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Marisa Valle Roso, en el parque de Pinín de Langreo. | Miki López

Hoy es siempre todavía

Marisa Valle Roso: “No creo que todo sea tragedia, pero me gusta cantar a la pena porque la libera y hace sentir”

“El confinamiento me vino bien para buscar un sonido y escribir canciones que sin las emociones de la pandemia no saldrían”

Marisa Valle Roso (La Felguera, Langreo, 1987) cantante y compositora, profesora de canto, ingeniera mecánica de formación.

–Estoy bien... agridulce.

–¿Por qué es agrio?

–Porque es un momento triste y con familias que sufren... Estamos todos bien, pero mis padres trabajan en la Sanidad y pasamos miedo por los dos y por mis cuatro abuelos.

–¿Y por qué es dulce?

–Porque profesionalmente es un buen momento.

–Pero si no puede cantar...

–El 15 de febrero en el teatro Palacio Valdés, con todo vendido 20 días antes, acabé la gira del anterior disco, “Consciente”, que fue importante porque toqué en un montón de ciudades y crucé la frontera de Asturias. Me gustó cerrar en Avilés porque soy de aquí y mi manera de entender la música nació en la cultura del folclore asturiano. Lo siguiente era preparar el próximo disco y el parón del encierro me vino muy bien.

–¿Por qué?

–Mi trabajo ya no es solo la interpretación y la emoción, son las palabras y la música. El confinamiento me dio un tiempo para mí que me vino muy bien para escribir y para trabajar con la gente con la que hago el disco con más detalle en la búsqueda de un sonido. No podía imaginar que pudiera teletrabajar tanto. Surgieron canciones que sin la pandemia y su carga de emoción no habrían salido.

–Ya es cantautora. ¿Por eso ha venido con guitarra?

–Sí. Empecé a tocar la guitarra de pequeña y en el anterior disco la recuperé para acompañarme cuando tenía que defender algún tema sola. Ahora cojo la guitarra, pienso de qué quiero hablar, qué me preocupa y preocupa a la gente, empiezo a tocar y lo que sale combina todo lo que viví y escuché musicalmente. La guitarra es ahora mi compañera de emoción y está tragando todo lo que sale de mí.

Empezó su carrera en 2000 concursando en tonada. En 2009, grabó “Un pasu más” junto a su hermano Fernando, fusionando jazz y tonada asturiana. En 2011 sacó en solitario “De lo fondero l’alma”. En 2015 realizó la gira “Marisa canta a…” Chavela Vargas, Leonard Cohen, Dulce Pontes y Mercedes Sosa. En 2016 cantó por Asturias “Suena la mina”, con repertorio de Víctor Jara, Violeta Parra o Camarón. En 2017, “Consciente” fusionaba folclore, pop, indie, sonidos latinoamericanos y canción de autor.

–¿Qué reflejan sus letras?

–Cosas que me preocupan como mujer y de las que hablamos poco y también hay temas universales.

–Su voz trabaja muy bien las emociones. ¿Será muy intensa?

–No es todo tragedia, aunque me gusta cantar a la pena porque la libera. También disfrutaba con la sexualidad de “Macorina”. No será un dramón, pero me gusta hacer sentir a la gente.

–Como define su carácter.

–Desde los 8 años he luchado en el escenario contra la timidez. Me cuesta expresar mis sentimientos con la palabra, pero no con la música. Me emociono con la música, las películas y los libros enseguida. Sufro por dentro porque empatizo.

–Lleva once años de profesora de canto. ¿Afectó el coronavirus a las clases?

–Mantenemos un control muy rígido y mucha ventilación. Tengo más alumnos que antes de la pandemia porque en el encierro mucha gente quiso hacer cosas nuevas. Doy 4 días a la semana y tengo unos 40 alumnos, de todas las edades, de 5 a 70 años.

–Lleva 20 años cantando.

–No me importa decir la edad, aunque recibes comentarios que de tienes que llegar a no sé dónde para que no se te pase el arroz. A las mujeres se nos exige un éxito rápido y cuanto más joven y guapa estés, mejor. Creo que el éxito es el camino. No hay edad para el arte.

–¿Y para la vida?

–A los 30 empieza el bombardeo de mensajes de “¿cuándo te vas a casar” o de que “para sentirte realizada tienes que ser madre”. No lo comparto: seré madre si encuentro el momento, libre y sin premeditación, y no me siento obligada a serlo. Soy libre y vivo de la manera en que me voy sintiendo feliz conmigo misma. No quiero ser marioneta de una sociedad como se nos hace sentir continuamente.

–Vive con el gaitero Pablo Carrera, a quien conoció a los 18.

–Llevamos juntos once años, trabaja conmigo y estamos en el mismo mundo.

–¿Eso es bueno o malo?

–Nadie va a mirar mejor por tus intereses que tú mismo y que tu pareja o un familiar cercano, personas con las que vives y a las que quieres. También hay momentos en que decimos “vamos a dejar de hablar de música”, aunque en el arte estás pensando constantemente en ello.

–¿Pasó de intérprete a compositora por descubrimiento o por perder miedos?

–Por quitarme limitaciones. Al madurar me he ido quitando miedo. Creía que era incapaz de escribir hasta que en 2018 hice “Títere o esclava”, sobre la violencia de género, vi lo que pasó y ahora tendré un elepé entero escrito por mí. En mis comienzos me dijeron que dejara la tonada; después, que el repertorio internacional no era lo mío, que lo mío era la tonada... Luego, que interpretar, sí, pero que componer es otra cosa.

–¿También tuvo comentarios en sentido contrario?

–Claro. Víctor Manuel me dijo que me componía las canciones que quisiera, pero que nadie iba a escribir para mí mejor que yo.

–¿Es sensible a las críticas negativas?

–Sí, pero para intentar rebelarme contra ellas. También sé cuándo me tengo que apartar.

–¿Se planteó dejar Langreo?

–No, porque me gusta vivir aquí, y porque cómo soy y lo que hago parten de vivir aquí, de la gente que me rodea, de tener a la familia cerca y eso es importante.

–A veces para estar en el momento preciso hay ir al lugar indicado.

–No me cierro a nada, pero desde aquí se puede llegar a todo. Quiero salir, viajar y llegar a otros públicos, pero mi parte más personal me encanta pasarla aquí.

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