"Mi trabajo no es provocador , trato el cuerpo desnudo como una escultura", señalaba ayer el fotógrafo Spencer Tunick, minutos antes de inaugurar en el Centro Niemeyer de Avilés la exposición "Desnudos", la primera retrospectiva de este creador norteamericano en España y segunda a nivel mundial. Compuesta por 62 imágenes fechadas entre los años 1991 y 2016, la muestra presenta un viaje tanto geográfico como humano por los cuerpos en estado puro, desde retratos de un solo individuo, hasta instalaciones en las que participan miles de voluntarios y por las que el artista es mundialmente reconocido. Entre medias, parejas o pequeños grupos más o menos numerosos posando en medio de la naturaleza u ocupando espacios públicos urbanos.

Una amplia parte de las imágenes de Tunick tienen como escenario las grandes ciudades, sobre todo los desnudos multitudinarios que el fotógrafo realiza por todo el mundo por encargo de museos o instituciones artísticas. Por el contrario, cuando se trata de iniciativas por cuenta propia ha elegido entornos naturales en el estado de Nueva York, México o Hawai. "Me gusta la naturaleza, pero especialmente el contraste del cuerpo humano con el cemento; creo que esta combinación presenta algo bello, y no me refiero sólo al resultado en la fotografía, también en la acción y el momento de juntar un cuerpo desnudo con el hormigón", comentaba ayer mientras en el vestíbulo del auditorio del Niemeyer se daban los últimos retoques para la apertura de la muestra que puede visitarse hasta el 7 de enero.

Comprometido con los problemas sociales, políticos y medioambientales que afectan al planeta, el artista fue arrestado varias veces en Nueva York, París y Monterrey (California) hace unos quince años mientras plasmaba singulares montajes fotográficos. "Intento trabajar durante el amanecer porque prefiero ser invisible, no quiero enfrentar mi obra a la gente que pasa por la calle", señala. Y es que sus creaciones artísticas requieren de una cuidada programación y desarrollo y un gran revuelo. "A veces la gente cree que cientos de personas desnudas provocan un caos, corriendo de un lado a otro, pero en realidad es algo muy organizado, juntamos a la gente a la salida del sol y todos saben que están ahí para hacer arte, para crear una obra. La conmoción surge de la parte más conservadora de la sociedad, que se siente agredida porque está en contra del espíritu libre del cuerpo humano", relata.

A pesar de la oposición de ciertos grupos hacia sus proyectos, Tunick afirma no haberse sentido nunca amenazado. "Es más bien una oposición pacífica por parte de los conservadores, mi trabajo puede hacer que cambie sus mentalidades y eso les asusta", observa, para resaltar que no busca la confrontación directa. "Soy subversivo en el sentido de que dejo ahí mi obra con la esperanza de que sirva para abrir la mente", manifiesta.

A pesar del reconocimiento y la repercusión que alcanzan las iniciativas de este hombre tranquilo y jocoso, instituciones nacionales y mundiales le han frenado propuestas y denegado permisos para su ejecución. Entre estos rechazos cita uno en las Naciones Unidas. "Me plantearon desarrollar alguna idea sobre el incremento del nivel del mar y cómo ello afectaba a los habitantes de las ciudades, pero cuando la mostré, en lugar de autorizarlo consideraron que había que someterlo a votación en la asamblea general; me pareció bien, aunque de repente, un hombre probablemente buena persona pero con una actitud cobarde decidió que ni se votaría ni se haría el trabajo", explica aún sorprendido con aquella respuesta.

Frente a la censura de unos, Tunick recibe el respaldo de miles de voluntarios deseosos de formar parte de sus emblemáticas fotografías en lugares como Bogotá, Brujas, Londres, Melbourne, México o Nueva York. "Hay mucha gente interesada en participar y estoy seguro de que si voy a Moscú o San Petersburgo acudirían miles de personas, pero el problema son los políticos, que no dan los permisos para intervenir en lugares públicos porque están en contra el cuerpo desnudo. Lo curioso es que después de hacer la obra, los más reacios se sienten orgullosos de los resultados e intentan llevarse el mérito", concluye el fotógrafo, que descubrió las performances a través de la figura de Yayoi Kusama.