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Crítica / Cine

Raíces que agarran los sueños

El ser es una amalgama de sus orígenes, sus sueños y como se relacionan estos dos ángulos a través de la realidad presente. Esa es la teoría que disecciona acertadamente Lina Luzyte en “The Castle”; relato del desarraigo, miseria y anhelos de una familia Lituana emigrante en Dublín, que se mueve en el punto medio de un triángulo entre los estilos de Aki Kaurismaki, los hermanos Coen y Ken Loach.

Un planteamiento sencillo contado a través de los ojos de la jovencísima Monika, que vive con su madre –pianista al principio, pescadera después– y su abuela con avanzada demencia en un suburbio de la capital de Irlanda. Ella sueña con triunfar en la música y ensaya en el piano de un club de striptease, después de que su madre vendiera el teclado, ahogada por las deudas, prohibiéndole seguir esa senda. Mientras, la abuela mira el mar y fantasea con Lituania: “Pero la van a llevar allí a enterrar”, llega a decir después del funeral de una compatriota, tras el cual empieza a empeorar.

Magnífico el relato que compone Luzyte. Complejo hasta la médula, sencillo en apariencia, envuelto en un paquete de muchas capas que va descubriendo poco a poco, como la falta de empatía y el yugo del capitalismo acaban por convertir al soñador en un títere de la gloria, dispuesto a todo por ella o condenado a la frustración. Desarrollando lo que escribía Kipling, lo de soñar sin que los sueños te dominen. Todo regado por la miseria, la violencia machista, el amor y la lucha.

Acierta la realizadora lituana en casi todo, aunque desconcierten algunos giros repentinos, que si bien, acaban siendo medianamente justificados a posteriori, si es que eso vale. Molly Malone en Fargo, barrio de Dublín, canta mirando al puerto de Le Havre, o quizá más lejos, al báltico.

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