La Nueva España de Siero

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Ricardo Junquera

Bienvenida a este mundo, pequeña

Consejos para una recién nacida

Hace solo unos días que llegaste a este mundo, ese que todavía no conoces. Tu único universo hasta ahora era la seguridad y el amor que tenías en el seno de tu madre. Al poco de nacer ya vimos tu foto, echada sobre su regazo, con los ojos y tus pequeños puños aún cerrados y tu cabeza sobre su pecho. Algún día sabrás que las madres están extraordinariamente bien hechas; y también algún día te tocará descubrir que estés donde estés tú madre siempre estará contigo; que una madre aunque se vaya nunca se va del todo.

No, pequeña, no quiero ahora asustarte contándote cómo es este mundo al que has llegado; sería cruel hacerlo. Ahora solo tienes que seguir disfrutando del calor y del cariño con el que tus padres te han esperado desde que supieron que estabas en camino.

Y un día, pequeña, aprenderás a volar y querrás hacerlo; y cambiarás tus seguros sueños de ahora, protegidos por los latidos de tus padres, por los sueños que el viento de la vida llevará hasta tu puerta. Cuando llegue ese día, pequeña, intenta que esos sueños no se queden sin realizar o al menos sin que hayas hecho lo posible por haberlo intentado. Ese día dedícate a querer a quien quieras querer y hazlo con toda tu alma y con toda tu fuerza. No tengas miedo en poner a la vida unos gramos de locura para conservar o conseguir aquellas cosas que amas.

Ese día procura también que tus primeros fracasos no te replieguen hacia la amargura ni cierren tu depósito de esperanzas; sé agradecida y agradece las cosas que tienes que agradecer antes de que te des cuenta que ya es demasiado tarde para poder agradecerlas; valora cada mañana las cosas cotidianas que hacen las personas que conviven contigo y admíralas como si nunca antes hubieras visto hacerlas.

Ese día haz lo posible para que ninguna resignación te amortigüe las ansias de vivir y de mejorar; que nada te obsesione de forma que no puedas disfrutar del presente; procura que siempre te guste más sumar que dividir, superar que elegir, compartir que guardar. Trata de descubrir que vivir sin amor es venenoso para ti y para los demás, y no permitas que el paso de los años te recorte el corazón. Recuerda que tendrás noches oscuras, pero que en ellas también crece la hierba.

Ese día descubrirás que hay cosas que te multiplican el alma; búscalas con afán, como si fuese lo último que tuvieses que hacer. También te darás cuenta de que puedes ayudar a los demás con solo sonreír; por eso procura que siempre te sonrían los ojos y siembra tus ideas entre esas sonrisas. Y que no te falte el coraje para seguir creyendo en ti misma, para saber encajar los golpes que te dará la vida y mantener la esperanza en medio de las dificultades. Descubrirás que es en la adversidad cuando más hermoso resulta creer en el amor. Sabrás que la vida es una larga paciencia y el desaliento una gran cobardía, y que la gente que dice que pierde la fe es que no la ha tenido nunca.

Ese día recuerda también que no debes usar en vano las grandes palabras ni lo hagas jamás contra nadie; jamás para sacar provecho de ellas; jamás para tu propia conveniencia. Y que de todas tus armas la más peligrosa es la lengua; rinde culto a la verdad, pero no olvides que nunca acabarás de encontrarla completa y que en ningún caso debes imponerla a los demás.

Ese día no permitas que nadie te robe la libertad ni la alegría que tu espíritu te regale; ni dejes nunca que tu corazón se convierta en un cementerio de chatarra. Evita a quien solo te diga lo que tu quieras escuchar. Acuérdate de que solo de una cosa puedes ser avara: de tu tiempo y de llenar tu vida. Y huye de esos dos grandes demonios: el que nos incita a adorarnos a nosotros mismos y el que nos empuja a odiarnos desde nuestro propio corazón.

Ese día ten una fe radical en el futuro; lucha para que los que vengan detrás sean mejores que nosotros. Ten también fe en tu conciencia y no permitas que nunca nadie te robe un solo céntimo de esa fe.

Pequeña, si cuando llegue ese día te acuerdas de estas cosas, quizás puedas conseguir una vida plena. De momento descansa, con tus ojos y tus pequeños puños cerrados y la cabeza echada sobre el pecho de tu madre. Viéndote nos enseñas que este mundo aún no está podrido del todo; que la humanidad no ha sido un completo fracaso. Y sí, bienvenida a este mundo, pequeña.

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