Pola de Siero celebró ayer a mediodía una de sus fiestas más queridas, pese a que, en realidad, no va asociada a ninguna celebración en concreto más allá de lo estrictamente religioso. El Cristo de Santa Ana retornó a su capilla, tras haber pasado los últimos días en el templo parroquial de San Pedro para la celebración de su solemne novena, y lo hizo, como es tradicional, en procesión por las calles de la zona antigua polesa. Acompañaron la imagen los miembros de su cofradía y cientos de devotos que cada año se esfuerzan por conservar una de las fechas más señaladas en su calendario. Hubo una notable asistencia, a pesar de que en su día el cortejo era mucho más multitudinario.

La fiesta en honor del Cristo de Santa Ana se celebra cada septiembre, desde que se baja la imagen de la capilla hasta la iglesia parroquial en procesión nocturna. Y es el último domingo del mes cuando el Cristo retorna a su morada acompañado por los fieles. Antaño, como resumen las crónicas, se trataba de una procesión formada por un cortejo de peregrinos y penitentes que acudían, muchas veces descalzos, para cumplir promesas concedidas.

El Cristo junto a la capilla.

Pese a que la participación ha menguado en los últimos tiempos, la de ayer fue una jornada concurrida y acompañada, además, por el buen tiempo, aunque la amenaza de lluvia hizo temer por el regreso de la imagen a su capilla. Tras una eucaristía solemne oficiada por José Luis Tuñón, quien fuera párroco de Pola de Siero a mediados de los años sesenta del pasado siglo y que goza del recuerdo cariñoso de sus feligreses, los cofrades y los niños que recibieron la primera comunión el año pasado salieron acompañando la imagen, en una marcha con faroles y acompañada por la banda de música polesa.

El cortejo desfiló hasta la capilla de Santa Ana, donde como marca el ceremonial, se procedió a cantar el himno dedicado al Cristo: "Santo Cristo de Santa Ana / de Pola de Siero, amor/ perdona la culpa vana/ que ha desgarrado, inhumana/ tu pecho de redentor/ Señor, por las llagas que te han desangrado/ por el ansia que fue tu inquietud/ Señor, por tu muerte/ perdona al culpado/ que quiere vivir a tus pies abrazado/ que quiere morirse abrazado a la cruz".

Fue el colofón a nueve días de devoción y tradición que los polesos no quieren perder.