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Los adolescentes dan clase a los peques

Alumnos de ESO y Bachillerato del colegio San Ignacio de Oviedo, cerrado preventivamente, ayudan a los padres con problemas de conciliación

Carlota Sánchez (a la derecha) supervisa el trabajo de Alejandro y Alcázar, ayer, en el domicilio de los pequeños. LUISMA MURIAS

Carlota Sánchez, de 14 años, ha cambiado su rutina escolar desde, ayer, pasó de ser alumna a maestra a tiempo parcial. Forma parte del grupo de estudiantes del colegio San Ignacio de Oviedo-uno de los seis centros educativos clausurados en Asturias por prevención contra el coronavirus- que ha decidido echar una mano a los padres con problemas de conciliación. Así, los más mayores (alumnos de ESO y Bachillerato) cuidan y ayudan a hacer los deberes a sus compañeros de los ciclos de Primaria e Infantil.

Carlota fue ayer al domicilio de dos de ellos, unos hermanos de siete y nueve años que se quedaron a cargo de una empleada del hogar que también estuvo más horas de lo habitual en la casa, ante la imposibilidad de los padres de encontrar una solución alternativa. La adolescente llegó hacia las doce de la mañana dispuesta a supervisar los deberes de Alejandro y Alcázar Mozo. Los niños se habían quedado en la cama "un ratito más", pero tras ducharse y desayunar, desperdigaron sus libros y cuadernos sobre la mesa del salón a la espera de contar con ayuda extra para los ejercicios de música y matemáticas. "Me he planteado estar con ellos unas dos horas para hacer los deberes e ir a jugar al parque o dar una vuelta. Saco buenas notas y de mayor quiero ser profesora de Primaria. Creo que lo haré bien", explicó la alumna más mayor a LA NUEVA ESPAÑA. Los padres de los más pequeños son economistas, trabajan en grandes empresas de Oviedo y Avilés y sus horarios son muy parecidos, aunque es probable que puedan teletrabajar a partir de los próximos días.

Algunos padres han decidido compartir experiencias y el poco tiempo libre del que disponen para ponerse al día. Por ejemplo, un grupo de padres, también del San Ignacio, quedaron ayer por la tarde. Les acompañaban sus hijos. "Yo tengo una enorme ventaja y es que cuento con una persona que me ayuda a cuidar de mi hijo pequeño. Si no, tendría que tirar de mi madre", comentó distendidamente Marta Artola, recién venida de Omán tras viajar con su familia; su marido y sus hijos de dos y cuatro años. A su lado, otra madre del colegio San Ignacio se planteaba coger una excedencia o una reducción de jornada para poder hacerse cargo de su niña de cinco años. La mujer, profesora de instituto, dejó ayer a la cría con los abuelos paternos, pero por circunstancias familiares no podría repetir la operación en el tiempo.

Las familias de otro de los colegios clausurados temporalmente, el Santo Domingo de Guzmán de Oviedo (Dominicos), también optaron por dejar a sus hijos al cuidado de los abuelos, o, en el mejor de los casos, con un "babysitter" o un padre liberado de carga laboral. En el parque de El Campillín, justo frente al colegio, había ayer una decena de padres y abuelos con alumnos del centro pasando el día. Por ejemplo, Ana María Vlasceanu llevó a su hija de cuatro años a jugar a los columpios. También fue con la abuela de la niña "porque cuatro ojos ven mejor que dos". Ambas mujeres estaban algo confundidas con las directrices marcadas por el gobierno del Principado sobre el tiempo que su centro educativo va a permanecer cerrado. "No sabemos si va a ser un día o catorce. Hay informaciones confusas. Yo tengo suerte relativa porque trabajo como camarera únicamente los fines de semana, así que puedo hacerme cargo de la niña. Otros no sé cómo se apañan, la verdad", explicó la madre de la pequeña.

Las cafeterías de la zona estaban más vacías que de costumbre. Lo normal es que de 8 a 8.30 horas, los alumnos de más edad vayan a comprar bocadillos para el recreo y que justo después de que suene el timbre de inicio de las clases, buena parte de los padres se tome un café antes de acudir a sus puestos de trabajo o sus quehaceres. Roberto Fernández, el propietario del Café Santo Domingo, en la calle San Pedro Mestallón, se dio cuenta de que la cosa iba para largo. "Lo he notado muchísimo. El ambiente está muy raro. A primera hora de la mañana parecía que aquí no existe un colegio ni guajes. Supongo que mañana será igual".

En el barrio del Naranco, junto al IES Monte Naranco (también cerrado), la estampa era similar a primera y última hora de la mañana. La presidenta de la AMPA del centro, Sara López, explicó resignada que algunos padres habían decidido salir lo menos posible o no hablar con los medios. Ella, con un hijo de 15 años, optó por permitir al chaval quedarse sólo en casa hasta la hora de comer.

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