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La teoría sueca del horror

¿Quién discutiría que las personas han de ser independientes, autónomas, libres para estar en soledad o con quien deseen? ¿Quién discutiría que las relaciones humanas no deben estar basadas en la necesidad sino en el mero gusto? ¿Quién discutiría que el Estado debe promover con medidas laborales, sociales o económicas la autonomía individual, para que las relaciones de pareja, la familia, las relaciones de amistad, sean solo posibilidades que las personas autosuficientes puedan elegir sin presión en función de su apetencia o su conveniencia? En los años 70, políticos suecos, buscando evitar que cualquier ser humano pudiera sojuzgar a otro, y aprovechando el alto nivel económico del país, iniciaron uno de los mayores experimentos sociales de la historia: la construcción de una sociedad de individuos independientes en donde los lazos entre las personas fueran libres, opcionales y nunca movidos por la necesidad.

Y el resultado ha sido el infierno. No se pierdan "La teoría sueca del amor", el documental más impactante de lo que llevamos de década. Varones masturbándose para bancos de semen y mujeres recogiéndolo días más tarde sin llegar a conocerse. Una de cada dos personas viviendo sola. Agencias gubernamentales encargándose de todo lo relativo a ese veinticinco por ciento de la población que va a morir solo en su casa, cuyas facturas van a seguir pagándose automáticamente, y cuyo cadáver será descubierto semanas, meses o años después. Dejen lo que estén haciendo, vayan a su plataforma de descargas habitual y busquen "La teoría sueca del amor", porque esto pronto va a ser también "La teoría española del amor".

Una vez más el sueño de la razón ha producido monstruos. Quizá estamos horrorosamente equivocados acerca de quiénes somos, y la autosuficiencia solo es un delirio narcisista promovido por El Corte Inglés. Quiéreteme, es hora de pensar en ti, dice su anuncio. Sale un olor raro por debajo de la puerta de una vecina. No sé cómo se llama. Es vieja. Vive sola. Hace unos días oí como un golpe en su casa, pero ¿quién soy yo para meterme en sus asuntos?

www.antoniorico.es

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