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El intenso resplandor de la teniente Redondo

María Oruña publica la novela "Donde fuimos invencibles", tercer caso al que se enfrenta la oficial de la Guardia Civil

El intenso resplandor de la teniente Redondo

"Un día soñé un misterio sencillo, pero tan antiguo como el hombre. Un misterio que, a pesar del transcurso de los años, de los siglos, nunca hubiese sido desvelado. Y pensé en escribirlo y mostrarlo, por si así encontrase alguna verdad". Quien así habla es María Oruña, la autora quenos dejó a todos con los ojos muy abiertos en 2015, con su primera y estupenda novela Puerto escondido. Nacía en aquellas páginas electrizantes la teniente Valentina Redondo, oficial de la Guardia Civil a cargo de la UOPJ (Unidad Orgánica de Policía de Investigación Judicial de Cantabria en Santander).

Datos a tener en cuenta: treinta y tantos inviernos en el carné de identidad, carácter borrascoso y complejo, con cierta tendencia a que nada (ni nadie) se escape a su control. Mujer de armas tomar en su profesión, pero, cuidado, eso no le restaba ni un ápice de una acusada sensibilidad y una intuición fuera de toda duda, rasgos a los que sus estudios en psicología sacaba un gran provecho. Y una curiosidad en cierto modo delatora de su forma de ser y estar: la heterocromía del iris. Es decir: un ojo verde y otro de color café. Mirada imán. Que imantó el interés de miles de lectores a los que se les hizo larga la espera hasta que llegó el segundo caso de la teniente, Un lugar a donde ir. Oruña, de profesión abogada laboralista, demostró una vez más su capacidad para construir tramas sin fisuras, para dibujar personajes alejados del estereotipo y con suficientes pliegues psicológicos para que no fueran nunca previsibles, para convertir los paisajes cántabros (Suances en primer plano) en escenarios perfectos para tejer atmósferas cargadas de tensión e intención.

La afición por la arqueología de la autora resulta muy útil para sus labores como arqueóloga del crimen, siempre atenta a excavar en el pasado de sus personajes, desempolvar restos elocuentes que descubran hechos que alguien en algún lugar quiere mantener escondidos.

Y ahora llega Donde fuimos invencibles.

"Nos sentíamos invencibles porque amábamos la vida. Sin pensarla como los ancianos, sin ignorarla como los niños. La juventud estaba en nosotros. ¿Qué más podíamos pedir?"

La sinopsis que facilita la editorial Destino es incitante:

"La muerte vuelve a visitar el tranquilo y apacible pueblo costero de Suances, pero esta vez ya entrado agosto, cuando la teniente Valentina Redondo apura el verano en servicio y se apresta a coger unas merecidas vacaciones. El viejo jardinero de la Quinta del Amo, un antiguo y señorial palacio construido a principios del siglo XX y ubicado a metros del Ayuntamiento, aparece una mañana tendido sobre el césped. Hacia allí se dirige Redondo junto a su equipo, el subteniente Santiago Sabadelle y el sargento Riveiro, y lo que parece el mero trámite de una muerte natural, probablemente a causa de un ataque cardíaco, comienza a revelar señales misterio. Un misterio relacionado a sucesos inexplicables ligados al viejo caserón habitado por extrañas presencias.

De ellas habla Carlos Green, un joven escritor estadounidense que se ha refugiado en la Quinta o Palacio del Amo desde comienzos de junio para acabar la novela que trae entre manos y, de paso alimentar el recuerdo sobre el que construye su historia, porque allí pasó los mejores veranos de su juventud. Tras la muerte de su abuela, Green ha recibido en herencia el caserón, mucho tiempo deshabitado, y se dispone a venderlo una vez finalizado su libro, cuando la muerte del jardinero y las inexplicables presencias que alteran la paz de la finca ponen a prueba su incredulidad.

El escepticismo de Redondo corre parejo al del escritor, pero la forense Clara Múgica (otro personaje conocido para el lector de la saga) no tardará en certificar que la muerte del jardinero no tiene nada de natural y lo peor de todo es que no será la única ligada aquella casona de apariciones fantasmales y extraños suceso que escapan a la razón. Al extremo de que el rico heredero recurrirá incluso a un experto en fenómenos paranormales o cazafantasmas llamado Christian Valle, y Redondo no sólo tendrá que lidiar con él para desvelar el misterio, sino también con su antagonista, el reputado profesor Machín, un científico de la vieja escuela empeñado en encontrar explicaciones racionales para todas aquellas manifestaciones inexplicables que alimentan la pseudo ciencia".

"Recuerdo cómo nos sorprendió el paisaje, la calma, el verde de los prados. En el horizonte, según las curvas de la carretera, se veía a ratos el mar. Cuando llegamos al Palacio del Amo tuve la sensación, por primera vez, de entrar en la vieja y literaria Europa, la de los cuentos infantiles. Aquellos torreones incitaban a pasar, a curiosear, y los jardines parecían guardar secretos ancestrales que mi mente infantil exageraba a la máxima potencia".

Es, pues, uno de los casos más difíciles de la teniente Redondo, como apunta la editorial, "no sólo porque la investigación la llevará hasta un viejo y preciado ejemplar de un libro de Copérnico del siglo XV en paradero desconocido o incluso hasta la estrella de Hollywood, Jane Randolph, protagonista de filmes como La mujer pantera, La princesa de Éboli y Abbott y Costellocontra los fantasmas, entre otras películas, que habitó la casa; sino porque no podrá desentrañar el misterio sin recurrir a métodos muy poco ortodoxos.

Incluso, entre otras extravagancias del caso, le será de vital importancia la ayuda que pueda brindarle su pareja, el filólogo londinense Oliver Gordon, que ha comenzado a tomar clases de surf. Una actividad en la que hará buenas migas con el rico escritor americano, ya que Carlos Green fue en su juventud un campeón del surf, antes de que una fea lesión lo alejara definitiva del circuito profesional.

Construida en un equilibrado contrapunto, Donde fuimos invencibles combina tres voces narrativas bien diferenciadas: un narrador en tercera persona focalizado en la teniente de la mirada bicolor y su investigación, otro que sigue de cerca los avances del cazafantasmas Christian Valle y sus curiosas polémicas con el profesor Machín; y por último, un narrador confesional en primera persona, que remite a la reveladora novela autobiográfica de Carlos Green, El ladrón de olas, cuyo borrador en progreso se intercala en el relato.

Mediante este procedimiento, Oruña trama una sutil intriga que rinde tributo no sólo a la mejor novela de misterio, sino también a la tradición del relato de fantasmas. Los deliciosos guiños en ese sentido son evidentes, con menciones o alusiones a Los diez negritos de Agatha Christie, a Otra vuelta de tuerca de Henry James o incluso al filme de Stanley Kubrick El resplandor, basado en la novela homónima de otro gran maestro del suspense y la intriga: Stephen King".

"Un hombre yacía sobre el césped tumbado boca arriba, inerte. Parecía muerto. De pie a su lado, todavía con las manos encogidas sobre sus labios, una mujer terminaba de ahogar un grito".

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