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Letizia, reina "low cost"

Letizia, reina "low cost"

La austeridad y la elegancia se imponen en los dos estilismos elegidos por la asturiana para sus actos en Oviedo, entre los que tuvo menos de una hora para cambiarse

Lo hizo otra vez. Letizia volvió a sorprender ayer en Oviedo. Y es que si algo está demostrando la Reina con el paso del tiempo es que su personalidad se impone a críticas, quinielas y conjuros de fashionistas. Y ayer no lo hizo una vez, sino dos. La primera, demostrando que con firmas de bajo coste -"low cost"- se puede ser la más elegante y actual. Y la segunda, confirmando que no hay un recurso más infalible para una cita nocturna que un vestido negro. El LBD (little black dress) de libro. O lo que es lo mismo, el vestido negro de cóctel de toda la vida. Y más cuando se tiene menos de una hora para cambiarse de look, como le ocurrió a ella ayer.

A primera hora de la tarde, la Reina llegó a la antigua Fábrica de Armas de La Vega, en Oviedo, para encontrarse con el cineasta Martin Scorsese (premio "Princesa de Asturias" de las Artes 2018), con top de cuadros en tonos grises, sin mangas, de largo asimétrico y con una lazada del mismo tejido en la cintura, de la última colección de Zara y con un importe que no alcanza los 30 euros. Letizia completó el look con un pantalón negro, ligeramente pitillo y con un toque moderno gracias al bajo doblado. Y, una vez más, recurrió al gigante del "low cost" gallego para su complemento estrella: un bolso de mano de piel negra, tipo sobre y rematado con tachuelas plateadas, de la firma Uterqüe. Una pieza que ya lució en otras ocasiones, como el pasado mes de febrero, durante la reunión de trabajo que presidió en la sede de la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género. No fue su único guiño rockero, ya que también volvió a contar con su recurrida cazadora de cuero, aunque no tuvo que hacer uso de ella. Un conjunto bastante informal y austero que remató con unos stilettos negros de piel de Prada. Su maquillaje natural y su peinado, un moño realizado en seco ligeramente deshecho, la acompañaron en esta primera cita y, una hora después, en el tradicional concierto organizado por la Fundación Princesa de Asturias en el Auditorio de la capital asturiana.

Y aquí Letizia volvió a sorprender. No porque llevara un look muy arriesgado o exuberante -más bien todo lo contrario-, sino por demostrar que hay una máxima que siempre funciona: menos es más. Y que si todo el mundo espera algo de ti, la mejor sorpresa es volver a ser fiel a ti misma. En las cinco ediciones anteriores de este concierto, la Reina sólo había fallado al negro en una ocasión, en 2017, optando por el azul. Este cambio, el del negro por el azul, llegó unas semanas después de que el Rey jugara un papel clave tras el referéndum ilegal del 1 de octubre en Cataluña. Parecía que este año podría pasar lo mismo, pero no. No era de extrañar que todas las quinielas apuntaran a Felipe Varela, su diseñador de cabecera, como autor del vestido recto con un sutil volante, de manga francesa y cuello a la caja, que lució Letizia, pero también dio la sorpresa con eso. Y si ante tanta sobriedad y austeridad no se esperaban grandes alardes, la Reina sacó toda la artillería en los complementos. Recurriendo a las "joyas de pasar", optó por los pendientes de chatones, que llevó la Infanta Cristina en su boda con Urdangarín, y las dos impresionantes pulseras gemelas que captaban toda la atención en sus muñecas. Letizia también eligió el negro para el resto de sus complementos: unos zapatos de salón destalonados, de punta y con tacón de 10 centímetros, de Carolina Herrera, y una cartera de mano de raso de otra de sus firmas fetiche, Magrit. Una nueva lección de estilo de Su Majestad.

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