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JUAN NOVAL MORO | Tenor asturiano

"Con trabajo, lectura, escucha y reflexión se alcanza lo más parecido a la verdad"

"Hoy día lo tienes difícil si te dedicas a cantar de una forma estática, se tiende a enriquecer el aspecto escénico y a dotar de mayor profundidad psicológica a los personajes"

Juan Noval Moro, en el teatro Campoamor. Miki López

Aplausos, aplausos y más aplausos. El público se rindió al excepcional trabajo del tenor asturiano Juan Noval Moro (Pola de Siero, 1973) como "Beppe" en la ópera "Pagliacci" en Oviedo.

- ¿Las ovaciones en casa suenan mejor?

-Siempre que sean de corazón suenan bien dondequiera que se reciban. Pero es cierto que disfruto mucho cuando vienen familiares y amigos a verme y consigo ofrecerles algo a la altura de sus expectativas.

- ¿Qué aspecto le interesa más de un personaje como Beppe?

-Sin duda, el contraste entre la necesaria naturalidad cotidiana del actor Beppe y el histrionismo barato y facilón del comediante Arlecchino.

- La armonía entre voz e interpretación es esencial en la ópera moderna?

-Sí, hoy día lo tienes difícil si te dedicas a cantar de una forma estática que en inglés se llama peyorativamente "park and bark" (aparcar y ladrar). En la actualidad se tiende a enriquecer el aspecto escénico y a dotar de mayor profundidad psicológica incluso a personajes que en su día fueron concebidos con trazos más sencillos, como ocurre con las obras de Donizetti o Bellini.

- ¿La "Serenata de Arlequín" es un regalo para cualquier cantante?

-Es un caramelo, masticable, porque dura poco. Aunque lo breve?

- ¿Hay obras más apropiadas que otras para captar nuevos públicos? ¿Es "Pagliacci" una de ellas o tener tres planos distintos la hace muy compleja?

-Naturalmente, hay obras más fáciles que otras para iniciarse en la ópera. No es lo mismo estrenarse con "Carmen" que con "Le Grand Macabre". "Pagliacci" es ideal para atraer nuevos públicos por varias razones. La primera, la intensidad dramática; la segunda, que contiene hits; la tercera, su metraje. La cuarta, la orquestación verista, que es muy espectacular y puede fascinar a cualquiera.

- ¿Ser sobrino del compositor Falo Moro fuerza un destino?

-Creo que se conserva una carta de principios del siglo XX que habla de un grupo de entusiastas que con el nombre de Coral Polesa pedía cierta ayuda económica para sufragar un proyecto musical. Entre ellos se encontraba mi abuelo Pío Moro. Digamos que la musicalidad de mi tío Falo no nació por generación espontánea, sino que guarda relación con una familia de buenos talentos musicales de la que él es exponente destacado. Aparte de él estaban tanto mi madre, Loli, como mi tía Pepi, que cantaban mucho mejor que yo.

- ¿Qué le decidió a dejar su carrera como profesor de música y director de coros para ampliar horizontes? ¿Tuvo miedo de que fuera una decisión errónea?

-Nunca. La decisión errónea es quedarte sin hacer nada y atormentarte muchos años después con el "¿qué habría pasado si??". Simplemente me vi en la necesidad imperiosa de crecer como músico y actué en consecuencia.

- ¿Desafinan mucho nuestros políticos en asuntos culturales?

-El verdadero problema es que la cultura dependa de la política. El teatro de ópera más importante del mundo y la industria cinematográfica más importante del mundo están en un país sin Ministerio de Cultura.

- ¿Irse a Alemania sin hablar alemán y a ver qué sale es una temeridad o estaba seguro de que esa partitura no la podía saltar?

-Fue una experiencia apasionante. Tenía 30 años y dejé un trabajo de 8 a 3 para toda la vida por aprender. Digamos que como partitura me negué a ser un ostinato y traté de parecerme más a un poema sinfónico o un scherzo.

- ¿Cuál fue el momento más duro de su aprendizaje? ¿Estuvo a punto de tirar la batuta?

-Lo más complicado tuvo que ver con el repertorio. En un momento te encuentras muchas dificultades para interpretar una obra y cuesta mucho trabajo saber si no la cantas bien porque no sabes cantar o porque no es para ti. Hasta que la técnica no está clara esa duda desgasta mucho. Yo lo pasé mal, pero con trabajo, lectura, escucha y reflexión siempre se alcanza lo más parecido a la verdad.

- ¿La familia que canta unida, permanece unida?

-Ayuda, sin duda. No concibo mi vida junto a mis seres queridos sin cantar, excepto en el caso de algunos miembros de mi pandilla de siempre, cuyo silencio es de interés general.

- Con una esposa pianista y dos hijas que ya cantan, ¿hay algún momento de silencio en sus vidas?

-Entre el estudio de instrumentos (viola y chelo), el mío y la preparación de clases de mi mujer, muy poco. Aparte, mi hija Inés ha heredado el gusto por la conversación de su padre, cosa que me hace pensar con mucha congoja en la paciencia de mi pobre madre con su quinto hijo.

- ¿Qué cantarán juntos esta Navidad?

-Villancicos polacos, como siempre. Pasamos todas las navidades en casa de mis suegros en Polonia. En casa, diciembre es el mes de la canción consonántica.

- A los tres años ya tocaba la guitarra. Más precoz, imposible.

-El comienzo de "La bella Lola" se podía tocar con tres cuerdas al aire. En "O Colombina", la serenata comienza con tres cuerdas al aire de la mandolina. El eterno retorno.

- ¿Qué recuerda de aquella primera ópera en 2004 en Francia?

-Un "coaching" implacable en ruso con Larissa Gergieva, hermana de Valery Gergiev (era "El amor de las tres naranjas", de Prokofiev), tres maquillajes distintos, entre ellos una mariposa de purpurina de drag queen a juego con unas botas de plataforma de 17 centímetros en un escenario cuesta abajo. Emoción, energía, nuevas amistades como la de mi compañero de apartamento Juan Bonome (que me dio la tradicional patada en el culo de inicio de carrera), sol y mucha, mucha diversión.

- Diez años sin actuar en el Campoamor?

-No, sin actuar en la ópera porque no nos cuadró. Participé en las divertidísimas visitas teatralizadas "Vámonos pal campo? amorrr" de Enrique Viana en los años 2014 y 2015, y de las últimas seis temporadas de zarzuela, ésta incluida, solo he fallado en una, así que en el teatro estoy como en casa. Aparte, la gente que trabaja en peluquería, maquillaje, sastrería, regiduría, los conserjes? son increíbles, encantadores, así da gusto.

- Hace siglos, los ereyes y los aristócratas apadrinaban a los artistas. ¿Era mejor ese mecenazgo que las subvenciones?

-Toda ayuda a los artistas es bienvenida siempre que esté concedida con buen criterio y sin excesivas imposiciones ni limitaciones creativas. Mozart no estaba demasiado contento con Colloredo, pero Haydn sí con los Esterházy. Depende de cada caso.

- En España no se valoran las artes en las escuelas. ¿Es imposible luchar contra ese desprecio?

-Es difícil, porque la educación artística no ofrece resultados mensurables a corto plazo, no tiene valor estadístico, está más relacionada con el espíritu. Lo curioso es que algo que ofrece tanto valor a una persona como las artes se sustituye por engendros sociológicos de tercera que pretenden sin éxito alcanzar objetivos que las artes conseguirían en el alumno sin despeinarse.

- ¿Se obsesiona con cuidar la voz o se lo toma con tranquilidad?

-La mejor manera de cuidar la voz es encontrar la técnica más adecuada. Esa ha sido mi verdadera obsesión durante los últimos años. Cuando ves imágenes de cantantes como Caruso, Fischer-Dieskau o Montserrat Caballé fumando relajados o te enteras de lo que bebía el pobre Jussi Björling te das cuenta de que nada es peor para la voz que la inseguridad técnica.

- ¿Tiene pesadillas con gallos?

-Si me sale un gallo solo me perjudico a mí. Se me ocurren cosas mucho peores con las que tener pesadillas.

- Plácido Domingo. ¿Divo expiatorio, quizá?

-Entre los principios que nos transmitió mi padre, licenciado en Derecho y procurador, estaban la privacidad de la correspondencia y la presunción de inocencia y el "in dubio pro reo". Éramos cinco hermanos y jamás abrimos una carta que no fuera para nosotros, y jamás consideramos culpable a alguien de nada hasta que no se hubiese demostrado su culpabilidad. El amor por Agatha Christie que heredamos de él también nos ayuda a no fiarnos de las apariencias. Lo importante son los hechos. Hasta que estos se prueben, toda persona es inocente.

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