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Inmaculada Corralo y Raúl Casado tiran de la cuerda durante su debate sobre brecha salarial de género en Mieres.Julián Rus

El tira y afloja para ganarse la vida

Inma Corralo y Raúl Casado, matrimonio de Mieres, admiten que las renuncias laborales para cuidar de la familia le tocaron a ella: “Las mujeres lo tienen más difícil”

Juguemos al tiro de cuerda. En un extremo, Inmaculada “Inma” Corralo López: 47 años, auxiliar administrativo. Al otro, su marido, Raúl Casado: 49 años, conductor de camión. En el centro, para medir fuerzas, una pregunta a la que les enfrenta LA NUEVA ESPAÑA con motivo del Día Internacional Contra la Violencia de Género: ¿Quién ha sufrido más reveses en el ámbito laboral?

Porque ahí, en los detalles del día a día de las mujeres en su trabajo, nace la brecha salarial de género. Una forma de discriminación machista que, actualmente, se resume en una cifra contundente: las asturianas cobran, de media, un 37,6 por ciento menos que los asturianos. La región, junto a Ceuta, está a la cabeza en desigualdad salarial. Son datos del informe “Brecha salarial y techo de cristal 2020”, elaborado por Gestha (Sindicato de Técnicos del Ministerio de Hacienda).

Inmaculada Corralo y Raúl Casado empezaron a trabajar siendo muy jóvenes. “Yo he hecho de todo; desde peluquería hasta fregar portales. He trabajado en varios sectores, en lo que iba saliendo. A nosotras nos cuesta más”, asegura ella. Él, en cambio, ha dedicado toda su carrera a manejar maquinaria de instalación y conducir camiones. Coinciden en que el baile laboral de ella fue al son de una música que obstaculiza a la mujer en el acceso al mercado laboral. Así que él, que lo ha tenido relativamente más fácil, jugará con una mano.

Primer tirón. Son los padres de dos niños. ¿Quién dejó de trabajar cuando llegaron los pequeños de la casa? “Con el segundo yo, pero obligada”, responde Inma Corralo. Obligada porque fue despedida de su trabajo cuando estaba embarazada, a pesar de tener un contrato indefinido. No hubo repercusión legal porque el despido estaba justificado.

Ella lo vivió y lo sufrió. Y sabe que su gestación influyó en aquel despido: “Es una historia larga y no quiero que nadie se dé por aludido, pero estoy segura de que si no hubiera estado embarazada todo se habría resuelto de otra forma” Decidí quedarme en casa un tiempo, después de aquello, para poder organizarnos. Cuando nace un niño hay mucho que pensar y que hacer; la guardería, los horarios... Me quedé en casa porque consideré que era lo mejor para la familia”.

Raúl Casado, al otro extremo de la cuerda, asiente. Aunque él ni siquiera ha tirado, el juego ya es casi suyo. “Yo seguí trabajando porque decidimos los dos hacerlo así. Yo no dejé el trabajo fuera de casa después de que naciera ninguno de nuestros hijos. Considero que es una responsabilidad que sigue recayendo en mayor medida en las mujeres”, reconoce él.

Otra vez al juego. Inma Corralo siguió en casa un tiempo tras el nacimiento del pequeño. Cuando quiso volver al mercado laboral encontró oportunidades, pero no en las condiciones idóneas. “Estuve un tiempo trabajando sin contrato”, afirma. Su marido considera que “es más común” encontrar estas irregularidades entre las mujeres que entre los hombres. “Y, si somos totalmente sinceros, tenemos que reconocer que socialmente esto choca menos cuando le pasa a una mujer”. “Estamos más acostumbrados a verlo entre ellas que entre nosotros”, añade, mirando a su mujer.

Quizá porque los sectores en los que es más común el trabajo “en B” (sin contrato), según los expertos, están muy feminizados. Son los relacionados con el cuidado de personas mayores y de niños. También internas o limpiadoras de hogar. “Lo coges porque lo tienes que coger si no hay otra cosa. Pero, en realidad, eso siempre queda ahí y luego pagas las consecuencias de haberlo aceptado”, señala ella.

Los datos le dan la razón. Según el último informe del Ministerio de Trabajo, de media en España, la brecha salarial aumenta hasta el 34,64 por ciento cuando se accede a una pensión de jubilación. Una huella, afirman los expertos, que se marca durante toda la carrera laboral de la mayoría de las mujeres. Cada vez más profunda y por varias razones: más precariedad, más jornadas reducidas –especialmente para compaginar el empleo fuera de casa con el cuidado de personas a cargo–, y un mayor acceso laboral a sectores que están peor pagados.

Otra vez al juego: la partida del “techo de cristal”. Es un techo, porque muchas no lo superan. Es de cristal, porque nadie lo ve. Pero existe: “Está claro que tenemos menos oportunidades de ascender. Llegamos a un tope y ahí nos quedamos la mayoría de las mujeres. En realidad, yo no lo he sufrido porque no tengo esas aspiraciones a nivel profesional. Quiero un trabajo para vivir y no vivir para trabajar, quiero estar con mi familia y tener tiempo para mis hijos también”, señala Inma Corralo.

–¿No quiere ascender o se ha convencido de que no quiere ascender?

–Creo que no, que son aspiraciones que nunca tuve. Aunque reconozco que hay factores sociales que pueden haber influido.

“Está claro que los hombres, en algunos casos, están obstaculizando la llegada de las mujeres a los puestos de mayor responsabilidad”, matiza Raúl Casado. ¿Que si cree que hay “compadreo” entre los que mandan para que el poder siga en manos masculinas? “Sinceramente, no conozco casos concretos ni estadísticas. Pero sí, creo que eso sí está pasando en el mundo laboral”.

Si él pudiera cambiar algo, dice, lo haría. Y empezaría por la contratación de más mujeres: “Creo que hay que dar más oportunidades y pienso que aún hay empresarios que se fijan en el género a la hora de contratar”. Aquí Corralo se hace con la palabra: “Si yo tuviera un cargo de responsabilidad, quizá pecaría justo de lo contrario. Quizá me inclinaría más hacia las mujeres, por sororidad”. “Tampoco está bien eso”, sonríe él con los ojos, la boca está debajo de la mascarilla.

No es la primera vez que se lo dice, a veces hablan en casa de este tema. “Sobre todo cuando pasa algo que nos toca de cerca, como el despido cuando yo estaba embarazada. Fue un palo, lo pasamos mal, pero seguimos adelante porque es lo que hay que hacer”, dice ella. ¿Hay acuerdo en esas discusiones maritales? “Siempre, sí. Solemos pensar lo mismo”, afirma, categórico, él.

Se queda callado un momento, pensando. “Yo a ella la admiro mucho, la verdad. Porque siempre se ha esforzado al máximo por conseguir trabajos mejores, ha peleado como nadie. Pienso que cualquier empresa tendría suerte si contara con ella, ella es la mejor”. Se acerca a la mitad de la cuerda, donde un pañuelo morado marca la línea del centro. Lo desata y vuelve a anudarlo, pero del lado de su mujer.

A pesar de cada obstáculo, de cada golpe. Tantas veces que se lo pusieron difícil, y ella nunca soltó la cuerda. Para Raúl, no importa el resultado del juego. Inma es la ganadora. 

Inma Corralo

Inma Corralo: “Si fuera jefa, quizá contrataría a más mujeres por sororidad”

Inmaculada Corralo –“llámame Inma, mejor”– ha trabajado en varios sectores. Desde peluquería hasta limpieza de portales. Actualmente, es auxiliar administrativo. Está convencida de que las mujeres lo tienen más difícil y confiesa que, si tuviera un cargo alto, “contrataría a más mujeres por sororidad”. Tiene 47 años y dos hijos. Fue despedida cuando estaba embarazada.

Raúl Casado

Raúl Casado: “Hay hombres que obstaculizan la llegada de mujeres al poder”

Raúl Casado tiene 49 años y ha dedicado su vida laboral al manejo de maquinaria de instalación y la conducción de camiones. Admira a su mujer, lo dice orgulloso: “Ella siempre tira con todo, es valiente y se esfuerza más que nadie”. Aunque reconoce abiertamente que el mundo laboral sigue siendo machista: “Hay hombres que obstaculizan la llegada de mujeres al poder”.

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