Nadie mejor que la figurinista Sandy Powell, ganadora de tres Oscars al mejor diseño de vestuario, para explicarle al público congregado ayer en la antigua Fábrica de Armas de La Vega, en Oviedo, el hilo que une la moda y el cine. Con firmes puntadas, la encargada del vestuario de gran parte de las películas de Martin Scorsese -premio "Princesa de Asturias" de las Artes- explicó qué se hace con el vestuario tras una película o de qué forma conoció a Scorsese y al diseñador Lorenzo Caprile, también presente en el encuentro en la "Fábrica Scorsese", abarrotada para la ocasión. Junto a ellos, la figurinista María Ortega Cornejo hilvanó el relato de ambos con sus aportaciones.

"Antes de comenzar, un niño me ha pedido un autógrafo. A mí", comentó incrédulo el diseñador español que, tras la participación en el programa de televisión "Maestros de la Costura", le ocurren cosas como ésta. No hace mucho él se sintió como ese niño cuando acudió, con su libro sobre los grandes figurinistas de Hollywood bajo el brazo, a una fiesta en la isla Capri en 2004 para el aniversario de una de las mayores casas de vestuario. Allí estaba Sandy Powell. Y allí la conoció, al pedirle que le firmase el libro. Después de aquello, se encontraron en varias ocasiones, pero su relación se consolidó al trabajar juntos en el vestuario de una ópera en Madrid. Caprile era el ayudante de Powell y recuerda aquel trabajo con muchísimo cariño. Después llegó "El lobo de Wall Street", junto a Scorsese. Carpile se encargó de hacer el vestido de novia para una boda ambientada en los 90. Ambos recuerdan entre risas cómo Lorenzo llegó con su vestido metido en una maleta. "La única película que no ha hecho Sandy con Scorsese desde que empezaron a trabajar juntos fue un fracaso", confiesa Lorenzo Carpile como muestra del cariño que le profesa a su colega de profesión.

Powell comenzó a trabajar con Scorsese en "Gangs of New York". Aún recuerda su primera reunión con él. "Estaba aterrada, no sabía qué debía decir, pero no hay problema porque Scorsese habla todo el tiempo", bromeó la diseñadora. Habla mucho y se entrega en cada detalle: "Siempre toca al actor con el vestuario puesto, muestra mucho interés por todo; es imposible engañarlo con una tela o algo así". En "Gangs of New York" trabajaron más de cien personas en vestuario. Powell confiesa que fue su trabajo más difícil. Sin embargo, el Oscar junto a Scorsese (ya había ganado uno en 1998 por "Shakespeare in love") llegó con "El aviador". "En este trabajo todo era más fácil, era la época dorada de Hollywood y todo era brillante", recuerda.

"¿Qué pasa con el vestuario después de una peli?", preguntó Caprile a la diseñadora, consciente de la respuesta: "Yo me quiero quedar con todos pero no puedo", confesó ella entre risas. Después se explicó: "Se vende a las empresas de alquiler para que luego lo utilicen los figurantes; hoy también se vende mucho por eBay". La venta del vestuario es una buena forma de recuperar el dinero invertido en atuendos, que no es poco.

Para una misma escena los protagonistas necesitan varios trajes iguales en las tomas que se van a mojar o hay sangre de por medio para poder repetir la secuencia las veces que sea necesaria. También hay gente que se encarga de hacer que las prendas parezcan más viejas y no se vean como recién confeccionadas. "El resultado siempre tiene que ser creíble", explica. Powell no deja ningún fleco suelto.