La primera vez que Mario Cervero vio la sala de exposiciones de la Casa de Cultura de Pola de Siero se negó a colgar en ella su obra. No era una cuestión ética o moral. Ni siquiera monetaria. Solo que veía las paredes tan blancas, con tanto espacio en ellas, que temía no poder llenarlas. Al final, aceptó. Y, un día antes de que la muestra fuera a ser inaugurada, “nos encerraron en casa por una pandemia”. Era el 13 de marzo. Los cuadros permanecieron ahí guardados seis meses. Y, un año y medio más tarde, por fin, y con varias obras nuevas, llenó el vacío de los muros, bajo el nombre de “A ninguna parte”. Ahí permanecerá la muestra hasta el 14 de octubre, con entrada libre y horario de tardes, desde las 17 horas.
“Fue un título premonitorio. Las que pinté luego, durante la pandemia, son obras más oscuras”, reconoce el artista, mientras recorre la exposición.
El principio es un cuadro que narra una relación compleja, y es el que le da el nombre a la sala. Y, de fondo, un gran mural “que cada uno puede interpretar como quiera”. Porque lo que le gusta a Cervero es “que cada uno le otorgue su significado”.
Mario Cervero nació en Oviedo en el año 1963 y comenzó a pintar pasados los 20 años. Es autodidacta; solo recibió formación de grabado durante dos años en la Escuela de Artes y Oficios. “Fluyo, me dejo llevar. Hago capas, tacho y voy cambiando. Es así como veo la pintura”, señala sobre su estilo.
Y esa forma de ver el mundo la plasma en los muros, y pretende que quien mire lo haga con la misma filosofía. ”Yo creo que estamos como abducidos, también por la televisión. Hay que despertar y estar a gusto con uno mismo. Yo lo conseguí con el yoga y la meditación, por ejemplo”, relata.
