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Leontxo García

"Bobby Fischer es el ejemplo de lo que no se debe hacer con un niño con talento"

"El fútbol, con programas que son telemierda, no telebasura, anestesia a miles de personas"

"Bobby Fischer es el ejemplo de lo que no se debe hacer con un niño con talento"j.c. castro

El primer capítulo de su libro Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas, empieza con una pregunta: ¿por qué las mujeres juegan peor al ajedrez?

Para que no se enfade nadie, las mujeres están tan capacitadas como los hombres, o más, para jugar al ajedrez, pero para jugar al ajedrez como deporte de alta competición no lo están. Y tiene una explicación con una base lógica. Partamos de un hecho evidente y categórico: entre los cien mejores jugadores del mundo sólo hay una mujer. Eso, de por sí, ya es un dato que me parecía sorprendente, ya que aunque el ajedrez es un deporte donde la resistencia sí cuenta, la fuerza física bruta no tiene relevancia. Siempre que he planteado este tema a diferentes pedagogos que utilizaban el ajedrez en colegios, todos me apuntaban que cuando los alumnos alcanzaban la edad de la pubertad, sobre los 12 años, las niñas perdían el interés por el ajedrez porque su cerebro se llena de progesterona, una hormona que les dicta como prioridad ensanchar sus redes sociales y conocer gente, mientras que los niños aumentan la productividad de testosterona, algo que les hace ser muy competitivos. Luego, alrededor de los 18 años, en la edad de acceso a la universidad, las niñas aumentan su competitividad, pero han perdido unos años clave, de los 12 a los 18, en la formación de un gran maestro de ajedrez.

El cerebro de Magnus Carlsen -actual campeón del mundo de ajedrez-, a nivel deportivo, ¿se puede comparar con el pie izquierdo de Messi o la potencia de LeBron James?

Si a Messi , en el caso hipotético de que se pudiera hacer, le cambiamos el cerebro, ¿jugaría tan bien al fútbol? Seguro que no. El cerebro también es físico y por eso defiendo, ante todos los que opinan lo contrario, que el ajedrez es un deporte. Carlsen es un superdotado y tenemos la suerte de que ha elegido el ajedrez. Con cinco años podía recitar las capitales, la superficie y la población de todos los países del mundo, así que Carlsen podía haber destacado en muchos ámbitos.

¿La figura de Carlsen ha revolucionado el ajedrez?

Potencialmente está capacitado para ser el mejor de la historia. Incluso puede superar el récord de Gari Kasparov, que fue campeón del mundo durante veinte años consecutivos. La duda con Carlsen es saber qué ocurrirá cuando se enamore, si mantendrá el ajedrez como prioridad absoluta, algo que sí hizo Kasparov a pesar de que se casó tres veces y tuvo dos hijos. Por eso subrayo que potencialmente está capacitado. Y sí, Carlsen es un revolucionario, porque ha logrado que el peso de la ciencia no tiene por qué ser excesivo ante el arte y el deporte. Ha demostrado que no es necesario abusar de la memoria durante los quince o veinte primeros movimientos de una partida. Él no hace eso, se sale de lo habitual, de lo que se trabaja habitualmente en los entrenamientos con tu equipo y con las máquinas y obliga al rival de prescindir de lo memorizado. Eso cansa al adversario.

En la segunda parte de su libro se centra en sus experiencias con ajedrecistas que han hecho historia en el ajedrez. ¿Es Vasil Ivanchuk uno de los personajes más curiosos con los que se ha topado?

Sí, sin duda. Sigue activo y en breve coincidiré con él en el Torneo de Gibraltar. En el ajedrez parece que hay personajes muy excéntricos, pero sobre todo por culpa nuestra, de los periodistas, que buscamos a la gente que se salga de lo normal. Entre los cien mejores a nivel mundial, seguro que hay cinco o seis excéntricos. Y Vasil Ivanchuk es uno de ellos. Digamos que es un genio despistado. Vive por y para el ajedrez. Parece un niño, que está abstraído en su mundo. No es un loco, pero es un personaje impresionante.

Tal vez la leyenda más grande que ha dado el ajedrez fue Bobby Fischer.

Es otro caso, porque Bobby Fischer era un enfermo mental. Sobre él me gustaría apuntar varias cosas. Primero, que si estoy aquí, en esta posición, es gracias a Fischer, ya que soy de los que se engancharon al ajedrez en 1972 con su duelo, en plena Guerra Fría, con Boris Spassky. Segundo, siempre me trató muy bien. Y tercero, es el ejemplo negativo de lo que un padre puede hacer con un niño con talento. Un padre, una madre o un tutor no puede permitir que un niño se obsesione con un deporte y que no se forme como ser humano. Y eso pasó con Fischer. Su vida sólo era el ajedrez. Y por lo que he hablado con psiquiatras que le trataron eso fue un factor que aceleró su tendencia hacia la paranoia o fobias que desarrolló.

El duelo entre Karpov y Kasparov puso al ajedrez en el centro del mundo. ¿Se puede asemejar a los pulsos que mantienen ahora Nadal y Djokovic o el Barça de Messi y el Real Madrid de Cristiano Ronaldo?

A día de hoy aún sostengo, y nadie me lo ha podido refutar, que la rivalidad entre Karpov y Kasparov es la mayor en la historia de todos los deportes. He cubierto los 28 deportes olímpicos, pero no he visto nada igual. Entre 1984 y 1990 se enfrentaron, sólo en la pugna por el título mundial, en 144 partidas. Y la diferencia a favor de Kasparov es sólo de dos puntos. Se enfrentaron, cara a cara, durante más de quinientas horas. Y pensaron, el uno en el otro, en más de mil. Y eso bajo una presión terrible, que iba más allá del deporte. Estaba en juego el premio económico por ser campeón y el pulso político entre dos símbolos opuestos a la hora de entender la URSS, que en ese momento se caía a pedazos. Trascendió más allá del ajedrez. Un dato. La retransmisión de Televisión Española de la final que tuvo lugar en Sevilla en 1987 entre ambos tuvo trece millones de espectadores. Eso, ahora, es impensable. Probablemente el noventa por ciento de los que la vieron no tenían ni idea de ajedrez, pero necesitaban saber cómo quedó.

Apunta que el ajedrez debe acercarse a la sociedad, pero eso parece imposible cuando en los medios abusamos del fútbol.

Eso es un debate muy peligroso. A veces, algunos compañeros del Telediario de Televisión Española me aseguran que cuando dejan de hablar sobre el fútbol cae la audiencia. Y, en ese caso, creo que el problema radica en cómo se vende el producto. Si después del fútbol pidieran al espectador que no se vaya porque van a exhibir un interesante reportaje sobre esgrima y, de repente, aparecieran dos tiradores entrenando bajo el agua para acostumbrarse a afrontar la resistencia, seguro que sería interesante para mucha gente. El problema, tal vez, está en el periodismo. Mi único mérito ha sido ir a la mina, sacar el oro, pulirlo y mostrarlo al público.

¿Ha caído el periodista deportivo en lo fácil?

Sí. Para un redactor jefe lo fácil es decirle a un periodista que vaya al entrenamiento de un equipo de fútbol y cuente qué ha pasado. Y lo normal es que no pase nada. Lo difícil antes era bajar al archivo, ahora tirar de Google, y hacer un reportaje sobre el desarrollo del golf en España, por ejemplo. El fútbol se ha convertido en pan y circo y tiene anestesiadas a miles de personas que encima se tragan programas no ya de telebasura, que me parece un término suave, si no de telemierda. Contar historias sobre ajedrez u otros deportes debería servir para salir de esa anestesia general.

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