerda. Al poco tiempo, la tienda, que ya tenía electrodomésticos y todo tipo de utensilios, se le quedó pequeña y "el chaval de Carbayín" tuvo que coger otra más grande. Aunque reconoce que le costó varios años ganarse la confianza de los polesos.

"Yo no quiero cargos"

Le intentaron pescar a él también para la política. Primero, el Gobernador de Oviedo, que quería que fuera Alcalde de la Pola. Luego, en democracia, la misma propuesta le llegó de la UCD, pero no lo aceptó porque lo suyo era el comercio. Lo más cerca que estuvo fue cuando se consolidó la Unión de Comerciantes de Siero, que le nombraron presidente, y en la creación del Partido Independiente de Siero. Como tal, participó en la Federación de Comerciantes de Asturias, recién creada y lidió con una posible debacle del Mercado del Ganado.

En una de esas reuniones, que estaba descabezada y con contiguas pugnas por la presidencia entre Oviedo, Gijón y Avilés, Julián Rus, propietario de Los Telares y "buenísima persona", le propuso a él, que no era de ninguna de las grandes ciudades y que tenía el temple suficiente para ocupar el cargo. Aceptó, hizo una gran presentación en la Cámara de Comercio y siguió ahí mucho tiempo. Y fue cuando viajó a París, y fue también Consejero de Marconi, de la Caja de Ahorros y de Asturgar.

En Siero, fundó el Pinsi (Partido Independiente de Siero), buscando un punto de acuerdo entre el PSOE y el PP, aunque nunca quiso figurar ni adquirir ningún cargo "ya en la última etapa, antes de jubilarse". Participó con la parroquia, todo lo que pudo, sobre todo, cuando tuvo a sus hijos, Elena, Pablo y Ana. "Yo me casé tarde, con 35, porque hasta entonces solo tenía tiempo de trabajar", reconoce. Pero se le iluminan los ojos y sonríe cuando habla de su mujer, María Jesús Villanueva, que le acompañó en todas sus aventuras. Como cuando fundaron la asociación juvenil, en una etapa "muy mala" de la droga.

Parece que los datos, lo que fue haciendo en su vida Abel Mañana, no se terminan. Es una larga lista de cosas, de una persona humilde que nunca paró quieta. Que era un "chaval de Carbayín", que iba a los despachos de grandes magnates para pedir algún descuento para sus productos. Estos, luego, le correspondían, cuando pasaban de visita por Asturias y paraban en Siero. Lo mismo que su padre: trabajar y trabajar para sacar la familia adelante.