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Series

Maquiavelo nunca muere

La saga sobre la convulsa Italia de 1992, 1993 y 1994 es una joya altamente divulgativa

Tres años cruciales en Italia dan para una trilogía de interés decreciente: una primera temporada excepcional para 1992, otra notable para 1993 y una tercera interesante pero un tanto desvaída para 1994. Una serie de rudeza emocional provocativa en la que las palabras dicen una cosa y las acciones lo contrario. Incluso las escenas de amor parece combates en el ring de los sentimientos con púgiles que terminan mordiendo la lona en riguroso orden de desconcierto. Que el protagonista y narrador siempre punzante sea un tipo tan carismático, lúcido y encantador de serpientes es toda una declaración de principios que augura muchos finales enconados. Maquiavelo que sabe de qué pie cojean sus clientes y cómo sacar partido a los partidos políticos, seductor de sonrisa sarcástica que deja esas cosas del amor para los incautos, padre de una adolescente que se sale de las normas en las cosas esenciales y deja vivir en las intrascendentes, su condición de consejero todopoderoso que no quiere ser ministro sino el hombre que elige gobiernos le convierte en una mezcla de testigo directo y director de escena.

Hay en esta serie rauda y feroz miserias humanas encaminadas a alcanzar las más altas cotas de riqueza y poder. Vale todo y solo algunos defensores de la justicia, que también tienen sus zonas oscuras, plantan cara a la corrupción y los desmanes que envenenan el país en sus más altas esferas, sirviéndose de las más bajas cuando se trata de hacer trabajos sucios. El toque de suspense lo pone un chantaje a nuestro Maquiavelo que va desvelando una parte de su vida que podría hundir su carrera, y que desata en él todas las iras y venidas de un asesino por diversas razones. Capaz de irse a la cama con una periodista que le intenta desdeñar (lo que se le resiste le vuelve loco), su pasado comunista revela que en sus años jóvenes tuvo ideales alejados de los intereses. Ahora es capaz de cortar carreras, segar vidas, amordazar bocas incómodas. Siempre sonriendo. Su contrapunto es un exdeportista que por casualidad entra en política (por la puerta reaccionaria), bien aconsejado por veteranos farsantes de noble aspecto, enamorado hasta las cachas de una mujer capaz de cualquier cosa para alcanzar sus objetivos, aunque por el camino se deje muchos sueños en la gatera. Como bien sabe Berlusconi (con qué astucia maneja su pin “hipnotizapaletos”) la culpabilidad es la mejor medicina para una relación, y esa culpabilidad asoma en encuentros de besos y presos, o reencuentros con balas de verdad. De su tercera temporada recordaremos, sobre todo, las escenas finales entre Berlusconi y su asesor caído en desgracia (¿quién gana, quién pierde?) o ese capítulo cinco narrado por un muerto. Imposible encontrar mejor metáfora de un mar de males.

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