El periodismo es un oficio de riesgo. A veces el riesgo suena a pólvora y otras veces tiene que ver con la ética, y con la visibilidad de esa ética.

Ayer al mediodía, en el IES Sánchez Lastra de Mieres y ante decenas de estudiantes de Secundaria de 25 colegios e institutos de la región, contó la periodista Alma Guillermoprieto premio "Princesa de Asturias" de Comunicación y Humanidades, una anécdota que lo explica. Tiene que ver con lo que es y con lo que parece, y con la vulnerabilidad del reportero y la imagen que proyecta. Merece la pena abrir comillas y que sea ella, la mexicana Alma, quien lo cuente. A fin de cuentas vive de eso, de contar historias que ella convierte en fascinantes.

"Llegué a Nicaragua de loca y me puse a improvisar sin saber muy bien qué es lo que tenía que hacer. Nicaragua vivía una revolución y yo quería contarla, y unos colegas me dijeron: ¿Por qué no pides una entrevista a Somoza? Anastasio Somoza era el dictador, un personaje frío y sorprendentemente mediocre. La pido y me la concede. ¡Terror! No sabía muy bien si debía llevar las preguntas apuntadas o memorizadas. En todo caso, se me olvidaron. Llego al búnker presidencial, me hacen pasar por varias antesalas, rodeada de guardaespaldas siniestros que con aquella oscuridad seguían con sus anteojos de sol. En el despacho, Somoza se levanta a saludarme y, cuando le acerco la mano el bolso que llevaba de bandolera se me desliza por el brazo; yo trato de recuperarlo, me agacho y los fotógrafos del dictador toman una imagen en la que yo estoy como haciéndole una reverencia. Fue la que se publicó en la prensa nicaragüense y aquello fue un error que creí que iba a acabar con mi vida".

La bendición de los errores. Y no. Primer consejo a los adolescentes que la acompañaban ayer en Mieres: "No se atormenten demasiado de sus pequeños errores, se aprende mucho de ellos". Una observación tras analizar al alumnado encargado de formular las preguntas: "Aquí hay muchas más mujeres que varones. Los muchachos tienen que atreverse a cometer esos errores, pero entiendo que están sometidos a mucha presión". Un consejo a ellas, a las valientes: "díganles a los chicos que se lancen".

Más de 500 alumnos participaron en la edición de los pequeños periódicos que le fueron presentados a Alma Guillermoprieto. En total, 46 publicaciones sobre temas relacionados con el entorno de cada uno de los centros y comarcas. No dio tiempo a que se las explicaran todas pero Alma envió un mensaje general: "Me emociona cuando escucho a alguien que quiere hacer periodismo porque es un oficio maravilloso".

Acabar con los clichés. La premio Princesa de Comunicación animó a "combatir los clichés", que deforman la realidad. Puso un ejemplo muy cercano para ella: "Las estadísticas nos dicen que el segundo país en el que se trabajan más horas a la semana es México, cuyos habitantes tienen fama de flojos, el país de mañana... Los datos son muy importantes contra los estereotipos".

Asiste Alma Guillermoprieto "a una absoluta y total revolución de las mujeres, y toda revolución provoca inevitablemente una contrarrevolución".

Televisión que mata. Cuidado con las series televisivas de moda, que exaltan el mundo de los narcos. "El narcotráfico es algo muy serio, no tiene nada de grandioso. Los narcos son pobres seres miserables, tontos y sin educación. Su violencia es vulgar pero algunas series hacen un daño espantoso hasta el punto de que hay niños que no tienen otra aspiraciones que meterse en ese mundo". El narcotráfico es una máquina poderosa y letal capaz de transformar países como México "en apenas veinte años", pero también "continentes enteros como América Latina". Y el narcotráfico, junto a esa contrarrevolución frente a la fuerza de las mujeres, son los ingredientes del cóctel que en muchas partes del planeta, provoca la lacra de los feminicidios.

El perfil del perfecto reportajeado. "Busco personas con sentido del humor, y también dan buen resultados las personas ridículas. Cuando me encuentro con un empresario ridículo soy muy feliz. Necesito personas que sean capaces de hablar de muchas cosas a la vez".

La trampa de la verdad. "La verdad no existe. Existe aquello que cada uno de nosotros pueda aproximarse a una realidad concreta. Existe nuestro pedacito de realidad, y todos la estamos interpretándola continuamente, aunque no queramos. Lo importante es que nuestra mirada sea amplia". Mirada en perspectiva, de largo alcance pero a partir de las distancias cortas: "Uno de mis secretos es caminar mucho. Camino, me meto en los lugares que me llaman la atención, y a tomar apuntes".

Los combustibles del alma. "Abandoné mi actividad como bailarina porque no recibí el aliento suficiente. Nadie me dijo: quiero que bailes siempre para mí. Y cuando uno fracasa, no os voy a engañar, eso es tremendamente doloroso. Yo siempre digo que entré en el mundo del periodismo por accidente".

Controlar los ritmos. "Hay mucho periodismo de inmediatez y poco periodismo explicativo, de voz pausada. Una vez decidí tomar clases de dibujo para aprender a mirar lento. Pusieron delante una naturaleza muerta, de esas que tienen una jarra sobre una mesa, con un mantel a cuadros. Dibujé la jarra, pero no el mantel. Es que me va a llevar mucho tiempo, me justifiqué ante la profesora. Y recuerdo que me dijo: mucho tiempo, ¿para qué?".

El valor de la imagen. Otro tópico a desmontar. "Una imagen no vale más que mil palabras, solo nos facilita la imaginación pero muchas veces las imágenes no nos ayudan a comprender las noticias. Hay imágenes que nos llenan de terror, y el terror es paralizante, pero cuando somos capaces de entender se nos baja el miedo".