Si la ceremonia de admisión de un nuevo patrono del Foro Jovellanos siempre constituye un acto brillante y enriquecedor, el ingreso ayer de Francisco Carantoña Álvarez como miembro de la entidad jovellanista adquirió un rango excepcional. El fino hilo de la historia tejía unos vínculos entrañables en la corta trayectoria de esta Fundación; la sombra de su primer presidente, Francisco Carantoña Dubert, se ciñó a los protocolos, al público asistente, a la memoria de cada una de las personas que intervinieron en la investidura de su hijo.

Presidió el acontecimiento la edil de Hacienda del Ayuntamiento de Gijón, Carmen Alsina, con palabras de felicitación al Foro por el gran trabajo desarrollado en 2011, al celebrarse el 200.º aniversario de la muerte de Jovellanos. Por su parte, el presidente, Jesús Menéndez Peláez, recordó los inicios de la entidad, nacida de la iniciativa de un pequeño grupo de entusiastas del prócer, que pronto encontró la ayuda incondicional de Francisco Carantoña. «Aquella semilla es hoy un frondoso árbol con ramificaciones incluso en el extranjero; Carantoña fue el padre de aquel impulso y su primer presidente, cargo que llevó hasta el final de sus días», dijo Menéndez, antes de referirse al presentador del nuevo patrono: Salvador Gutiérrez Ordóñez es un asturiano natural de Bimenes, miembro de la Real Academia y catedrático de Lingüística de la Universidad de León.

Las palabras de este ilustre académico alternaron los méritos de Jovellanos con los de Francisco Carantoña Álvarez. Del primero alabó su compromiso con la modernización de Asturias, sus preocupaciones, su habilidad para moverse entre las telarañas de la política y su amor a la verdad, entre otras consideraciones. Respecto al protagonista del acto, Francisco Carantoña nació en Gijón en la primavera de 1957, y en su formación sin duda influyeron los ojos críticos de su padre, «que hoy lo estará mirando complacido». Tras licenciarse en Historia por la Universidad de Oviedo, inició el camino de la investigación, doctorándose en 1983 con el trabajo titulado «La crisis del Antiguo Régimen». Sus publicaciones son numerosas, especializadas en los siglos XVIII y XIX. «Cada mañana lo veo cargado de periódicos que luego comenta con socarronería. Es un asturiano oreado por otras brisas, un hombre machadianamente bueno», concluyó Salvador Gutiérrez Ordóñez.

Tras la entrega de credenciales, Francisco Carantoña tomó la palabra. Su hermosa voz se hunde con naturalidad en el pozo de sabiduría que comparte. Ante la presencia de su madre, María Cruz Álvarez Requejo, y de sus hermanas, Cruz, Elena, Fernanda, Ana y Virginia, el flamante patrono consideró como un honor especial y sentimental su ingreso en una institución de tanto prestigio. «Como gijonés e historiador, éste es un día grato, en el que no puedo olvidar la figura de mi padre».

Su discurso se centró en la relación que tuvo Jovellanos con las Cortes de Cádiz y con la primera Constitución española, promulgada en 1812. Tras hacer una breve reseña de los acontecimientos que en 1808 desencadenaron la Guerra de la Independencia, la formación de las juntas provinciales y la consecuente Junta Central, que llevaría a la convocatoria de Cortes, Francisco Carantoña describió el decisivo papel que Jovellanos tuvo en su logro, así como en la redacción de la Carta Magna, que no llegó a ver. El conde de Toreno, al anunciar la muerte de Jovellanos a las Cortes de Cádiz, manifestó: «Su memoria es acreedora del reconocimiento nacional».