La Nueva España de Siero

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Todos los Santos, entre flores y recuerdos

El cementerio de Pola de Siero vuelve a llenarse en homenaje a los difuntos, este año sin restricciones por el coronavirus

Visitantes, ayer, en el cementerio de Pola de Siero. | I. Gago

Ana Díaz no recuerda la primera vez que fue al cementerio de Pola de Siero a ver la tumba de su abuelo José. “Se lo llevaron en la guerra. Mi padre tenía 10 años y se quedó marcado de por vida. Por eso estas fechas son muy emotivas para nosotros”, cuenta. Antes, iba todos los años, aunque en los últimos ha tenido que diversificarse, porque los restos de sus padres reposan en Oviedo. “Aunque el pasado día de Todos los Santos, con la pandemia, no fui a ninguno”, reconoce. Fue por los cierres perimetrales, las restricciones de aforo que se hicieron en algunos de los cementerios y también por miedo y seguridad.

Sin embargo, las tumbas estuvieron igual de lustrosas. La de los abuelos, José y Josefa, la cuidan sus primas, que viven en la Pola. Y las de Oviedo las tiene al lado de casa, así que puede visitarlas en otras épocas del año. “De pequeña, venía aquí con mis tíos”, cuenta. Ayer, por Todos los Santos, de mañana, fue su marido quien la acompañó. Aunque cuando hubo más ambiente fue por la tarde, con el responso de las 16 horas.

Marta Riestra y Lola Pazos

A escasos metros de ella, frente a los columbarios, una madre y su hija le ponen una vela y claveles al padre de esta última. Son Lola Pazos y Marta Riestra. Llevan el pelo de tonos parecidos, color caoba, aunque la más mayor de las dos, Marta, se lo tiñó primero. “Venimos a limpiar unos días antes. Se hace con un trapo mojado y ya está. Por Todos los Santos colocamos las flores”, explica Marta Riestra. Es como un ritual para ambas, año tras año. E incluso el pasado también fueron, a pesar del covid.

Luego, rápidamente, una vez depositadas las flores en la tumba de Félix Pazos, iban hasta Noreña. Allí era donde reposaban los restos de los padres de Marta Riestra. “Hasta ahí fui, por primera vez, con quince años, que fue cuando falleció mi abuela”, dice Lola. Y desde entonces no han faltado ni uno. Tumbas limpias, flores puestas, continúan su periplo hasta el siguiente cementerio, alegres, pese a que sea un día para el recuerdo.

Celestino Vigil. | I. Gago

Nativos de Siero

“Antes, las tumbas eran de los de abajo, de los nativos de Siero, porque luego el cementerio fue creciendo hacia arriba”, cuenta Celestino Vigil, en la entrada del cementerio. Ahora, eso ha cambiado porque, al haber impagos en algunas lápidas, y con la renovación, las familias tienen a sus muertos más dispersos. Vigil tiene familiares en las dos partes, la de arriba y la de abajo.

La de abajo es una lápida de color gris. Sobre ella, colocaron flores y un cirio. “Estas son de casa de una familiar, que las planta ella. Es una pariente que las tiene preciosas”, señala. Y casi enfrente de ella, la tumba del músico Fausto Vigil, como se puede leer en la lápida.

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