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Víctor Manuel: "El cachopo es un exceso que dice mucho de los asturianos"

El cantautor publica el libro "El gusto es mío", un viaje por su memoria a través de la cocina

Victor Manuel: "Nunca me veréis en una catedral o una iglesia, pero me encanta recorrer los mercados"

Victor Manuel: "Nunca me veréis en una catedral o una iglesia, pero me encanta recorrer los mercados"

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Victor Manuel: "Nunca me veréis en una catedral o una iglesia, pero me encanta recorrer los mercados" Tino Pertierra

Víctor Manuel tuvo una pesadilla hace días. Soñó que se perdía. Y daba vueltas y vueltas. No es un mensaje onírico para hacer cambios en su vida: "Estoy a gusto, tengo trabajo organizado para un tiempo. Con ganas de escribir canciones otra vez, aunque hay algunas aún del disco anterior que no usé". Y para añadir ingredientes nuevos al guiso vital, ahora publica el libro "El gusto es mío", un viaje por su memoria con la cocina como mapa y espejo retrovisor. Y sobre el que ayer habló en Oviedo con LA NUEVA ESPAÑA.

Aperitivo. Maridaje con Asturias: "Los conciertos son muy parecidos, pero en Asturias hay una complicidad que no hay en ningún otro sitio. Claro que también hay gente a la que no intereso nada. Cuando me lo pintan todo muy a favor, siempre cuento lo que me pasó la última vez que estuve en Oviedo; venían dos paisanes por la calle y dice una: 'Mira, Víctor Manuel', y responde la otra: 'No lu trago'". No piensan lo mismo los que han agotado las entradas para su concierto del 7 de febrero en Oviedo, y que probablemente tenga una segunda entrega al día siguiente.

Primer plato. La magdalena de Proust sería... "Llévenme los olores a la infancia al final del puente La Perra. Hace mucho que no vivo aquí, pero nunca me he podido despegar del todo, siempre está presente. La patria es la infancia. Ahí está el pozo del que saco agua siempre. Sin banderas. Ni fronteras. De mi güela heredé que no usaba sal, no sé quién le contó que era mala. Lo que más me gustaba de ella era su ética de la comida. Antes de servirnos a los humanos primero servía a los gatos, a los perros, a las gallinas...".

Segundo plato. Sabores y saberes: "Gústame todo. Menos el tomate crudo, que no lo puedo soportar. Cocinado sí. Algo me pasó de pequeño que no recuerdo. Es superior a mis fuerzas. Ahora sí encuentras a gente con intolerancias a todo. Cuando hago una comida con varias personas, a veces indago a ver qué no les gusta. Tengo unos libros en los que llevo apuntando la gente que come en casa. Qué aperitivo toman, qué vino... Lo empecé a hacer para no repetirme cuando vuelven. Produce mucha melancolía abrirlo porque está lleno de parejas separadas, de muertos... El más antiguo debe tener 35 años".

Sus hijos han comido de todo. Pero: " Marina, la pequeña, siempre ha sido una pésima comedora. Los profesores la recuerdan con terror. Ahora, cuando hemos llevado a los nietos al mismo colegio con los mismos profesores nos dicen: 'Oye, no comerán como Marina, ¿no?'".

Él empezó a comer bien cuando llegó a Madrid: "Era muy joven y creía que el mundo se acababa en el pote y en la fabada, y de pronto descubrí que existía el pulpo. Ahora los alimentos viajan mucho, pero antes no. Durante un tiempo fui a restaurantes temáticos. Después, cuando empecé a viajar le di mucho al bocadillo porque iba como un pollo sin cabeza. Luego ya me serené y empecé a ir sitios que me recomendaban. Trataba de reconocer lo que me habían puesto e intentaba reproducirlo en casa". El salto que ha pegado la cocina española en treinta años es "bestial. Hay genios que inventan cocina y que influyen en la mejora de la cocina más clásica. Antes parecía una virtud lo que hacían las madres, cocer alimentos hasta que no quedaba jugo dentro, ahora cualquier restaurante sabe que no se puede hacer". ¿Se ve en un programa de televisión sobre cocina? "No, no, Marina, que estuvo en uno, sufrió tanto... Perdió cinco kilos en mes y medio. Y tiene un punto de espectáculo que no me va".

¿Cocinar una canción es como cocinar un buen plato? "Una canción tiene más inventiva que lo que yo cocino, que ya está hecho. En algún sitio lo he comido y lo copio. No improviso porque no tengo técnica para ello. ¿Pesadillas en la cocina? Sí, una vez se me ocurrió hacer un pescado que llevaba aceite, vinagre y limón, y eché pimienta negra. Fue un infierno aquello. Hubo que tirarlo".

¿Pedimos un cachopo? "Es un exceso. Dice mucho de los asturianos, nos importa mucho el tamaño. Comer con la vista. Y el cachopo es eso, a ver quién lo haz más grande, quién lo rellena con más cosas". ¿Llambión? "No, de frixuelos nada más. Ni lo cocino. Los buenos cocineros dicen que hay que empezar por cocinar postres porque las medidas son exactas siempre. ¿La última vez que me chupé los dedos? Pues la semana pasada, hice una merlucina a la sidra en casa, y una crema de mejillones. Estaba muy bueno todo".

Postre. ¿Qué noticias son indigestas? "Lo que pasa en Cataluña. Una pesadez. Entiendo las razones de unos y otros pero no lo comparto. He pateado este país muchos años, no hay nadie superior a nadie. A las personas las cuento de una en una. Y hay aspectos supremacistas insoportables. Faltan políticos con coraje. Tenemos vicios de nuevo rico. Quiero la luna, pero ahora, además. Vox inquieta porque demuestra que hay mucha gente cabreada, no solo fascistas. Lo que defienden tiene un punto irracional. Este país ya no es así".

Café. América, convulsa: "Expresa un malestar claro. En Chile ha salido mucha gente de la pobreza y ya quiere otra cosa, tienen un sistema universitario como el norteamericano, y la gente se endeuda de por vida. Y la Constitución de Pinochet es una losa. Bolivia es un golpe de Estado propiciado por un señor muy torpe".

Licor. La banderona de Oviedo. "Esta afición por las banderas es insana, ¿no? Es un insulto a la inteligencia gastar tanto dinero en poner una bandera".

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