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Kiko Miyares, junto a sus esculturas.LUISMA MURIAS

KIKO MIYARES | Artista plástico

"La creatividad y la expresión son buenas para todos y reducen la neurosis social"

"Mi cabezonería dio su fruto, pero que se venda mi trabajo no asegura que sea bueno ni que haya dado con la solución"

-Desde hace unos meses, estoy bastante mejor. Llevo mucho tiempo intentando dedicarme a vivir de un trabajo creativo dentro de las artes plásticas y en la feria de Art Madrid, en febrero, tuve éxito. Por fin estoy donde hace mucho tiempo quería estar.

Kiko Miyares (Llanes, 1977) expone en la galería Arancha Osoro de Oviedo y el 8 de septiembre inaugurará en Bilbao. Hace unas esculturas policromadas en madera que representan figuras humanas deformadas.

-La deformación llegó de manera natural al acabar la carrera haciendo dibujos automáticos. Mi idea es que el espectador vea que una parte de él entiende la imagen y otra no ante esas deformaciones en las que reconoce a una persona con una expresión.

No se considera escultor ni pintor. Ha hecho dibujos que se acercan al cómic, animación artesanal y otros campos siempre con una ejecución tradicional...

-... ensuciándome con los materiales.

Hijo de Teresa, que fue secretaria en el Instituto de Llanes, y de José Ángel, que trabajó en un colegio menor de Llanes, desarrolló la capacidad de dibujar emulando y picándose con su hermano Alfonso, dos años mayor. Dibujaba horas y horas, con libros técnicos.

-Todo lo que tiene que ver con la creatividad y la expresión es bueno. La creatividad se deja para los profesionales, pero es buena para todos porque hay un diálogo con uno mismo y ayuda a reducir la neurosis social. Cuando miro alrededor y me pongo triste trabajar me aísla y me viene bien. También está bien conectar con los demás a través de algo muy innecesario pero con lo que no va a suceder nada lineal, previsible.

Empezó a estudiar a los 14 años con el pintor hiperrealista Vicente Sobero, quien le dio una formación muy tradicional útil para llegar a Bellas Artes de Bilbao en 1994 con cierto nivel.

-La facultad daba la formación clásica y permitía libertad para otras maneras de hacer.

-Salto de Llanes a Bilbao.

-Interesante. Bilbao no es una ciudad muy grande y entonces no tenía metro ni Guggenheim. Jugué de centrocampista en el Arenas de Getxo, y entre eso y la facultad conocí gente.

-¿Qué tal la carrera?

-El primer año tuve muy buen expediente. En segundo me di cuenta de qué asignatura aportaba y cuál no. En el arte hay una parte autodidacta más interesante que la académica. Cursé tres años escultura en piedra, difícil de encontrar porque necesitas una infraestructura muy grande y materiales caros.

-¿Por qué el cambio del dibujo a la piedra?

-En la piedra hay una vibración con algo muy primitivo: no tendrías por qué saber que dentro de la piedra hay una cara, es casi indestructible y deja la impronta. Requiere esfuerzo físico y las manos sufren mucho, sobre todo si te das con la maceta.

-¿Cómo acabó la carrera?

-Con 22 años y buen expediente. El título de Bellas Artes no te ayuda para mucho, salvo para dedicarte a la docencia. Vine a Oviedo a hacer el módulo de Piedra, que no acabé porque había pocas prácticas.

-¿Cuánto quedó en Oviedo?

-Dos años. Subsistía con diseño gráfico, cartelismo, piezas pequeñas en exposiciones. Pintaba con un estilo figurativo cercano al pop-art inglés de Malcolm Morley y gané un premio nacional en Madrid. En 2004 me salió un trabajo en el Museo Guggenheim.

-¿De qué?

-Especialmente de montaje de exposiciones. Entonces había exposiciones muy grandes, de mucho dinero y con recursos que no volveremos a ver. Manipular millones de euros en cuadros necesita gente que sepa embalar, colgar... Conocí a muchos artistas de primer nivel. Robert Rauschenberg, muy importante en el pop estadounidense, empezó en el montaje.

-¿Qué más hizo?

-Peanas y otras soluciones para obras que te ponen en relación con ebanistas de muchas capacidades. Aprendí a afilar gubias y formones, imprescindible para trabajar en madera. Cogí un taller con otros amigos, entre ellos Javi Soto, de Navia, y empecé a hacer figuras humanas en madera.

-¿Por qué le interesó eso?

-La obra de Stephan Balkenhol me abrió la puerta con esas figurillas que parecen seres vivos. Conseguí una beca de la Fundación Bilbao Arte de taller y material, pero sólo almacenar las piezas era un problema. Mucha gente me decía que aprovechara mi capacidad para la pintura y me dejara de esculturas gigantes.

-Volvió a Llanes en 2009.

-Bilbao es una ciudad cara para vivir y mantener una profesión que no da beneficios claros. En Llanes tenía a mi familia y un centro de artesanía y artes plásticas que ofrecía espacio por poco dinero. Necesitaba soledad y Llanes la da en invierno. En verano viene gente a verme, no sólo hay la incomodidad del turismo.

-Tiene su taller en una cuadra de Pancar rehabilitada con espacio suficiente y distancia para no molestar con la motosierra cuando trabaja el pino.

-La nobleza de los materiales no es relevante. Me interesa más desenvolver rápido y producir mucho. Siempre hago cosas, exponga o no, porque conseguir algo bueno necesita muchas horas que tampoco garantizan nada.

-¿Cómo vive?

-Con mi perro "Mambo", un mezcla independentista -medio pastor catalán, medio pastor vasco- que se parece a "Sprocket", de los "Fraggle Rock". Tomo cervezas con los amigos de siempre y discutimos de política, de fútbol y de la cantidad de fútbol.

-¿Temía quedar aislado en Llanes?

-Siempre pensé que si el trabajo merece la pena va a donde sea. El trabajo tiene que ser autónomo. Hay un vicio de reclamar atención constantemente, gente que reclama muy bien, otros tienen un apellido más interesante...

-¿Lo mejor del momento?

-La posibilidad de plantearme que si lo hice una vez, lo puedo hacer más veces y dedicarme exclusivamente a producir. No me esperaba que fuese ahora el momento de que mi trabajo fuera avalado por gente y que lo quiera tener. Mi perseverancia y cabezonería dieron sus frutos. La recepción que tiene el trabajo actual tampoco me asegura que esté haciendo algo bueno ni que haya dado con la solución. Tengo que seguir generando contenidos que despierten interés porque no creo en la firma ni en producir sólo para comerciar. Si lo creyera, dejaría de ser honesto con lo que me trajo hasta aquí.

-¿Cómo está Llanes?

-Hay un meneo social de las instituciones, con bastante división pero buen entendimiento.

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