El que fuera párroco de Pola de Siero, don Carlos Sánchez Martino, sorprendido por una enfermedad de anunciado desenlace rápido hacia la fatalidad, me informó del estado económico de la parroquia. Entre otras cosas me mostró el documento donde se indicaban los préstamos que él hacía de sus haberes como profesor a esta. Era una cantidad respetable. Pregunté qué deseaba se hiciese con ese dinero. Me indicó que quería fuese para su familia por el mucho trabajo que sus hermanos habían hecho aquí desinteresadamente.

Así lo manifesté cuando tras su muerte se hizo su relevo, aunque la entrega no fuese posible en ese momento por la situación económica crítica.

El Administrador del Arzobispado, en visita oficial dijo que ese dinero no se podría entregar a la familia por razones de falta de entregas a esta institución. Me indigné y argumenté que una cosa eran las deudas parroquiales y otra su haber personal, pero él insistió en que no podía ser explicándome un porqué que yo no entendía. Sentía una mezcla de incomodidad e indignación.

Al año siguiente mi esposa y yo fuimos invitados a participar en el Consejo Diocesano sobre el tema “Familia e Iglesia”. Tras la sesión fuimos invitados a comer en el seminario acompañados por don Gabino Díaz Merchán. Al final de la comida le indiqué cómo mi conciencia se sentía incómoda por la imposibilidad de cumplir la voluntad del finado.

Destacó el Arzobispo las muchas virtudes de don Carlos, diciéndome que no rezaba por él, le rezaba a él y me dijo que me liberase de esa incomodidad, que lo sabía y que no me preocupase porque el Señor todo lo soluciona. Me sentí liberado. Unos años después se inició el proceso de entrega a los hermanos de don Carlos.