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Agustina Guglielmetti.

La lacra de la violencia machista

Tres mujeres asturianas narran episodios de abusos

"El portero de mi edificio me tocaba e intentó penetrarme cuando tenía 8 años"

"El portero de mi edificio me tocaba, se masturbaba delante de mí y, en una ocasión, intentó penetrarme pero no pudo; no sé que le pasaría pero no lo consiguió; una luz me iluminó en aquel momento. Tenía ocho años". Este es el desgarrador testimonio de Agustina Guglielmetti, una mujer de 38 años natural de Argentina y residente en Oviedo. Su historia coincide con la de su hermana. Ambas fueron víctimas del mismo hombre pero no lo supieron hasta hace unos meses. Lo hicieron público a raíz del movimiento "Cuéntalo", que nació en redes sociales a partir de la polémica sentencia a los cinco miembros de "la Manada", condenados a nueve años de prisión por abusar de una joven en los Sanfermines de 2016. La víctima pidió la semana pasada a las mujeres que denunciasen. Tres asturianas cuentan los abusos que sufrieron a LA NUEVA ESPAÑA.

"Lo que no te haga a ti se lo haré a tu hermana" le decía el portero del edificio en el que vivía Guglielmetti, en Argentina. Eran cinco hermanos y, como su madre trabajaba durante todo el día, pasaban muchas horas solos. "Me invitó a su casa a jugar con su hijo y comenzaron los primeros abusos; como no quería volver me esperaba en el ascensor o en la escalera". Vivía con un miedo constante y no contó nada creyendo que así protegía a su familia: "Amenazaba con matar a mi madre si contaba algo", recuerda. Tras dos años de calvario se mudaron de piso y en 2002 vino junto a su familia a vivir a Oviedo. Su pasado quedó enterrado hasta que hace unos meses decidió revivirlo para animar a otras personas a denunciar casos de abusos. "Esto te marca de por vida", asegura la argentina. Tanto que no hace mucho riñó a un hombre que miraba demasiado a su hija de ocho años mientras esperaban en un paso de cebra a que el semáforo se pusiera en verde.

El relato de María Corral no responde a un caso de abuso sexual pero sí a una agresión machista. Esta asturiana, analista de laboratorio, trabajaba a turnos en una farmacéutica en Madrid cuando un hombre la agredió por la calle, sin mediar palabra. "Eran las cinco de la mañana y salí a coger el metro, alguien me abordó por atrás y me tiró al suelo; no sé con qué intención", recuerda Corral. Gritó y la gente que pasaba por la calle acudió a socorrerla. Él salió corriendo y, aunque lo denunció a la Policía, no supo nunca nada más del tema.

"Durante mucho tiempo me culpé por no saber reaccionar en el momento pero, cuando empiezas a responder, por ejemplo cuando alguien te toca el culo en una fiesta sin permiso, parece que eres", considera Corral.

Jara Cosculluela, responsable de feminismo y diversidad de Podemos Asturias, comparte esta opinión y, con su testimonio, pretende poner voz a muchas otras chicas. Su historia tuvo lugar en un taxi, en Madrid. El conductor recogió a Cosculluela y su amiga Tania González, eurodiputada asturiana de Podemos, para llevarlas a una fiesta. Tenían 20 años. El taxista las intimidó con preguntas "subidas de tono", de tipo sexual. "Al final, nos terminó diciendo que no nos llevaría donde queríamos y que iría a la 'casa de Campo' (lugar donde se encuentran las prostitutas) porque era donde debíamos estar", recuerda Cosculluela. Consiguieron que parase el coche y se quedaron en "shock". "El episodio del taxi es el típico relato que compartimos muchas y que nos pasa a las mujeres por el hecho de ser tías", critica. Su lucha, aseguran, acaba de empezar.

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