A Richard Ford le gusta el presente. "Si vives en el presente, vives en la eternidad", escribió Ludwig Wittgenstein. El mismo Ford se encargó ayer de recordarlo.

La eternidad presente reducida a un instante era en la Biblioteca de Asturias una feliz reunión de devotos de la lectura, profesores de universidad, periodistas y curiosos alrededor del Premio Princesa de Asturias de las Letras. Ford seleccionó para la ocasión cuatro libros, no sus favoritos -no los tiene-, tampoco los que han influido en su escritura, simplemente cuatro buenos libros dignos de ser leídos. Ángeles Caso, que tuvo la gentileza de suspender un viaje programado con antelación para presentar al autor de "El día de la Independencia", dijo que dos de ellos, "La casa de París, de Elizabeth Bowen, y "Años luz", de James Salter, se encuentran entre sus preferidos. En la novela de Bowen vio rastros de Virginia Woolf, y al hablar de Salter le brillaron los ojos.

Pero antes de continuar, probablemente quieran saber, si es que no lo saben todavía, que Ford pensó en el título de su libro más laureado cuando escuchó "Independence Day", la canción de Bruce Springsteen. "Se lo conté a él. No dijo nada. Bueno, respondió sin más". Pero igual desean conocer también otra anécdota revelada en las últimas horas: cuando escribió "El periodista deportivo"sintió la necesidad de vestir a una adolescente que se acerca al protagonista principal, Frank Bascombe, con una camiseta de "The Boss". Frenó en seco. "No lo hagas"-me dije- "te robará la secuencia". Desistió.

Le preguntaron a Ford por sus relaciones con la música y también por las prioridades literarias: las palabras, los pensamientos y los hechos. "Uno no hace un poema con ideas sino con palabras", le dijo Mallarmé a Degas. "Pero las palabras nos acaban llevando a las ideas", subrayó Richard Ford.

Era un instante eterno, el de la Biblioteca de Asturias, dedicado a los libros y a las frases. Por eso estuvo presente James Salter, un novelista de grandes sentencias y deslumbrantes descripciones literarias. Esta de "Años luz", por ejemplo: " El cielo es pálido encima de los árboles, puro, más misterioso que nunca, un cielo que marea a los fedayin, que pone fin a la noche del astrónomo. En ese cielo, tenues como monedas en una playa, apagándose, brillan dos últimas estrellas". Salter: gigantesco escritor para escritores gigantes. Un hombre encantado de conocerse a sí mismo que ponía a la literatura por encima de la vida: el piloto de aviación que halló la muerte a los 90 años mientras hacía ejercicio en una cinta.

"Las novelas que te gustan llevan a extremos", pensó Richard Ford cuando leyó por primera vez "La casa en París" de Elizabeth Bowen, en la que dos niños pasan el día juntos en una residencia parisina y se dedican a conversar como si fueran un par de adultos intelectuales. "De acuerdo, voy a seguir leyendo", se dijo entonces a sí mismo consciente de que no era una lectura fácil.

El tercero de los libros elegidos por el Premio Princesa de Asturias de las Letras, "El cinéfilo", de Walker Percy, ganador del National Book Award en 1962, es la novela de un debutante que transcurre en Nueva Orleans durante los años de posguerra coincidiendo con el conflicto de Corea. Cuenta la historia de Binx Bolling, un joven que tiene un trabajo cómodo, una familia pudiente y amigas o amantes siempre que lo desea. Su ocupación va desde los largos paseos nocturnos hasta las sesiones de cine, donde pone toda su pasión. El resto de la vida pasa de largo delante de sus narices sin importarle demasiado. Richard Ford explicó que la había leído en la ciudad donde discurre la acción y que para él resultó ser algo incomparable. Otra de las conclusiones positivas que extrajo de su lectura fue la importancia que tiene condensar en la ficción lo grave y lo alegre. A Percy, le debemos, además, que viera la luz "La conjura de los necios", el best seller de John Kennedy Toole que nadie quiso publicar mientras vivía su autor.

Por último, aunque no menos importante, Richard Ford se refirió a "El intocable", la novela de su amigo y también premio de las letras de la Fundación, John Banville. "El mejor escritor en inglés del mundo, aunque es irlandés". "El intocable" está basada sin apenas disimulo en el espía británico al servicio soviético, Anthony Blunt, excaballero de la Corona, crítico e historiador del arte experto en Poussin, profesor universitario, conservador de la colección real inglesa de pinturas y asesor de su Graciosa Majestad. De él escogió un párrafo que define las relaciones entre un irlandés y un judío con los camaradas del Este, hasta el punto que los genuinos ingleses no alcanzan a comprender: "(...) compartíamos el innato, sombrío romanticismo de nuestras dos razas tan distintas, el legado de la expatriación y, sobre todo, la viva esperanza de una venganza final, que, cuando se llevaba al terreno de la política, podía hacerse pasar por optimismo". Ironizó Ford: "Venganza y optimismo. Los novelistas definen el mundo". Contó que Banville le había llamado el otro día por teléfono para decirle: "Creo que estamos los dos en las listas del Nobel". Le contestó: "Si lo ganas me alegraré".

Luego, se quedó un rato firmando ejemplares de "Canadá".