Oviedo, Elena FDEZ.-PELLO

Oviedo, E. F.-P.

La Consejería de Bienestar Social ha creado en estos dos últimos años 213 plazas para personas con dependencia leve en centros de atención social y formación. A estas alturas ya dispone de 1.684 plazas de esas características y con ellas quedan cubiertas las necesidades de más de la mitad -alrededor del 65 por ciento- de los 2.626 asturianos que ya tienen reconocido ese grado de dependencia -el 1, II- y que han de recibir atención por ley a partir del próximo 1 de enero.

La Administración regional ha dedicado este año 6,4 millones de euros a la ampliación de estos servicios y sigue adelante con esas inversiones con la próxima apertura en Oviedo de un centro de día para personas mayores de 50 años y con discapacidad intelectual.

Asturias se ha adelantado a la entrada en vigor del nuevo grado de dependencia -el 1, nivel II-. Existen tres grados reconocidos por ley: gran dependencia (pérdida total de autonomía física, mental, intelectual o sensorial, lo que requiere una persona dedicada por entero a su cuidado); dependencia severa (cuando esa persona necesita ayuda varias veces al día para realizar actividades básicas de la vida diaria, como hacer los recados), aunque no requiere el apoyo permanente de un cuidador, y dependencia moderada (sí necesita ayuda para alguna rutina diaria, por ejemplo, lavarse, pero en general puede desenvolverse por sí solo).

Cada uno de esos niveles tiene además dos grados, II -el más intenso- y I -el más leve-. Dentro de un mes entrará en vigor el penúltimo grado previsto en el desarrollo de la ley y en un par de años culminará su aplicación con el grado 1 nivel I. Ahora mismo la red asturiana de Dependencia, según sus responsables, «ofrece una atención de mayor intensidad y calidad que lo previsto para el nuevo nivel de dependencia», por encima de las 25 horas semanales de atención directa y las 30 horas mensuales de terapia para mejorar su autonomía y evitar el avance de la dependencia.

Impotente y perdido en un laberinto de papeles. Así se sentía Ezequiel Sanzo buscando plaza para sus padres en una residencia pública. Cuando la consiguió, su madre sólo pudo ocuparla durante mes y medio. Sanzo cuenta que la tramitación de la ley de Dependencia «fue una tramitación espantosa, lenta, lentísima», en la que tropezó una y otra vez con la impasibilidad de los burócratas.

Sanzo solicitó en abril de 2007 dos plazas a través del ERA, el organismo que gestiona las residencias y centros de día del Principado. Una era para su madre Concepción, de 77 años, que no podía caminar y acumulaba enfermedades; la otra para su padre, Ezequiel, de 82, que arrastraba las secuelas de un ictus. En mayo de aquel año obtuvieron la calificación de «personas asistidas», él con una discapacidad del 84 por ciento y ella del 85, y, según Sanzo, entraron en lista de espera porque no había plaza en ninguna de las residencias que la familia había pedido, las tres en Oviedo.

La ley de Dependencia complicó el proceso. Sanzo está convencido. «En febrero de 2008, en los servicios sociales municipales me dijeron que iniciara los trámites de la Dependencia, que de lo contrario no tendría plaza porque ahora la Dependencia era prioridad», relata. Lo hizo. Presentó el papeleo para sus padres el 4 de julio, la valoración tardó 10 meses y pasó un año antes de obtener la declaración de dependencia: Concepción, el grado III, nivel 2; su marido, el máximo (III, nivel 1).

Ahí no acabó la espera. Quedaba firmar el plan individualizado de atención, el PIA. «Me decían que sí, que el expediente estaba allí, y me señalaban un armario lleno de papeles», recuerda, y cada vez que iba a pedir información le daban una fecha más lejana de resolución. Así que Sanzo echó mano de todos los recursos a su alcance, inútilmente. Dice que habló, informalmente, con la consejera de Bienestar Social, que entregó un escrito a la Dirección General de Servicios Sociales y recurrió a la diputada del PP Inmaculada González, a quien dice estar muy agradecido.

Tres años después del inicio de este relato, el pasado 1 de marzo los padres de Ezequiel ingresaron en la residencia San Pancracio, en Albandi, la más próxima a Oviedo que se pudo encontrar. La situación en casa era insostenible. Ambos requerían atención constante, sólo podían desplazarse en silla de ruedas, necesitaban ayuda para comer y las visitas médicas eran continuas. Su madre falleció mes y medio después.