Berry Gordy, Jr., el fundador de Motown, dio con el quid: «Era capaz de cantar y bailar como James Brown y Jackie Wilson. Michael Jackson entraba en órbita y no paraba». Antes se había recibido el féretro, de cobre revestido en oro, al canto de un grupo de gospel. Era un ambiente religioso que daba a la ceremonia un aire sobrio, y respetuoso, y plúmbeo. Uno de esos homenajes al estilo de Hollywood pero apagando el neón.

Para ese momento los comentaristas de rtve.es ya se habían callado (quizás alertados por las protestas de los internautas en los foros). Ya habían pasado por el escenario Mariah Carey, que hizo «I'll be there», y Lionel Richie, gran amigo de Jacko, que cantó «Jesus is love». Las emociones estaban desprendidas por todo el escenario. Subió el líquido lagrimal cuando apareció Stevie Wonder, que cantó al piano y dijo que siempre había querido a Michael y «siempre se lo dije», sentenció.

Son algunos de los flases de la ceremonia celebrada en el Staples Center, la cancha de los Lakers de Gasol, Kobe Bryan y Magic Johnson. Estos dos últimos también desfilaron por el escenario evocando historias de Michael. Magic hizo reír por primera vez al respetable contando que una vez había comido pollo de una cadena de comida rápida (Kentucky) sentado en el suelo con la estrella.

Una ceremonia saludada ni más ni menos que por Diana Ross y Nelson Mandela, dos referencias de Jacko, en sendos mensajes trasladados por Smokey Robinson.

Y mientras esto ocurría dentro, fuera la gente se agolpaba a las puertas de la cancha. Una cosa es muy cierta, Jackson dejó este mundo entre récords. Las ventas de sus discos se dispararon desde que falleció el pasado 25 de junio.

Pero es que en el último momento, ayer, cuando se le despedía desde la cancha, convocó todo lo que se puede convocar. Hizo cifras desconocidas en las redes sociales de internet, y todas las cadenas importantes del mundo dedicaron horas a los funerales, tanto al privado, celebrado un par de horas antes en un cementerio de las colinas de Hollywood, como al público, que se hizo en la cancha de Los Angeles Lakers. En el primer acto estuvieron unas 100 personas y toda su familia.

Las imágenes de la tele dejaban claro que la despedida fue una combinación de show calmado y rigor religioso. Cada estrella que desfiló por las tablas bajaba directamente a saludar a los hermanos, los compañeros de correrías artísticas en los «Jackson Five». Los cuatro rindieron honores a su hermano con un guante blanco, evocando esa parte que tanto distinguió a los uniformes de Michael, y el traje del 25.º aniversario de los «Jackson Five». Dieron luego unas emotivas gracias seguidas de las de la hija de Jacko, que apenas pudo articular palabra: «Desde que nací mi padre fue el mejor padre que se pueda imaginar. Sólo quiero decir que le quiero mucho». Sin duda ella fue la gran reina de la noche. Uno de los pocos no afroamericanos que apareció fue Brooke Shields, que fue compañera sentimental de Jacko. Contó que quiso aprender el «paseo lunar en una noche» y que le solía decir que no la cogiera con la mano del guante, sino con la otra, para que no la pinchara. Ella fue quien desveló la pieza favorita de Michael, una canción de «Tiempos modernos» de Chaplin, que luego cantó Jermaine.

Y cómo no: reverendos y representantes políticos dieron las gracias y proclamaron la inocencia de Jacko ante las acusaciones que sufrió en vida. Quizá se resuman todas esas declaraciones en la intervención de Martin Luther III, el nieto del gran símbolo de la América negra. La recta final fue para «We are the world», cantado por una compañía londinense, y «Heal the world». Después sus hermanos cargaron con el ataúd. Era el último paseo en la tierra del inventor del paseo lunar.