Los lectores más crédulos de los horóscopos suelen caer en el fenómeno que los manuales de psicología describen como "efecto Barnum": aceptar como válida una vaga descripción personal que, en realidad, es aplicable a casi cualquier individuo. Y ése es el título que ha elegido Alfredo Aracil, comisario de esa operación artística, para reunir en la siempre sugestiva capilla del Museo Barjola, en Gijón, a dos artistas de contrastada y premiada trayectoria que traban así su primera colaboración: la gijonesa Irma Álvarez-Laviada (1978) y el orensano Jorge Perianes (1974). El resultado es una instalación, a partir de elementos heterogéneos, que el espectador debe asociar o disociar (a su gusto), a partir de la "excusa narrativa" de un espacio concreto, cuajado de connotaciones.

"Queríamos ver las posibilidades de unir dos estilos que parten de lenguajes distintos", explicó ayer Aracil, en la inauguración de esta muestra que vuelve a traer al Principado un trabajo de Álvarez-Laviada, una de las artistas asturianas más interesantes. La Fundación Botín le ha concedido reciéntemente su beca de artes plásticas. Perianes, ligado por su parte a la galería Max Estrella, ha expuesto en Latinoamérica y Portugal. Los dos creadores han partido de la propuesta de Aracil, pero ha tenido libertad absoluta para concretar sus ideaciones.

Ávarez-Laviada se ha enfrentado por primera vez con una obra mural: "Quería hacer algo diferente, que mi pieza fuera el fondo de apoyo de Jorge". Surge así una gran superficie en la que caben distintas calidades y texturas del blanco, si se puede hablar así del color paradójico por excelencia. Perianes ha optado por el despliegue de símbolos: espejos, piedras, el reloj, una calavera... El ejercicio puede verse, quizás, como la deconstrucción de una "vanitas".