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Hablemos en serie

No pierdan de vista los "Peaky blinders"

Gran serie británica sobre gánsteres en los años 20 que alcanza la excelencia en su tercera temporada

Annabelle Wallis y Cillian Murphy, en "Peaky blinders".

Yo venía aquí a hablarles del capítulo sexto de La embajada incumpliendo la promesa que me hice tras ver el primero de no repetir. ¿Por qué? Para averiguar si el éxito de audiencia se correspondía con una mejora en su calidad. Y no. Al contrario. Pero cuando llevaba una docena de líneas paré y me pregunté: ¿por qué perder el tiempo escribiendo contra una serie infumable cuando puedo hacerlo a favor de una muy buena? Y ahí vamos:

Peaky blinders es extraordinaria. Va por la tercera temporada (y menudo disgusto con la muerte de cierto personaje con ecos del final en las escaleras de El padrino III). La emite la BBC. Palabras mayores. Y detrás está un señor, Steven Knight, que dirigió la curiosísima Locke y lo mejor que ha hecho Jason Statham (Redención), además de escribir las Promesas del Este de Cronenberg. Buenas credenciales, ¿eh? Además cuenta con un reparto para quitarse la gorra (con cuidado, porque en la serie llevan piezas de acero por si las tortas) en el que destacan un excepcional Cillian Murphy como el jefe mafioso Tommy Shelby y, en las dos primeras temporadas, un majestuoso Sam Neill (versión original obligatoria) como el policía Chester Campbell, atormentado por mil demonios (incluidos los amorosos y sexuales). Añadamos para redondear la faena a dos actrices como la rocosa Helen McCrory (una mujer que hubiera encantado a John Ford) y la bellísima Annabelle Wallis como agente infiltrada y enamorada de quien no debe. Y a un reparto de secundarios que, como ocurre siempre en las producciones británicas, no falla nunca.

Se ha comparado esta serie con Boardwalk Empire por tener gánsteres dentro, pero Peaky... se asemeja más a la trilogía coppoliana. Aquí se narra la historia llena de violencia, pasiones y desgarros de una familia en el convulso Birmingham de los años 20 con guerras guarras entre bandas, tejemanejes terroristas, traiciones, líos con los rusos, ejecuciones, palizas, torturas policiales, amores trágicos, coraje, honor, maldiciones y besos que queman. Tiene diálogos bien afilados, ambientación soberbia, realización impecable (a veces con demasiadas florituras, vale) y te deja siempre con ganas de más. Justo, justito igual que La embajada, de la que yo venía a hablar aquí.

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