En una de las reuniones del Foro Gaspar García Laviana se acordó invitar a los miembros del Foro a que manifestaran por escrito sus propias reflexiones sobre la situación actual de la diócesis de Oviedo.

Con estas aportaciones personales, por parte de quienes viven muy de cerca las dificultades que se plantean hoy en la evangelización, se pretende buscar, entre todos, un mayor conocimiento de la realidad de la Iglesia en Asturias, mediante la reflexión leal, serena y diversa de los miembros del Foro.

En resumen, las aportaciones presentadas fueron éstas:

La Iglesia de Asturias está inmersa y es reflejo del cambio cultural y del nuevo esquema social de la sociedad española y mundial. La cultura actual, y en concreto la española, es ya un campo de misión, en el que se echa de menos un grupo de personas, bien formadas y especialistas, que escriba sobre temáticas religiosas y éticas.

Ausencia de voces cristianas. Existen, especialmente en el clero, trabajador, decepcionado y mal distribuido, quizá por el alto nivel de edad, una mentalidad colectiva de desánimo y una falta de sintonía notable, que llevan a una radical desorientación. Los parámetros, donde estamos situados los sacerdotes, son bien distintos a los que marcan nuestras jerarquías de hoy. Funcionamos a base de consignas y falta un proyecto común y una posterior y permanente revisión de seguimiento. Hay una enorme caída de las inquietudes de formación del clero.

Da la sensación de que en la jerarquía existe un esfuerzo de restauración, que significa volver a la situación anterior al Concilio Vaticano II. Hay una cierta desconfiguración del entramado, que es la diócesis. Nos mandan lo que no necesitamos y carecemos de lo que nadie se ocupa.

Hay una ausencia de voces cristianas, clericales y laicas, en los medios de comunicación o en otros foros con resonancia pública, así como una falta de referencias ético-morales en cuestiones fundamentales de la vida social y política. Hay una falta de pulso de la dimensión social de la fe por la anulación y marginación de secretariados, delegaciones sociales diocesanas, movimientos obreros, instituciones, como el apostolado del mar, escuela social y otros.

Se fomenta, indefinidamente, la pervivencia de un esquema de parroquia que debe ser revisado. Sin negar la validez fundamental, que tiene la parroquia, cuando es comunidad de creyentes, sacerdotes y laicos, que, de manera responsable y participativa, están presentes en la propia vida de la comunidad, que anuncia la presencia liberadora de Jesús en el mundo, que vive la angustia de la injusticia, los que se mueven en la evangelización del mundo rural tienen la sensación de ser «los postreros enterradores» de una cultura, cuya muerte es una realidad anunciada e irremediable.

Se constata el fracaso de las UPAP, la situación crítica del Seminario, los lamentos continuos por la escasez de vocaciones. En la base funciona una mentalidad clerical, motivada por una eclesiología, cuyo sujeto activo fundamental tendría que ser la comunidad cristiana como tal. Por otra parte se nota una carencia del espíritu evangelizador y misionero en la propia comunidad eclesial, o mejor, en las comunidades eclesiales, parroquiales o no.

Que el sínodo no muera. Es alarmante el declive del Principado de Asturias en el aspecto económico y social, por la destrucción de puestos de trabajo, por la bajada de la productividad, por el aniquilamiento del tejido industrial, especialmente en el sector del carbón y del naval, por las dificultades de las pymes, por el cierre continuo y constante de empresas, por el abandono del mundo rural. En este aspecto de crisis aguda se echa de menos la voz de nuestros pastores, aunque no faltan, afortunadamente, en nuestra diócesis, personas entusiastas, que trabajan silenciosamente en los departamentos, diocesanos y parroquiales, de Cáritas, en los centros de acogida, en el mundo de la droga y del sida, en el Proyecto Hombre, en los albergues, en las obras asistenciales, en los movimientos de promoción.

Hemos de hacer un esfuerzo, entre todos, para que el sínodo programado no muera. Habrá que diseñar unas líneas básicas del ser de la Iglesia, del sacerdote, del seglar y volver a la ilusión y al entusiasmo de las décadas de los años 60-80, del Concilio Vaticano II, al que, en los últimos tiempos, muchos quisieron enterrar para siempre.

Derecho de opinión. Con los mejores deseos, queremos ver en tantos y tantas hermanos y hermanas, creyentes entusiastas, voluntarios y voluntarias, comprometidos, el exponente de una nueva Iglesia renovada, purificada y evangélica. Llamada a llevar la paz y a anunciar la Buena Noticia.

Como Foro Gaspar García Laviana, nos comprometemos, haciendo uso, periódicamente, de nuestro derecho de opinión, a comentar y exponer nuestros puntos de vista sobre cuestiones y situaciones, que consideremos importantes para el bien de la Iglesia y de nuestra diócesis.