Le leyenda del Santo Grial, el cáliz utilizado por Jesucristo en la Última Cena, tiene dos mil años de recorrido. Se calcula que hay por el mundo unos 200 cálices que pasan por ser esa copa sagrada. Dos investigadores leoneses, José Miguel Ortega y la cronista oficial de León, Margarita Torres, aseguran ahora que el auténtico Santo Grial está en la basílica de San Isidoro de León, el templo que en su día sirvió de palacio al rey Fernando I (1037-1065) y a su esposa, Sancha. Son los abuelos de la reina Urraca de León y Castilla, una mujer de biografía apasionante, que guardó esa copa -al margen del significado trascendente que se le quiera dar- como oro en paño.

El "cáliz de Urraca" es bien conocido en León. Forma parte del tesoro de la basílica de San Isidoro, cuyo abad, Francisco Rodríguez Llamazares, se reconocía ayer asustado por la dimensión mediática que puede alcanzar el estudio, que es publicado en el libro "Los reyes del Grial", presentado ayer. Llamazares formó parte de la comisión que recogió en Oviedo en 2004 el premio "Príncipe de Asturias" de la Concordia, concedido al Camino de Santiago.

La historia es larga. Sabemos que el cáliz está en León desde el siglo XI. En realidad, lo que se puede ver en San Isidoro es una supuesta copa original, el esqueleto de la parte superior, de cerámica, y un revestimiento a base de metal y piedras preciosas que la propia reina Urraca mandó colocar. Su procedencia se sitúa en Egipto.

"Fernando I fue un rey muy importante y es normal que los reinos árabes de la península Ibérica le enviasen regalos. Lo que nos llamó la atención fue la cantidad de piezas que provenían de Egipto (y ahora pertenecientes al museo de la basílica de San Isidoro), entre ellas un arca de plata que se adjudica a un visir del poderoso califa de la dinastía Fatimi" y en la que se cree que fue trasladado el Santo Grial, afirma la medievalista leonesa Margarita Torres, que tiene amplia relación con Asturias, donde impartió conferencias, sobre todo a raíz de un libro de éxito sobre "Las batallas legendarias", en el que estudia el episodio bélico de Covadonga.

La investigación sobre este cáliz se enmarca en una más amplia sobre todas las piezas de origen musulmán de San Isidoro. Torres y Ortega creen tener claro el recorrido del cáliz desde el año 400, fecha aproximada que se dice que salió junto a otras piezas del Santo Sepulcro, en Jerusalén. Documentos hallados en una biblioteca de Egipto confirman, dicen los investigadores, ese supuesto origen histórico asociado al kilómetro 0 de la Cristiandad. "Antes de ese momento, hasta el año 400 después de Cristo, se desconoce qué pasó con la copa", reconoce el coautor José Miguel Ortega del Río, quien explica que "se carece de documentación relativa a ese período", pero resalta la importancia de este hallazgo porque "ninguno de los otros supuestos santos griales tienen una base tan sólida sobre la que apoyarse".

Fernando I recibe el cáliz procedente de un regalo del emir de Denia, como gratitud a la ayuda del monarca cristiano para paliar una hambruna en tierras levantinas. El cáliz llega a León en el año 1054, eso está documentado.

¿Conocía Fernando la trascendencia del regalo, acorde con la tradición? Los investigadores creen que sí, pero lo cierto es que el rey "no saca pecho" y se calla ser poseedor del Santo Grial. Dice José Miguel Ortega que quizás el rey "consideró que la reliquia era demasiado importante como para darla a conocer... y arriesgarse a perderla". Si así fue, el mismo criterio lo mantuvo el sucesor, su hijo Alfonso VI, y los sucesores de éste, entre ellos la reina Urraca.

Pero Urraca lo reviste con sus mejores joyas, lo que siempre llamó la atención dado que la estructura del cáliz no es precisamente noble. Su ubicación en los aposentos de la hoy basílica de San Isidoro siempre estuvo documentada.

En el Panteón de los Reyes de la basílica de San Isidoro se representa la Última Cena, todo un espectáculo pictórico, un tesoro artístico del Románico, que siempre estuvo plagado de oscuridades.

Lo cierto es que la investigación de los dos medievalistas leoneses choca de frente con el Santo Cáliz que se expone en la catedral de Valencia, y que pasa por ser uno de los "griales" con mayor peso documental e histórico de cuantos se exhiben por el mundo. Hay algún otro candidato con fuerza, como la copa Antioquía, expuesta en el Metropolitan Museum de Nueva York, o el Sacro Catino, en Génova (que más que copa es una especie de cuenco), muy venerado.

Hay que echar mano de la imaginación (algunos lo llaman fe) para sacar conclusiones definitivas. La copa de Urraca será a partir de ahora objeto de culto, más allá de sus innegables propiedades de orfebrería, y objeto de crítica. Al final, la Historia se encargará de poner límite a la leyenda.