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Crítica / Cine

Una mirada que brota

No es fácil ser la hija de un titán. Víctor Gaviria, referente moral del cine colombiano, transmitió el veneno del amor al cine a su hija Mercedes, a la que dejó entrar, hasta la cocina, en el rodaje de su película más reciente, “La mujer del animal” (2016). “Como el cielo después de llover” se alimenta de las experiencias de ese rodaje, de los tiempos muertos, de las tomas duplicadas que la joven captura asomada sobre la cámara del padre. Pero también se nutre de vídeos familiares, atesorados por Víctor Gaviria durante décadas, y de otros materiales como el diario que la mujer del cineasta escribió mientras esperaba a su hija. Con todo ello, Mercedes Gaviria va componiendo un retrato caleidoscópico de su padre, deteniéndose en cómo su condición de cineasta ha afectado a su familia: a su esposa, que subyugó sus propias inquietudes para sostenerlos a todos; a su hijo, que rehuye las cámaras, impermeable a la pasión que consume a su padre y su hermana; y por supuesto a Mercedes, en cuya película se percibe la búsqueda de una voz. De una mirada propia que brota entre los planos robados y la memoria de su padre y que, como las plantas que cuida su madre, debe regar para que crezca fuerte y frondosa.

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