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El polen amarga el desconfinamiento

Las tareas de limpieza de vegetación, reanudadas ahora, elevan los brotes alérgicos l No todas las mascarillas atenúan las reacciones

Vecinos de Langreo pasean por la senda fluvial del Nalón. Juan Plaza

Los síntomas clásicos de las personas alérgicas han llegado un poco tarde esta primavera, pero la intensidad de los mismos es notable. Durante los dos meses de confinamiento domiciliario en todo el país -debido a la pandemia de covid-19- se descuidaron las tareas de mantenimiento y cuidado de la vegetación y la maleza. En los últimos días se han reanudado los trabajos de limpieza y desbroce, y también se han segado grandes extensiones de terreno. La consecuencia es que, en estos momentos, "la concentración de pólenes es muy elevada", explicó ayer a este periódico la alergóloga asturiana Sara Díaz Angulo.

Hace aproximadamente tres semanas, a las consultas de los especialistas y a las farmacias de la región empezaron a llegar pacientes con alergia al polen de gramíneas. Comenzaba a normalizarse la atención sanitaria -aplazada por el coronavirus desde mediados de marzo para todo lo que no fuera urgente y no demorable- y además la gente salió a conquistar la vida al aire libre.

¿Qué había sucedido durante el encierro domiciliario? "Aumentó la exposición a alérgenos de interior, como ácaros y los epitelios de los animales", precisa la doctora Díaz Angulo, alergóloga del Centro Médico de Asturias.

No obstante, puntualizan los expertos, la incidencia de los procesos reactivos está muy condicionada por las circunstancias meteorológicas: si hace sol, existe una mayor concentración de polen y los alérgicos lo pasan peor; si llueve, baja la presencia de polen y disminuyen los síntomas.

Lo previsible es que la temporada del polen de gramíneas dure hasta mediados o finales de julio, mientras que el polen de plantago (de plantas silvestres y malas hierbas), abundante en Asturias, suele permanecer hasta septiembre.

Una cuestión muy específica de la temporada actual se refiere al papel de las mascarillas en la protección frente a los pólenes. Sara Díaz Angulo lo explica con nitidez: "Las mascarillas quirúrgicas no filtran el aire y, por consiguiente, no protegen frente al polen. Las que sí lo hacen son las FFP 2 y las FFP3, que reducen hasta el 80 por ciento de las partículas de polen".

Según datos de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), las intolerancias a los pólenes afectan en España a más de ocho millones de personas, siete de los cuales son alérgicos a gramíneas, seguidos en orden decreciente por las alergias al olivo, arizónica, plátano de sombra, salsola y parietaria.

Como ya se ha reseñado, existe una relación directa entre algunos factores meteorológicos del otoño y el invierno -caso de las lluvias, la temperatura y la humedad- con los recuentos de pólenes de gramíneas durante la primavera. Las predicciones de la SEAIC para la cornisa cantábrica -Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco, Navarra y La Rioja- hablan de "una primavera leve" en la que los niveles máximos de concentración de polen corresponderán a Asturias, con 3.700 granos por metro cúbico. En el norte de España, los pólenes más frecuentes son los de abedul y gramíneas.

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