David del Río | Compositor y cantante de Lugones (Siero)

David del Río: "Los artistas que más admiro mordieron el polvo más de una vez"

"Vivimos tiempos salvajemente rápidos que no merecen la atención y el cuidado de la obra, pero tampoco me preocupa demasiado"

David del Río. | Paco Vigil

David del Río. | Paco Vigil

Lauren García

Lauren García

El lugonense David del Río compagina su trabajo de conserje con el de músico. Muchas veces, en horas muertas nacen su canciones. Y precisamente de una de sus lecturas -"Walden", de Henry David Thoreau- nació "Alce, indio", las últimas palabras que escribió el autor estadounidense y que dan nombre a su último trabajo discográfico. Historia de un periplo personal, de multitud de oficios, de viajes en carretera acompañado por una guitarra hasta desembocar en un bar para cantar con apuro y buenos propósitos. David del Río tiene la experiencia de haber librado mil batallas, la ualidad de saber esperar y salir indemne de terrenos farragosos. En su último disco hace una proclama de código vital y también de emblema artístico: "Proclamaré el oficio".

–Hay en las letras del disco referencias literarias que no esconde, a pesar de cierta melancolía. ¿Ha querido hacer un disco vitalista tanto en los textos como en la música?

–Cuando entro al estudio tengo claro siempre que manda la canción. Después, vamos enfocando el tiro y buscando el arreglo, siempre de forma muy espontánea y natural. Sí que tenía claro que quería darle un espíritu de banda y tanto Germán Mingote (producción y músico) como Jesús Colino (asistente y músico) lo hicieron de lujo. En el terreno lírico es un disco de resurrección, que transita por diferentes paisajes y que me han llevado de vuelta al oficio tras tres años malos a nivel personal. Así que, paradójicamente, ha resultado, creo, mi trabajo más vitalista y la vuelta a la senda del rock americano. Por otro lado, las referencias literarias y los guiños suelen estar muy presentes en mi carrera, siempre apoyando la historia real que hay detrás de cada canción.

–En toda la obra flota un sentido de trabajador de la música y la vida, también de la parte más mitómana y hedonista del rock. ¿Son ambos aspectos compatibles?

–Desde luego, al menos es como yo lo vivo y lo entiendo. Por un lado, tengo los dos pies en la tierra, encarando la realidad y la experiencia más rutinaria, la pura supervivencia material. Y, por otro lado, los sueños y los mitos. La música y la escritura como tabla de salvación. Los artistas que más admiro mordieron el polvo más de una vez, no creo que John Fante me hubiera influido tanto con su obra si no hubiera trabajado en una conservera de Los Ángeles.

–¿Qué recuerda ahora después de tantos años de rodaje?

–Pues pienso en un recorrido  que empecé hace más de quince años, que tardé mucho tiempo en escribir mi primera canción y todavía más en sentir que tenía algo de verdad. Es un aprendizaje continuo. Como decía Justin Townes Earle, "estudia a los pioneros y lee muchos libros", y en esas seguimos. También pienso en la cantidad de lugares y personas que he conocido, y que han sido o son parte del trayecto. 

–A pesar de que se diga que hay más facilidades para grabar que antes, ¿son tiempos nefastos para el rock y la canción de autor?

–Puede que sí haya habido mejores momentos para esta forma de encarar y vivir este oficio. Podría extenderse a toda forma de arte. Vivimos tiempos salvajemente rápidos que no favorecen la atención y el cuidado de la obra. De todas maneras, es algo que tampoco me preocupa demasiado, para mí es una forma de vida. Escribir una canción, grabarla en un estudio y compartirla luego por pequeños escenarios es un ritual sagrado que seguiré haciendo mientras siga danzando por este mundo. Es lo único que sé hacer aunque siga teniendo que madrugar cada semana para mantenerme en pie.