El izado de la bandera

Sobre los actos del bicentenario de la Policía Nacional

Ricardo Junquera

Ricardo Junquera

El pasado sábado, día 13 de enero, la Policía Nacional cumplió doscientos años de vida. Con ese motivo y entre los actos de celebración de ese bicentenario, en muchos lugares de España, entre ellos en Siero, en la Plaza Central de Lugones, tuvo lugar la ceremonia del izado de la bandera española, la nuestra, la de todos.

Enhorabuena a la Policía Nacional por la labor realizada durante todo ese tiempo por el bien de nuestro país y que ha hecho de él uno de los más seguros del mundo; y también por haber sabido adaptarse y acercarse plenamente a la sociedad, prestando servicio a pie de calle las veinticuatro horas de los trescientos sesenta y cinco días del año. Y, por supuesto, un recuerdo lleno de cariño y agradecimiento a todos esos policías nacionales que nos han dado su vida en acto de servicio; esas vidas que ya formarán siempre parte de las nuestras.

Y gracias, además, por hacer que entre los actos de conmemoración del bicentenario hayan estado los izados de nuestra bandera en tantos lugares de España. Ese hecho, que en los demás países conocidos es algo cotidiano y que se mira con respeto y en pie, aquí, en el nuestro, parece que tenemos que hacerlo a medio gas y en cuclillas, que así se está poniendo la cosa. Pues no: la plaza estaba llena y el acto fue precioso y plenamente emotivo. Y sin más colores que los de nuestra bandera y el azul de la Policía Nacional.

Es probable que, como la razón o como el amor, la verdadera España sea ya solo un anhelo y esté únicamente compuesta de retazos mejor o peor cosidos; como esas vagabundas carpas de los viejos circos que aún van quedando, esa gran carpa remendada que a pesar de todo cubre el trabajo, el sudor, los ensayos, los encuentros, los desencuentros y los peligrosos ejercicios de la gente que vive y trabaja en ese lugar común en el que todos sus integrantes tienen que convivir y luchar día a día y codo a codo para que no se venga definitivamente abajo.

La España de hoy o somos nosotros o no es nada: no queda en pie más España que la nuestra, la que todos y cada uno de nosotros seguimos y debemos seguir construyendo cada día. Y debemos hacerlo, al igual que la bandera que ondeó el pasado sábado sobre nuestras cabezas, por encima de diferencias y de creencias y de razones o sinrazones políticas o ideológicas. Nuestra bandera no tiene ni tendrá marcada nunca unas siglas ni otros colores que los de ella misma, ni puede ser símbolo más que de aquello de lo que de verdad es: la unión de todos nosotros y la representación de los valores superiores de la Constitución, con independencia de que votemos a derechas o a izquierdas o a lo que sea, o de los lugares en los que nacimos o en los que pacemos. Cuando los españoles hemos tenido que estar de verdad unidos hemos sabido y sabemos hacerlo, por encima también de muchos de nuestros políticos, y eso está ahí, pese a quien pese.

Por eso ahora más que nunca es de agradecer, además de esa labor de doscientos años de servicio público, que en los actos de conmemoración hayamos podido ver elevarse esa bandera en el centro de nuestros pueblos. Gracias por todo a nuestra Policía Nacional, y ahora a por los siguientes doscientos años de vida, claro.

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