Siempre han dicho los historiadores que las políticas, planificadas, de las llamadas guerras de la memoria, surgen o aparecen, cuando el presente no tiene futuro, e impera la  desilusión, el desencanto y la frustración, y hay que evadir, distraer y adormecer al desilusionado ciudadano, con recuerdos, sentimientos y lamentos de lo que pudo haber sido y no fue, que le dé un sustento, una justificación para arrastrar los pies por el mísero presente, por aquello de que no sólo de pan vive el hombre.

Después de negociar la Transición Democrática, en la que incluso colaboró el presidente rumano Nicolae Ceausescu, todas las fuerzas políticas que se dicen constitucionales, algunas de esas que se titulan superiores moralmente,  han sido las que han roto el pacto, apoyado en el Referéndum 78 por casi todos los ciudadanos, que diseñaba un futuro común y en paz,  en busca de una única España con oportunidades e igualdades para todos. Hoy vemos, con pesar, que cada vez nos alejamos más del objetivo, ya que unos tienen más oportunidades e igualdades que otros, y todo ello aupado y consentido por un partido que en sus genes fundacionales blasona de igualdad, pero más de palabra que con hechos y que su único programa es tener y mantener el poder compartido, con socios de todo tipo, al precio que sea.

No se ayuda a quien más lo necesita sino a quien más se precisa y esto genera las diferencias regionales conocidas por todos y consentidas por sus responsables, que afectan a aspectos tan básicos del diario vivir como el cumplimiento de la ley, fiscalidad, precio del voto y de la luz, con las desigualdades que genera en la producción y venta de productos - competencia desleal- , y después, para quedar bien se habla de armonización fiscal, cuando los balances fiscales o los ingresos y gastos que tiene y asume cada comunidad están sin hacer o, mejor, no se quieren hacer. La prueba más evidente de cuanto digo ha tenido lugar en la reciente Conferencia de Presidentes, con dos presidentes a la carta, y el resto a menú del día. Todo vale.

En este contexto que se puede llamar anómalo, en el que la miseria golpea cada vez más a nuestras puertas -el 30% de la población de Asturias se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión social; hay jubilados que no pueden pagar sus recetas- es cuando conviene airear los mecanismos de las llamadas guerras de la memoria con la finalidad de tensionar, agitar y evadir al ciudadano de sus verdaderos problemas que se resumen en dos: trabajo, salud.

Estas llamadas guerras de la memoria últimamente  se agrupan en dos capítulos. EL primero conocido como “Memoria Histórica”, puesto en circulación por el señor Zapatero con la intención práctica de recuperar votos , ha evidenciado que la respuesta al por qué de ese conflicto, de esa guerra, no es tan sencilla , que culpables hubo muchos, por ambos bandos, y nos ha dejado unas palabras  del señor Casado que merecen una reflexión cuando dijo que “en la Guerra Civil se enfrentaron una Democracia sin ley y una Ley sin democracia”, y que me han hecho preguntarme si puede existir “democracia sin ley” y “ley sin democracia”. ¡Ojalá no tengamos que escoger entre ambas!.  El segundo bloque, recientemente aprobado en las Cortes, habla de la llamada “Memoria Democrática”, alentada y auspiciada por la Sra. Calvo con el apoyo del Sr. Sánchez, que busca revisar, analizar y valorar los hechos recientes más importantes desde nuestra Transición, con la intención de potenciar lo que haya que ensalzar y enderezar lo que hay que reformar. Y es en este bloque donde  últimamente me surgen muchas dudas, pues es tal la proliferación de mentiras, engaños, silencios, manipulaciones, que a uno se le hace difícil separar la verdad de la mentira, el bien del mal,  y más aún mantener la deseable y humana coherencia del pensamiento ahora que la verdad no existe y que el fin justifica los medios.

Son muchas las preguntas recientes que esperan respuesta, pero voy a centrarme en algunas que sorprenden a un lector de periódicos como yo. ¿Alguien puede creerse sin más que el señor Iglesias, de nombre Pablo, deje de ser vicepresidente de Gobierno para presentarse como candidato a las elecciones madrileñas? ¿Alguien puede entender, sin más, que un grupo político como el PNV pase en una semana de apoyar los presupuestos de un Gobierno a derribarlo? ¿Alguien puede comprender que de un día para otro se pase de sedicioso y rebelde a cómplice y colega de Gobierno? ¿Alguien puede explicarme democráticamente como un Gobierno puede estar tan interesado en criticar y silenciar al Poder Judicial y por qué es tan remiso a cumplir la ley que el mismo ha aprobado, prometido o jurado? No hace mucho, una temprana y lluviosa mañana de marzo, en los Juzgados de lo Social de Oviedo, me encontré con una situación que me retrotrajo a la España de Larra. Una amplia dependencia, atiborrada de empleados, expedientes agolpados por todas partes, hasta en el suelo, y en una mesa un caldero que recogía el agua de una gotera. Todos ellos muy diligentes y serviciales. No me lo creía, en unos metros había pasado del siglo XXI al siglo XIX. Quizás esa escena pueda ayudarme a comprender el país que vivo. No todo es tan perfecto como deseo. De Barajas, El Prat, Ranón y Messi hablaremos otro día.

Para concluir estas letras permitidme que haga mías las conocidas y sentidas palabras de Azaña: “Paz, piedad y perdón”.