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Oviedo se divide a favor y en contra de los Premios

Cientos de personas acompañan a la comitiva real desde el hotel de la Reconquista hasta La Escandalera, convocadas por la plataforma ciudadana de apoyo a los galardones

Treinta bandas de gaitas son un ejército musical. Cada una de ellas tenía ayer su trinchera establecida, a modo casi castrense, desde la banda "Ciudad de Oviedo" que abría el desfile casi a la altura de la calle Toreno, hasta el grupo folklórico La Hedra, de San Esteban de las Cruces, que cubría la intersección entre Gil de Jaz y Arquitecto Reguera. Todos en fila, gaitas, tambores y bombos, formaron la avanzadilla de los "sí" a los premios, la contra manifestación, aunque los músicos cumplieron con su faceta artística más que con su valor estratégico.

Cuando el coche de los Reyes abandonó el hotel de la Reconquista, seis y veinticinco de la tarde, una legión de señoras muy de Oviedo y familias muy de clase media salieron corriendo para apoyar a la comitiva real frente a la Escandalera, donde les esperaba una ruidosa y colorida oposición. Los más ágiles llegaron con la lengua fuera. Los rezagados, ya con las puertas del Campoamor cerradas, tuvieron tiempo para gritar a los de la otra acera:

-¡Qué poco queréis a Oviedo!

Una guerra incruenta de sentimientos. La plataforma ciudadana de apoyo a los premios había convocado en los alrededores del hotel a cuantos quisieran concentrarse para proclamar cuánto valoran los premios y cuánto quieren a Felipe y Letizia. Y fueron varios cientos, apiñados entre banderitas españolas y asturianas modelo DIN A-4 y aplausos indefinidos, un poco a tientas.

-¿Quién iba en ese coche?

-Ni idea.

Automóvil de gama alta, cristales tintados y policía abriendo el paso... Para qué más: aplauso al canto.

Rojo subido

Como a las cinco y media de la tarde la gente, formal por demás, ya había tomado la zona, la autoridad uniformada cortó al tráfico la calle General Yagüe permitiendo con ello el impudoroso paseillo de algunos, integrantes de la anónima segunda fila de la Corte regional. Algunos vestidos rojos chillones quemaron pupilas. Todos tenían posibilidad de circular por las aceras o tomar vía alternativa, pero para qué desaprovechar la oportunidad de darse una pequeña ducha de poderío.

Por allí andaba Santiago González-Alverú, principal promotor de la iniciativa en pro de los premios "Princesa". Repartía pegatinas de Mafalda y el personal se las adosaba a la solapa.

Aplausos a toda mecha para dos gigantones: el exjugador de baloncesto Jorge Garbajosa y su acompañante femenina. Arreció la ovación cuando el astronauta Pedro Duque apareció, también acompañado. Caras conocidas -y queridas- en una edición de los galardones a la que no le sobraron los personajes de fama deslumbrante.

Había familias enteras entre el público. Tres generaciones, abuelos, padres y niños recién salidos del colegio. Mucho uniforme colegial, para quien quiera entender. Y niños a la grupa de sus padres, disfrutando de vista panorámica y preguntándose qué hacían allí, en las alturas, entre tanta gente elegante y en un escenario donde pasaban tan pocas cosas.

¡Obligáronme!

Radios y televisiones tuvieron esta vez muy a tiro a sus interlocutores, aunque con suerte dispar.

-Señora, usted ¿por qué apoya los premios?

-Porque son muy buenos para los bares.

En el barómetro de la óptica Vetusta la flechina marcaba 762 milibares. Y subiendo.

-¿Y a usted qué le parece el ambiente?

-Este año hay mucho abriguín corto.

Dos segundos que se tomó la reportera para evaluar si la respuesta era una simpleza o abrigaba alguna clave política inaccesible al gran público.

Hora y media de espera musical da para una vuelta completa al repertorio folklórico asturiano. En un momento dado sonó a la gaita el famoso Te-Deum de Marc-Antoine Charpentier. Lo compuso a finales del siglo XVII y es el himno oficial de Eurovisión, ese que suena antes del festival de la canción o de algún partido de Liga de Campeones y que casi todo el mundo es capaz de tararear.

Igual era un detalle para iniciados como homenaje a la francesa afincada en Berlín Emmanuelle Charpentier, una de las galardonadas este año con el premio de Investigación Científica y Técnica.

La propiedad no se toca

El ambiente que se respiraba ayer en la zona caliente del Oviedo de los premios se podía resumir en "que no nos quiten lo nuestro". La propiedad no se toca, la tenemos incrustada en los genes y desde los albores del Derecho. La reivindicación de "lo nuestro" atiende al corazón más que a la cabeza, a lo muy local más que a la filosofía universalizadora que pregonan los "Princesa de Asturias".

-Yo nunca vine a esto, pero este año ¡obligáronme!

La ciudadanía del "sí" es de aplauso cálido y menos de vítores encendidos. Algún ¡Viva el Rey! se escuchó a la salida de los monarcas, y alguna bandera rojigualda ondeó sin mástil, gracias a esa maña que se dan algunos con aires de quitar migas del mantel. Pero todo con mesura, con esa fina lealtad de capital señera de provincia histórica.

-Como no anden listos, los premios acaban en Gijón.

Otro miedo, por lo demás imposible. Los sentimientos no se racionalizan, los temores tampoco. Por eso andan sueltos.

Tras el paso del último coche de la comitiva real el público se disgregó. Con tanto niño suelto aquello tuvo un toque a cabalgata de Reyes. Sin confetti, sin serpentina, sin mañana de regalos. Los más decididos enfilaron rumbo a la Escandalera donde se iba a librar la madre de todas las batallas y todo quedó en contraste de pareceres. Que todas las guerras sean así, con música de gaita y un cruce de "fartones" contra "faltosos".

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